2. Taza de café; Chansoo

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ofice!au, m | El oficinista y el jefe pierden sus etiquetas.


El oficinista ve la hora en su reloj de pulsera plateado y se levanta se su silla con respaldo alto, tomando la tasa con los restos de café frío pegados en el fondo y dejando la marca con la forma de una mancha en forma de luna en el escritorio. El oficinista, con la etiqueta de Do Kyungsoo pegada a su chaqueta oscura, avanza por el pasillo lleno de puertas que dirigen a otras salas y frente a la secretaria añeja y arrugada, quien le dirige una mirada fría a través de los lentes gruesos. Kyungsoo es quien la maldice, una y otra vez internamente, porque probablemente esa mujer sabe lo que se dirige a hacer, pero el oficinista, sin embargo, solo devuelve la mirada indiferente y continúa por otra salida de la sala de recepción, atravesando una puerta de cristal en particular. Vuelve a comprobar la hora y apresura su marcha mientras arregla correctamente los botones de su chaqueta, el cuello de su camisa, su corbata y cabello asegurándose de que todo esté en su lugar, como el oficinista que debe ser él. Sus pasos se detienen frente a una puerta negra, al otro lado esperando la tan familiar sala con esa mesa apegada a la pared, el lavavajilla, el estante y los sillones de cuero; la mesa de café, la cafetera y el café.

El oficinista entra con una media sonrisa y se dirige al hombre alto que lo espera en uno de los sillones, dejando la taza en el suelo y posicionándose de inmediato de rodillas entre esas piernas largas. Su jefe se estira hacia atrás cómodo en el sofá con una sonrisa igual de confidente que la suya. El jefe, Park Chanyeol, que no necesita ningún tipo de etiqueta para ser reconocido, pasa su mano por la mejilla del oficinista, inclinándose para atrapar su labio inferior entre sus dientes. Kyungsoo es quien lo fuerza a un beso más profundo, no el oficinista, y muerde la lengua de Chanyeol con cuidado. Chanyeol es quien disfruta más de lo necesario ese simple gesto, no el jefe de ese departamento ni del oficinista.

No es más que un trámite, lo que hacen cada viernes. El jefe se aleja y el oficinista abre el cinturón, botón y cierre del pantalón de su jefe.

El oficinista toca, masajea, lame, introduce, lubrica, moja, mordisquea, chupa, gime; el jefe observa, fuerza, controla, jadea, aprieta sus dientes y libera.

El oficinista traga, y limpia, y se pone de pie. El jefe sube sus pantalones, e inhala y se pone de pie; las mismas sonrisas con las que llegaron sin deshacerse por un mínimo instante. Ya no existe culpa, porque solo son el oficinista y su jefe.

El jefe dice algo y el oficinista asiente, pero antes de que pueda salir Chanyeol lo toma del brazo y lo hace ir bruscamente hacia él para robar esos labios carnosos por su cuenta. Es Kyungsoo quien gimotea, y Chanyeol quien lo toma por la cintura; escapándose de la apariencia, y el traje y la corbata. Kyungsoo se sonroja cuando pasa sus brazos por el cuello de Chanyeol, y Chanyeol se acalora cuando se da cuenta de que es demasiado suave, porque así no funcionan las cosas. Se supone que no es así.

Por eso cuando se vuelven a separar, faltos de aliento, vuelven a ser el oficinista y su jefe. Nada más.

Al terminar la tarde, el oficinista regresa a su hogar, cansado y con un dolor en sus hombros y espalda. Regresa y lo primero que ve es otro hombre, más joven y de tez bronceada con sus manos manchadas de pinturas de diferentes colores frente a una de las paredes que acaba de convertirse en un mural de expresiones abstractas. El oficinista se acerca al artista y aprecia el trabajo en la pared más ancha de su departamento, llena en manos, en flores, en formas imposibles.

El oficinista le sonríe al artista, y Jongin lo abraza por la cintura al igual que la otra persona lo hizo esa mañana mientras da besos en su cuello lleno de ansiedad y amor. Pero mientras el artista decide ser Jongin; el oficinista decide que será solamente el oficinista por esa noche. Porque Kyungsoo se ha quedado con Chanyeol, besándolo sobre el sofá de cuero y sonrojándose por primera vez, y dejando la corbata dejar de asfixiar su cuello y dejando al traje quitar el peso de su etiqueta. Y la taza sin rastros de café espera a los pies del sillón para ser colmada a manos un oficinista que nunca regresa; porque Kyungsoo es quien decide llenarla.

Colección de drabbles & microrrelatos; EXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora