Querida soledad. {Jin}

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La mirada de aquella joven estaba dirigida hacia aquella pequeña pantalla, en la cual una notificación tapaba el patrón de bloqueo.

"Estoy en camino, no hagas nada estúpido".

Aunque quisiera decir que las palabras de su amigo habían herido sus sentimientos tanto como orgullo, iba a mentir. Sentía como las lágrimas resbalaban por sus mejillas, dejando rastros mojados. Su camisa estaba un poco mojada, así como sus piernas ya que el corto recorrido de sus lágrimas acababa en ellas.

Ya no sentía sus pies, había estado tanto tiempo sentada con las piernas cruzadas que se le durmieron, pero poco le importaba.

Dejó su celular sobre la cama y con la luz que el velador le brindaba, observó aquellas cicatrices en sus brazos. La gran mayoría no eran profundas, excepto las de las muñecas, las cuales escondía bajo unas hermosas pulseras, de cierta forma, se avergonzaba de ella porque algunas personas la miraban como si fuera una desquiciada por ello. Pasó sus dedos sobre ellas, cuidadosamente, como si de porcelana se tratase.

Las lágrimas seguían cayendo, incluso un sollozo estaba por escapar de sus labios, los cuales mantenía presionados entre sí con el fin de evitarlo, cuando la pantalla de su celular se iluminó y la música comenzó a sonar, indicando que había una llamada entrante. Sin titubear, atendió.

–No respondiste el mensaje, por un momento pensé que... –del otro lado de la línea hubo un repentino silencio. Ella sabía cuál era aquella palabra que él no había querido decir.

–Estoy bien –intentó que su voz sonara normal, como lo había hecho muchas veces, pero él la conocía más que a sí mismo.

–Deberías estar con tu padre –respondió él, ignorando su mentira–, lo sabes muy bien.

–No deberías hablar por teléfono mientras manejas –habló ella, ignorando lo que él había reclamado.

¿Quién te dijo que estoy manejando? –preguntó. No le importaba hablar de ello, incluso que ella lo regañara, mientras siguiera escuchando su voz y supiera que aún respiraba.

–Lo supuse –respondió.

Un silencio de formuló.

–En serio, creo que deberías cortar, está mal manejar y hablar, podrían multarte –volvió a hablar. Él, desde su auto, negó, aunque muy bien era consciente de que ella no lo veía.

Sí, bueno, pero...

La frase se vio interrumpida por el ruido de un par de llantas clavarse en la calle, así como una exclamación, seguido de la nada misma.

–¿Jin? –preguntó la joven, asustada–. ¿Jin? –repitió, más del otro lado no se oía nada, siquiera un respiración, simplemente un ruido agudo, similar a un pitido.

Cortó y luego volvió a llamar, pero nadie atendió. Preocupada, salió de su habitación incluso sin abrigarse y bajó las escaleras de aquella pequeña casa en busca del teléfono de línea. Quizá sólo era de su celular.

Marcó con ansiedad aquel número que se sabía de memoria. Uno..., dos, tres, cuatro tonos, pero nada, nadie atendía. Nuevamente intentó llamar. Al tercer tonó del otro lado atendieron.

–¡Jin! –exclamó ella, pero no hubo respuesta, dejándola confundida–. ¿Hola? –preguntó.

–Hola, ¿usted conoce al chico que es dueño de éste número?

–Sí –dijo obvia, un tanto exasperada. ¿Acaso le habían robado el teléfono? ¿Por qué había atendido otra persona?

–Tuvo un accidente –¿qué?

–¿Qué? –preguntó, desconcertada.

–Chocó –dijo la otra voz.

–¡¿Qué?! –exclamó–. ¿Cómo está? ¿Dónde está?

–La ambulancia se lo acaba de llevar –dijo aquella voz de hombre–. En serio, lo siento, no lo vi... –comenzó a hablar, pero ella lo interrumpió.

–¿A qué hospital lo llevan? –dijo con la voz quebrada. Las lágrimas que minutos atrás habían cesado, habían vuelto y esta vez eran más.

Minutos más tarde, la castaña se encontraba atravesando a gran velocidad el umbral de la puerta de salida de su casa, con las llaves y el celular en mano. Siquiera había tomado dinero y había salido directo hacia el hospital donde su amigo estaba internado.

Llegó y desesperada preguntó por él. Silencio y una mirada llena de tristeza fue lo que recibió por parte de la mujer que trabajaba como recepcionista. Al principio no lograba comprender lo que sucedía, pero un papel le fue entregado, en el cual podía leerse:

"Kim Seokjin:

Hora de ingreso: 19.27

Hora de muerte: 19.32"

Y aquello fue la gota que rebalsó del vaso.

Jin no estaba, su madre no estaba, su padre no sabía nada y ella no era más que una suicida, sola, deprimida, sin nada por qué vivir.

Llevó su mano libre a su boca, tapándola, tratando de esconder su expresión de sorpresa. Su vista se tornó borrosa debido a las lágrimas, su mundo había parado, las agujas del reloj se habían detenido y su mente procesaba lo que sucedía.

–Está muerto –murmuró. Un sollozo escapó de sus labios y todos a su alrededor la observaron. La mujer por la cual había sido atendida anteriormente estiró su brazo, acercando su mano, con la intención de acariciar su espalda, tratándole de brindarle apoyo, pero ella se alejó y la observó, también observó a los demás y negó. No podía ser, él no.

Él estaba vivo, se habían equivocado.

Negó nuevamente y salió de aquel lugar, dejando a todos perplejos. Tomó su celular y estaba por marcar el número de su padre, pero era consciente de que no iba a poder hablar y él se iba a preocupar, por lo que únicamente se centró en caminar hacia su casa.

Jin era su todo, su apoyo. Por él había dejado de cortarse, por él intentó ser normal. Por él intentó cambiar.

Lo amaba, tanto así como a su propia familia, y lo había perdido.

Sin su madre ya había tenido suficiente, una profunda herida reciente, y ahora esto....

Un fuerte sollozo escapó de sus labios. Sentía como si todo el mundo se hubiese vuelto en su contra, como si fuera un mal sueño y, de hecho, eso deseaba.

Era como si no supiera qué hacer, cómo reaccionar, qué pensar. Sólo podía llorar. Incluso quería gritar, gritar al viento todos esos "te amo" que se había guardado, reclamar todos esos besos nunca dados y todo ese cariño jamás demostrado, pero en su garganta había un gran nudo que a duras penas le permitía respirar.

Jin se había muerto y sentía que todo era su culpa.

Quizá si no hubiera hablado con ella por teléfono habría prestado atención a la calle. Quizá si ella no fuera una maldita sentimental él no habría ido en su busca. Quizá si no se hubieran conocido él habría sido feliz con alguien más, en lugar de preocuparse por ella, por si entraba en un ataque de depresión. Quizá si no fuera tan débil y estúpida como para cortarse las venas, su madre no se habría preocupado por ella y tampoco habría enfermado.

Quizá si ella no hubiera nacido, nada de esto hubiera pasado.

Oneshot's {Bangtan Boys} (Hiatus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora