- Es un cabrón. - dije.
- Hala. - exclamó Rubí.
- Es que es verdad. Creo que está tras mi poder. Imagínate que voy, y a lo lejos me doy cuenta de que es una trampa, y decido no ir. Él sabría en qué se basa mi poder. Es así de intuitivo y de... no sé cómo decirlo.
- Que sabe pescarte.
- Sí. Entre que lo odio y lo admiro. Pero bueno, lo usaré, al igual que él a mí, y todos contentos. Sólo quiero pasta.
- Bien. ¿Estás seguro de que quieres hacerlo?
- Sé qué es lo que quiero, pero no estoy seguro del método que estoy eligiendo. Hay muchos más, no tan eficaces, ni tan rápidos. Aun así ya di mi palabra. No me queda más remedio.
- Y más importante, ¿podrás hacerlo?
- Mierda...
Ella estaba en lo cierto. No era lo mismo mirar las cartas de mis adversarios que tenía enfrente, que mirarlas desde abajo. Apenas tenía dos días y medio para practicar. Le pedí ayuda. Vivíamos en un piso, en una urbanización un tanto pobre y marginal. No supe cómo hacerlo, hasta que recordé que el piso de arriba estaba vacío. Subí, forcé la cerradura asegurándome que nadie me viera, y colé a Rubí, quien afirmó estar acojonada.
- Tranquila, si hubiera algo o alguien, lo habría visto.
- ¿Pero si no pudieras verlo todo?
- Este ojo sí que lo ve.
Estaba asustada por la oscuridad y por quedarse sola en un sitio extraño.
- Sólo reparte las cartas, y míralas como si estuvieras jugando. Los profesionales no las tienen en las manos, sino que las levantan un poco para mirarlas, y las dejan contra la mesa. Aun así, sostenlas en tus manos, por si resulta que son idiotas.
- Vale... Eh, ¿y si viene alguien?
- Yo lo vería y subiría corriendo a ayudarte. Por favor, esto es importante. Ten el móvil a mano. Cada vez que te dé un toque, barajea, y déjala de nuevo sobre la mesa.
Nos despedimos con un beso. Odiaba tener que medio obligarla a hacer algo que no quería, pero era realmente necesario. Me senté sobre el sofá, miré hacia arriba y comencé a analizar una a una las cartas de la baraja, llegando hasta la que se situaba encima de todas. Mi ojo comenzó a agitarse inquieto. Tenía que enfocarlo en un punto determinado. Era muy difícil hacerlo. Primero, tenía que atravesar mi parche. Luego, el techo, la mesa, y una a una las cartas. No es lo mismo cambiar el enfoque a largas distancias, que cuando es tan pequeña la separación que debes girar muy poquito a poco el objetivo para ir viéndolas una a una. Las más importantes eran las que se situaban encima de la baraja, contando con alguna que descartaría el crupier. Mi ojo comenzó a dolerme. Era desesperante. Me estresaba y me agobiaba tener que hacerlo de esa forma. Mi cuerpo no tenía la suficiente paciencia ni temple para lograrlo.
Tras una hora interminable, tanto para mí, como para Rubí, la llamé para que bajase. Lo hizo de inmediato, pero todo su susto y toda su rabia por haberle pedido eso desaparecieron en cuanto vio mi estado y mi cara ensangrentada.
Procuró un pequeño grito, abalanzándose sobre mí, desesperándose. Yo también estaba realmente asustado. Todo con lo que había estado engañando a mi amigo para que no codiciase el ojo aún, había resultado verdad. Pedí a Rubí que lo llamase para que viniera. Mientras tanto me miré reflejado en un espejo. ¿Por qué no podía ver a través de una cámara, pero sí los reflejos? Suspiré, inquieto por tanta pregunta. Era como si la visión de mi ojo fuera un rayo que rebotaba contra el espejo y volvía a mí, desnudándome por dentro. Y no vi nada fuera de lo común. Incluso el ojo parecía como siempre. Además, cualquier daño ocasionado parecía estar regenerándose.
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El Ojo de Horus
Mystère / Thriller¿Qué harías con el poder de un dios? ¿Serías capaz de solucionar tu vida, de cumplir tus sueños, de llegar a ser lo que anhelas? ¿O todo seguiría igual...? El protagonista de esta historia vive lejos de su hogar, de su familia, porque necesitaba hui...