Capítulo I: La infancia de Asier

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Una vida rara no puede tener otro comienzo que un comienzo raro.

Mi padre vasco (de ahí las raíces de mi nombre), y mi madre murciana se conocieron en Madrid, lugar de encuentro de muchos españoles que por trabajo deben alejarse de las bonitas playas de la península y de sus familias.

Se casaron y me tuvieron a mi siendo jóvenes. Algo que causó dificultades en mi cuidado y educación, ya que mientras pasaban las horas trabajando tenían poco tiempo para resolver mis problemas ya que aún tenían que madurar y resolver los suyos. Lo intentaban pero no tenían aún respuestas para todo.

Yo era un chico que no nació completamente normal, tenía pequeños problemas de coordinación.

Por lo visto sentía un cosquilleo en la punta de mis extremidades, no se sabía por qué, simplemente era alguien bastante patoso para realizar mis movimientos, (puede hacer usted la prueba sentándose en el suelo sobre su pié durante unos minutos y luego sobre el otro, para luego levantarse y ponerse a andar). Las malas conexiones, hacían que me costara andar, o manejar objetos con las manos. Algo que influyó y marcó mi infancia.

Cuando fui a la escuela, en una ciudad-dormitorio del sur Madrid, mi torpeza; coger el lápiz cerrando el puño derecho, mientras que con la mano izquierda me ayudaba para mantener el pulso; además de mis continuos tropiezos subiendo escaleras en una edad en la que ya no venía a cuento en un chico de mi edad; no podía ser perdonada por la crueldad de los niños de mi clase, que señalan al diferente.

Contra eso, poco podía hacer, solo el esfuerzo, el disimulo y cuidar la toma correcta, ni mucho ni poco, de vitaminas B entre otras, que me recetó el medico; me ayudaban a luchar por parecer lo que los demás "toleraran" como normal.

Algo difícil; porque de niño, cuando se te etiqueta, y si se repite continuamente esa etiqueta llega un punto que la asumes como tu identidad...

Si eres el gordo de la clase eres gordo, si eres el empollón te sobreesfuerzas por parecer el intelectual, si eres el malo de la clase, se esfuerzas con hacer el máximo de putadas posibles que se te ocurran...

Así es el etiquetaje, algo que a mí, la psicóloga del colegio me explicó; me dijo que no me auto etiquetara como "Asier; el torpe", y que no dejara de hacer deporte ya que parecía un chico más dinámico y despierto de lo que me mostraba en esos tiempos, en los que era como una luz apagada por el brillo de las demás.

Me explicó que si dejaba de hacer actividades deportivas normales mi vida solo empeoraría más, así que, como ella era una persona mayor y eficiente; y yo un niño, y me hizo prometer que le haría caso.

Me proporcionó una inyección de moral, fue un giro de 180 grados; intenté realizar todas las actividades, riéndome de mis caídas, y practicando todos los deportes, aunque mi elección en los equipos era el ultimo o el penúltimo.

Poco a poco se me fue quitando la fobia al ridículo, me di cuenta que una fobia era un miedo irracional a lo desconocido, y fui incluso adelantando algún puesto en la elección de los equipos, iba conociendo mi cuerpo, y teniendo un poco de control de esta torpeza.

Empecé a creer en mi mismo, y poder pensar en lo que yo hago en lugar de en lo que piensan los demás, las malas personas conmigo, ya no lo eran tanto dejé de ser tan sumiso, y de ser el alimento y combustible de los mas agresivos.

Algunos de los más malvados del colegio resultaron ser buenas personas; otros seguían teniendo actitudes negativas con cualquier persona, otros niños , profesores, etc; principalmente por la mala educación que traían de casa, ya que, salvo enfermedades importantes, las personas buenas o malas no nacen, se hacen; o bien porque toman el ejemplo negativo y hostil que ven en casa o bien porque la vida les ha dado muy malas experiencias que les ha marcado.

Si no fuera por la psicóloga del colegio, la cual me entrevistó por primera vez después de una pelea que tuve con el "abusón" de mi clase; el cual tras muchas palizas y golpes que me propinaba; (principalmente delante de los demás, para hacerse sentir alguien) me pilló con el pié cambiado esa mañana, muy enfadado; y aunque por mis cosquilleos en las puntas de las extremidades no podía mantener el puño bien cerrado para golpear; las rodillas y los codos son siempre duros y rígidos, y mi golpe en sus partes que le doblegó, más mi codazo con todas mis fuerzas, que el instinto de "supervivencia" lanzó por mi, (tenga en cuenta lo siguiente: esta bien, pensar en los demás , no pensar sólo, en ti mismo, pero no debes dejar de verte como una persona más a la cual también hay que respetar; el instinto de supervivencia actuó en mi nombre desde dentro a decirme Asier, YO también existo, DEFIÉNDEME....) causó que del codazo le rompiera un diente de los que ya no eran de leche, además de dejar sangrando su nariz.

A los días siguientes me moría de miedo de ir a la escuela, temía incluso por mi vida, ya que pensaba que utilizaría su fuerza superior para vengarse. Pero no lo hizo. Ví el miedo en sus ojos. Pensé que ese tipo de personas no tenía miedo a nada.

El colegio no me expulsó pero si ví que los profesores ya no me daban un trato tan preferente, tan mimado; mi mala actitud, causó que perdiera mis "comodines", exceptuando educación física, claro.

De todas maneras no fue mala idea que los perdiera, me estaba relajando, y cada vez estudiaba menos; algo que me perjudicaría notablemente en la creación de una buena base de mi formación, tenía buena base intelectual, ya solo implicaba realizar esfuerzos como mi profesor de matemáticas a los 12 años me dijo, base+esfuerzo = resultado, y como nadie nace sabiendo, y como hoy día se Doctor, ni "nadie termina de saber".

De mi infancia recuerdo además de la formación académica que más se utiliza en la vida normal, otras cosas que se grabaron a fuego, como las que me dijo mi padre, al cual le gustaban mucho los refranes. Y para todo utilizaba uno.

Me decía refranes certeros que si se mantienen durante años, ¿deberían tener algo de razón no? mis cinco favoritos y más prácticos en la vida fueron:

"La vida da muchas vueltas; no hay mal que cien años dure"

"A cada cerdo le llega su San Martín"

"No es más rico quien más tiene sino el que menos necesita"

"Es importante tu esfuerzo, La letra con sangre entra"

"Lo que sabe tu mano derecha que no lo sepa la mano izquierda"

Es curioso que además de la formación de la psicóloga, mis padres y profesores recuerdo en mi infancia a los protagonistas de las series del bien, fueron una referencia moral para superar retos y dificultades. Así por lo general terminé con una infancia normal hasta que llegaron negros cambios de mi adolescencia...

(siguiente capítulo...)


Asier ; su increíble historia (libro completo de 120 pags)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora