Prólogo: ¿Qué le dirías?

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Los días que se levantaba con el único sonido de la lluvia chocando con la vieja ventana. Ese sonido entraba en sus oídos como un agradable Buenos días. Al levantarse vio un rostro conocido, sus ojos la miraba como si le pidiera a gritos aquella ayuda que él necesitaba y él, veía en los ojos de ella como se ahogaba en aquel pozo sin fondo.
-Pensaba que no me necesitabas.- Dijo ella mientras poco a poco se ponía el calcetín y se lo subía por toda su pierna hasta llegar a la mitad del muslo. Paró y le miró.
El chico le dio un escalofrío por todo su cuerpo, al esperar que ella terminará de aquella acción, los esperados momentos del ayer invadió la mente de él.
-He venido por culpa del juego, sabes perfectamente que no te necesito.-
-¿Y por qué no vas a casa de Jc?.- Se acercaba lentamente más y más a él.
El chico no se le ocurría nada para responderle, no sabía porque había venido, porque estaba justamente parado mientras ella se sentaba encima de él.
-Mei.- Susurró él.
-Alec, debes de dejar el casino.- Le dijo mirándolo seriamente.
-Sabes que no puedo, tengo cuentas.- Pronunció esas palabras con rabia y como para variar, no pudo sujetar la mirada de aquellos ojos azules que le miraban.
-Olvídate un momento de todo y escúchame ¿Vale?.- Se bajó de encima de Alec y se arrodilló delante de él.- Un chico de unos preciosos ojos mieles huye de casa y solo se lleva las cosas que a él le apasiona. En una discoteca conoce a un grupo de chicos medios locos pero encuentra a una chica que esa noche estaba como una cuba.- Alec sonrío porque sabía que estaba contando cuando él huyó de su familia y que esa chica de la que ella habla era ella misma.- Y se le ocurre que Jc debería de adoptarlo ya que el era el mayor de todos, y así estuvo toda la noche. Y ahora, él está feliz pero todavía su pasado le tormenta por el juego.- Se pone de pie y obliga a que Alec lo haga también. Cuando están en frente el uno al otro, chocando sus frentes.- ¿Qué le dirías a ese chico?.- Le miró a los ojos sin separarse.
Alec la miró a ella más y más. Recordó aquella noche. Nunca podía creer como esta chica podía ayudar a cualquier persona con solo palabras, como podía hacer sentir que la soledad no existía, como podía salvar a cualquiera. Tragó saliva.
-No sabría que decirle Mei.- La voz le salía tan frágil que Mei le abrazó.
Alec no pudo aguantar más, lloro y lloro, quería desahogarse, quería que todo terminara. Pensamientos, recuerdos y al mirar de nuevo a la realidad, olía a vainilla. Estaban los dos arrodillados en el suelo y abrazados. Alec acarició el pelo de Mei, la apretó más hacia a ella. Porque no quería que ella nunca se fuera. Era la única ,que de verdad ,necesitaba.

Y ahí estaban ellos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora