Prólogo l

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_______ Hood.

Ese era el nombre de la pequeña niña que Robin Hood tenía en los brazos. Él sonreía y no podía apartar la mirada de ella. Acarició su melena, castaña oscura, del color de la corteza. Sus ojos eran los más bonitos que había visto en su vida. Eran verdes como la hierba fresca y parecía que un bosque habitara en ellos.

Él estaba feliz. Al fin había conseguido una descendiente. Una hija. Todo parecía perfecto. Todo marchaba bien. Pero como siempre todo lo bueno debe acabar, pues el destino es demasiado caprichoso como para dejarles en paz.

La pequeña creció en mitad del bosque, junto a su padre. Vivían en una choza de madera rodeada de árboles. Un pequeño estanque se hallaba a un par de metros de ellos. Ese era el lugar preferido de la niña.

_______, con sus cinco años de edad, ya sabía usar el arco y la espada, pues su padre la hacía entrenar durante la mañana y la tarde. Luchaba contra él y siempre perdía, algo normal cuando se es tan pequeña. Pero su padre siempre la decía que se levantase y cuando ella lo hacía, no podía evitar pensar en lo valiente y fuerte que sería de mayor.

Se conocía el bosque en el que vivía como la palma de su mano y no conocía a ninguna otra persona más, a parte de su padre, por lo que sus únicos amigos eran los animalitos del bosque. Algo irónico ya que ella y su padre se dedicaban a cazarlos para sobrevivir.

Un día normal y tranquilo, como cualquier otro. _______ salió a dar un paseo por el bosque. Regresaba a casa feliz. Se había pasado toda la mañana en el estanque jugando con un puñado de patitos.

Al entrar en la cabaña se encontró con una imagen un tanto extraña. Su padre, sentado en una silla, ocultaba el rostro entre sus brazos, temblorosos y cansados. Al oír a su hija este levantó la cabeza y la sonrió. Pero ella, aunque fuera pequeña no era tonta. La sonrisa de Robin estaba rota y sus ojos rojos y llorosos. La pequeña no entendía lo que le ocurría. Pero, sin duda notaba que algo iba mal. Muy mal.

-Acompañame- dijo Robin.

_______ le cogió la mano y dejó que la guiara. Ella era obediente y lo que menos quería hacer era decepcionar a su padre.

Este la llevó por el bosque. Por un camino que ella no conocía ni sabía que existía. Caminaron durante un largo rato, que a la pequeña se le hizo eterno. Hasta que llegaron a, lo que parecía, un pueblo.

-¿Qué es esto, papá?-preguntó la niña ladeando la cabeza.

-Esto es tu nuevo hogar.-dijo Robin con mucha dificultad. Arrastrando cada palabra. Como si no quisiera decirlo pero no tuviera más remedio.

-¿Mi?

-Exacto.-su voz se quebraba poco a poco y la niña entendió que no tardaría mucho más en desmoronarse.

-¿Papá?-la voz de _______ reflejaba preocupación, empezó a asustarse y las lágrimas no tardaron en empezar a picarle en los ojos.

-Verás, pequeña-dijo Robín y clavó una rodilla en el suelo para estar a la altura de su hija. Posó su gran mano en el pequeño hombro de la niña.-Esto es muy difícil. No lo entenderías pero...-el hombre se ahogó en sus propias palabras, pero consiguió encontrar fuerzas para seguir.-No podemos seguir así, ¿lo entiendes? Debes aprender sobre la vida. No pasarte todo el día entrenando. Necesitas ir a un colegio, tener amigos, encontrar el amor...y esas son cosas que yo no puedo darte.

-Papá...

-No. Ya no hay vuelta atrás. Tú solo prometeme que no llorarás, ¿vale? Prometeme que seguirás adelante, me olvidarás y buscarás ser feliz.

La pequeña no podía creerse lo que estaba diciendo. Su padre, su propio padre ¿la estaba abandonando?

Robin se levantó y con el corazón en la garganta colocó su sombrero sobre la cabeza castaña de la pequeña.

-Adiós.

Y _______ vió como su padre salía corriendo y la dejaba sola. Alejándose cada vez más hasta fundirse en la oscuridad del bosque.

¿Buena o mala? (Carlos de Vil y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora