Capítulo 1

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Me levanté como si de un exorcismo se tratase. Mi trasero estaba apoyado en la colcha al igual que mis manos rodeándolo; mi pecho subía y bajaba mientras gotas de sudor caían libremente de mi frente. Con mi muñeca limpié aquel asqueroso sudor y luego apoyé la palma de mi mano sobre mi corazón. Todo fue tan real, tan extraño, pero tan hermoso al mismo tiempo. Llevaba semanas viendo aquel lobo en mis sueños, además de que en todos me perseguía por la misma razón: Había huido.

Me frustraba no saber por qué soñaba con aquel animal cuando no he leído, interactuado o visto alguno en toda mi vida. Pero podría jurar que era el lobo más bello que pude haber visto.

Mientras calmaba mi respiración pensando en otra cosa, fijé mi vista en el reloj que se encontraba a un lado de la cama. Las agujas daban exactamente a las 5:59 de la mañana, como todos los días después de estos sueños repetitivos.

Al ver que no tendría más tiempo para dormir, me revolví entre mis sábanas y me incorporé con un gruñido mientras me estiraba. Podría jurar que me había salido algo parecido a un aullido. Tal vez el sueño me estaba afectando más de lo creía.

Negué antes mis estúpidos pensamientos y me dirigí hacia mi armario sencillo. Con un dedo en mi pera miro mis vestimentas y pongo una cara pensativa, opté por lo más conveniente con lo que según mi mente me ordenaba. Me extrañaba que esta funcionara para elegir una ropa tan 'diferente' a la que podría usar para un día cualquiera. ¿A quién quería impresionar? A nadie, porque ningún chico se me acercaba desde mi entrada a la Universidad.

La ropa se basaba en remera blanca con algunas rayas negras decorándola, una falda negra, mis converse blancas, un pequeño abrigo jean y, por último, una bufanda roja. No hacía tanto frío ni tanto calor, pero así me sentía cómoda.

Acomodé la ropa en mi cama y caminé con una toalla a mi querido baño para darme una ducha energizante. Abrí el grifo hasta colocarlo en agua tibia, me desvestí de a poco y me metí sintiendo un pequeño escalofrío al sentir las gotas caer sobre mi piel desnuda. De repente, sentí como llamaban a la puerta de mi baño; pegué un pequeño grito y fruncí el ceño adivinando quien podría ser.

—¿Necesitas algo, Brooklyn? —le pregunté a mi hermano mayor. Si mayor se podría decir a un adolescente con mentalidad de niño pequeño; sí.

—Sí, que te bañes rápido. Necesito ducharme —dijo tranquilamente. Fruncí el ceño algo confundida.

Pero si ambos teníamos un baño en nuestros cuartos. Solo nuestros padres compartían el suyo, aunque me daba náuseas pensar en entrar ahí y encontrarme con una escena no tan linda. Salí de la ducha y me envolví en la toalla, olí el dulce aroma a panqueques provenientes de la cocina.

Amo a mi madre, ella sí me conoce.

Abrí la puerta con tal bruteza que mi hermano casi cae de culo ya que se encontraba apoyado en esta. Reí levemente viendo como abría sus ojos del susto. Luego, como todo mal hermano me fulminó con la mirada y entró a mi baño cerrando la puerta con fuerza. Caminé hacia mi cama y me puse rápidamente mis bragas y la ropa que había dejado ordenada sobre mi cama.

Caminé hacia mi espejo y me acomodé mi bufanda roja. Escuché como el grifo se abría, me extrañaba que haya tardado en bañarse. Bueno, no, él era todo un Bad Boy que de seguro pasó todo este tiempo mientras me cambiaba mirándose al espejo y tirándose algún que otro piropo. Coloqué mis manos en la cadera y gruñí.

Unlove YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora