Miradas confusas.

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PARTE UNO
EDITADA.





LAS VECES QUE AOME TENÍA QUE IRSE A SU ÉPOCA, usualmente Inuyasha se la pasaba recorriendo el extenso bosque que cubría la pequeña aldea o ayudaba a los aldeanos a pescar o a cazar uno que otro animal, claro, a cambio de recibir algo de que comer. Pero mayormente se la pasaba en el bosque con los brazos cruzados en la nuca, reflexionando y esperando que sus preocupaciones se disiparan. Era cansado cargar con tantas cosas en sus hombros: la responsabilidad de recuperar los fragmentos de Shikon, proteger a sus amigos y Aome era muy agotador. Aun siendo un ser sobrenatural, más fuerte que diez o más hombres humanos, se podía agotar muy rápido. Ahora, supuestamente, estaba libre. Sus amigos se encontraban en la aldea junto con Kaede, tal vez descansando o pescando, a él realmente no le importaba y no porque el sea malo o egoísta, solo no quería pensar en nadie más.

Ya tenía suficiente con que Aome se había ido. No llegaba comprender del todo a la terca chica y su necesidad de irse. ¡Tenía que ayudarlo a conseguir las partes de esa maldita perla que ella había fragmentado! Pero no... Siempre salía con la excusa de: "Tengo exámenes" o "Tengo deberes de la escuela". Y a todo eso... ¡Qué demonios era una escuela! Por la forma en que Aome hablaba de ella y las tareas que le dejaban, Inuyasha supuso que se trataba de una clase de lugar que trataba a los alumnos como esclavos.

O solo estaba exagerando.

Siguió caminando, escuchando el silbido de los pájaros, el viento mover las ramas de los arboles, así como percibió el aroma de perro mojado.
Koga...

-¡Hey bestia!-gritó el moreno detrás de sus espaldas. Inuyasha se giró un poco para verlo con fastidio.

-¿Qué quieres perro?

-¿Dónde esta Aome?-inquirió, mientras se acercaba lentamente al albino-No me digas que la perdiste, grandizimo idiota

Koga agarró la tela roja con una mano, apretando la con fuerza y rabia, mientras amenazaba a Inuyasha con los dientes y la mirada. Inuyasha, indignado, golpeo la mano e hizo lo mismo.

-¡No me digas así, perro tonto!
-mostró sus colmillos.

-Entonces, ¿dónde esta Aome?

-Regresó a su época-dijo más tranquilo el albino, soltando al lobo.
Se cruzó de brazos, colocándolos detrás de su nuca y siguiendo con su caminata, dejando atrás a Koga sin mirar atrás y hablando solo.

-¡Oye idiota, no puedes dejarme hablando solo!

Inuyasha giró un poco su cabeza-Ya lo hice.

-¡Esta bien pero cuando regrese Aome, vendré por ella y espero que este bien tarado!

Koga se giró en la dirección opuesta de Inuyasha y corrió hacia su manada, dejando un pequeño rastro de olor y un gran fastidio en el chico.

Inuyasha solo chasqueo la lengua entre sus dientes. Ese maldito. Él no tenía ninguna oportunidad con Aome, puesto que era feo y apestaba a perro mugroso.

Llegó a un campo cubierto de flores y grandes arboles altos. Se sentía la paz y tranquilidad en aquel lugar. Un lugar digno para sentarse y tomar una pequeña siesta. Caminó hasta llegar un árbol que proporcionaba gran sombra, se sentó y recargó sus espalda en el tronco para luego dar una profunda respiración. Por lo visto no había nadie cerca. Ni siquiera humanos. Cosa que Inuyasha agradeció profundamente.
Miró el cielo azul. A las aves volando. A las nubes.

Todo le provocó sueño. ¿Desde cuándo no dormía? ¿Dos? ¿Tres días? La ida de Aome lo tenía así.

Cerró los ojos lentamente, hasta quedar profundamente dormido.

Pero no paso ni media hora cuando sus oídos captaron un sonido no tan lejano de él. Con su nariz olisqueo el aire percatándose de que era un humano. Sin embargo había algo mas en ese aroma que no pudo identificar.

-¡Flores!

Giro hacia donde provenía la voz aniñada. Era una niña de no mas de doce años, con un kimono amarillo decorado por flores y el cabello suelto y desordenado. Ella estaba hincada recolectando las bonitas flores amarillas y rosas que había en la tierra, sin darse cuenta que él estaba a unos cuantos metros de ella. Él muy bien podía matarla, destruirla, todo por no darse cuenta de quien estaba cerca, de su ingenuidad infantil...

Sin embargo él no lo hizo.

Tal vez fue porqué le recordaba a el en su infancia, cuando todavía seguía viva su madre. Él era ingenuo, siempre ignorante ante los aldeanos que lo juzgaban por ser mitad bestia, mitad humano.

Estaba a punto de retirarse. Ya no quería pensar en el pasado, ya no quería ver a la pequeña niña que recolectaba flores. Debía irse a la aldea y ayudar con algo.

Pero accidentalmente piso una pequeña rama, causando que la niña levantara la cabeza y lo viera. Inuyasha permaneció quieto. Queriendo no asustarla. Pero ver como el rostro alegre de la pequeña cambiaba a uno asustado y que parecía apuntó de llorar, hizo que todo se fuese al caño.


-Espera, no te...

-¡Ahhh!

El gritó fue muy fuerte, hasta para sus oídos sensibles.

Quiso acercarse para calmarla pero solo provoco que esta gritara aun más fuerte. En un abrir y cerrar de ojos, Inuyasha se encontraba contra el suelo, siendo amenazado con el filo de una espada en su cuello. Abrió lo ojos encontrándose con quien menos se lo esperaba. Piel blanca, cabello largo bailar en el aire y un mirada fría que parecía matarlo con ella.

-Sesshomaru.

-¿Estas bien Rin?-preguntó, dirigiendo su mirada hacia la niña.

Entonces conocía a la niña, pensó Inuyasha.

Rin asintió con la cabeza. Sesshomaru, sin dejar de apuntar el filo de la espada en su cuello, giró hacia él mirándolo con frialdad, carente de emociones en sus ojos.

-¡Quita te de encima! -exigió el menor.

Sin embargo el mayo no hizo caso y siguió en la misma posición. Inuyasha, harto, levantó sus piernas, golpeando las de su hermano y salto tan rápido como pudo antes de ser degollado por la hoja metálica.

-Imbécil.

Sesshomaru lo miró detenidamente, sin parpadear. El frío ámbar quemaba a Inuyasha, confundiéndolo por completo. El maldito nunca hacia eso; siempre le decía un insulto hiriente o chasquea la lengua para luego largarse. Pero ahora... El que Sesshomaru se le quedara viendo era extraño, hasta incluso, era algo de temer.

-¿Qué me andas viendo? ¿Tengo algo en la cara o que?

Inuyasha se cruzó de brazos, esperando alguna respuesta. Pero nada. Seguía igual. Y aquella pequeña acción hizo que se sonrojara. No estaba acostumbrado a que Sesshomaru lo viera así.

-Me largo-se giró sobre sus talones-Vámonos Rin.

-¡Si!

Inuyasha vio como su hermano y la niña caminaban hacia el frondoso bosque, perdiéndose entre los árboles.

Diablos. Aquello fue sumamente extraño

Cuando el odio y el desprecio cambian. ➢  [Sesshomaru x Inuyasha]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora