Reencuentros #3

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Era una plácida y fría mañana hacia fines de noviembre. El espíritu de la estación estaba ya flotando en el aire y los vecinos estaban muy ocupados decorando sus casas para las fiestas. El joven miró los jardines aún verdes y bien cuidados, los porches decorados con guirnaldas y las luces en las cornisas, los alféizares de las ventanas y lo tejados. La atmósfera estaba ya a tono con la Navidad tradicional norteamericana. Era casi un sueño sentirse en casa y respirar esa conocida fragancia de Long Island. El auto continuó avanzando a lo largo de una callada área residencial hasta que, en la distancia, él pudo distinguir la casa a la cual se estaba dirigiendo.

El vehículo se detuvo en frente de una elegante casa victoriana que dominaba el paisaje del suburbio con sus líneas sobrias. El joven salió del auto y una vez que le hubo pagado al conductor del taxi por sus servicios, caminó con pasos firmes hacia la entrada principal de la casa.

Felicity Parker estaba verificando las provisiones que el mensajero acababa de llevar. En todos los años que había trabajado como ama de llaves, la mujer nunca había perdido un centavo o descuidado ninguna de sus responsabilidades. Había cinco sirvientas en la casa, además de un jardinero y un chofer, todos ellos eran dirigidos por su mano suave pero eficiente y Felicity estaba orgullosa del buen trabajo que siempre había hecho.

Las cuidadosas manos de la dama estaban en el proceso de certificar la calidad de las manzanas cuando sonó el timbre de la puerta principal. Miró al reloj de la cocina y se preguntó quién podría estar llamando a la puerta a una hora tan indecente. Eran las once de la mañana pero la dueña de la casa jamás recibía a nadie antes del almuerzo.

Veré quién está tocando – dijo la sirvienta que estaba ayudando a Felicity con la lista de compras.

No, querida – replicó la mujer mayor – déjamelo a mi. Debe ser un periodista novato que piensa que puede conseguir una entrevista así como así. Yo me encargaré de ponerlo en su lugar – y diciendo esto, la mujer dejó su delantal sobre la silla y arreglando su cabellos se dirigió al comedor, luego a la sala y finalmente al vestíbulo.

Felicity organizó mentalmente cómo trataría con su reportero imaginario. Sin embargo, cuando abrió la puerta encontró que ciertamente había un joven ahí parado, pero no exactamente el que ella esperaba. Justo en frente de ella, vestido con el uniforme verde de la infantería de los Estados Unidos, había un hombre de unos veintitantos años con cabello castaño y ojos azules que la miraban con una expresión traviesa. Felicity dio un pequeño grito de asombro y casi se desmayó con la sorpresa.

¡Santo Cielo! – chilló - ¡Es un sueño! ¡Mi niño! ¡No puedo creer que estés aquí – lloriqueó la mujer echando los brazos al cuello del joven - ¡Me alegra tanto verte sano y salvo!

¡También me alegra verte, Felicity – replicó el joven abrazando a su antigua nana, genuinamente feliz de volverla a ver.

¡Ay Dios! ¡Ay Dios! – la mujer jadeó sin aliento - ¿Cuándo llegaste? ¿Estás bien? ¡Escuchamos que habías sido herido! Debiste habernos avisado con tiempo que venías ¡Ahora tu madre va a tener un ataque cardiaco con la sorpresa! – dijo Felicity trastabillando las palabras mientras se soplaba con la mano.

Bueno, eso lo tenemos que ver, – replicó el joven sonriendo ante el parloteo de la mujer – ¿Pero no piensas que sería mejor que me invitaras a entrar? Está algo frío aquí afuera ¿Ves? – añadió guiñando el ojo a la dama que inmediatamente lo hizo pasar.

¿Qué pasa, Felicitiy? ¿Por qué estás gritando de esa forma? – preguntó una voz que venía del estudio y un segundo después una mujer en una bata negra y con un gran libro en la mano apareció en la sala.

Reencuentro En El Vórtice - Candy Candy FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora