Parte 4: Fue culpa del gato !!!

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Clifford,  Clifford, Clifford.....es el gato Ragdoll más idiota del planeta Tierra.  Clifford:  un gato blanco, de manchas grises, cara de amargado y gordo como una pelota de baloncesto. Nada más llegar a la nueva casa, va y se escapa. Ese maldito gato... vive como un rey y aun así es la quinta vez que se escapa desde que lo teníamos.

Yo, desde pequeña, prefería tener un perro como mascota pero noooo, como era el gato de la abuela teníamos que tener a ese bichejo soso metido en casa. Lo que más odio de Clifford es que le tenía más cariño a mi ex-novio que a  mí  ¡Y eso que era yo la que le daba de comer!  Hasta recordar esa imagen me dan ganas de echar la pota por la ventana. Todavía sigo sin saber que veía en Jonh ¿Eran sus grandes ojos marrones, su pelo mojado y ondulado después de bañarse o su idiota sonrisa lo que me hacía babear? ¡Ay, no! Lo he vuelto hacer. " Venga, Rachel no tienes que acordarte de ese memo que te dejo".....mmm....."Vale, ya está ". Hacía tiempo ya de nuestra relación e intento no recordar le, pero hay a veces que es inevitable y eso me irrita.

Bueno, sigamos con lo del gato desaparecido. Como mis tres hermanos estaban ocupados  ayudando a mi padre con los muebles de la mudanza fui yo la encargada personal de encontrar a Clifford y traerlo sano y salvo. Antes de salir a buscarlo cogí una bolsa con comida de gato, su bola de lana mordida y una jaula por si a Clifford no le apetecía volver a casa por las buenas. 

 Digamos que lo de encontrar mascotas desaparecidas no era mi fuerte y menos si era esa bola de grasa andante.  Estuve buscándole durante dos horas enteras pero seguía sin aparecer. Cansada y sin ganas de buscar más al gato di media vuelta cuando...

-¡Miau!- oí un maullido cerca de donde estaba. Entonces, lo encontré dentro de un contenedor por donde sobresalía su blanca cola. Saqué un poco de la comida que había traído en la bolsa y la lancé dentro del contenedor para llamar su atención pero fue en vano, el muy  gordo tenía comida de sobra en el contenedor para alimentarle toda las semana.Como no tuve alternativa pasé al plan B ¿Adivináis cuál es?

-¡ UNO! ¡DOS! Y....¡ TREEEEES!-cogí carrerilla y salté dentro del contenedor. En cuanto estuve dentro el gato se puso nervioso e intentó escapar pero le cogí de la cola. 

- ¡Estate quieto pesado!- Clifford no paraba de arañarme y de chillar como un poseso.

Estaba asquerosa y mi camiseta de Elvis Presley  no podía estar más rasgada por culpa del gato. Lo bueno era que los que estaban por allí con cara de tontos no me conocían, así que nadie se acercaba ¿O era por qué desprendía una mezcla de olor a pañal sucio y pis de mono?

Pero, oye, hay que ser positiva al final había encontrado al gato o eso pensaba...

-¡Ehh tuuuuu!-me di la vuelta para ver quien era- ¡Devuélveme a mi gato ahora mismo!

Y entonces le conocí. Si pensáis que a quien vi fue al típico chico malo pero muy guapo que luego da la casualidad de que vamos al mismo colegio y acabamos enamorándonos; en dos palabras: Te Equivocas. En realidad lo que vi fue un orco de Mordor, eso sí, un orco con muy mala uva, alto y enorme como un armario aunque no sería más mayor que yo.  Tenía cara de pocos amigos aunque yo apostaría por ninguno.

Tolerar que estaba llena de moratones y que echaba un tufo horrible era demasiado, pero que además el gato que tanto me había costado cogerlo no era mío sino de un malhumorado dueño, me superó. Así que hice lo que mejor se me da hacer, salir pitando de allí. Como buena  y amable persona que soy mientras corría con todas mis fuerzas, se me olvidó devolverle el gato. Seguía corriendo pero él empezaba a alcanzarme, entonces torcí a la derecha y me escondí debajo de un coche, él pasó de largo sin darse cuenta que yo estaba allí escondida. 

Suspiré. Por fin lo había despistado aunque solo  por un tiempo porque seguramente volvería a pasar. No me di cuenta hasta que mire delante de mí, había un chico con Clifford entre sus brazos y el muy idiota le estaba ronroneando.

-¡ Ey, ese es mi gato!- corrí hasta donde estaba el chico. Solo cuando estuve al lado suya me fijé que era más alto que yo aunque no tanto como el orco de antes. El chico parecía algo sorprendido por la escenita que había montado antes.

 -Mira hacemos un trato yo te doy este gato- agarré al falso Clifford que se había pegado a mi camiseta y se lo dí- y tu me das a mi gato ¿vale?

- Eh..yo..- antes de que pudiera respondedle quité a mi gato de sus brazos y lo metí en mi jaula. Él seguía sin decir nada pero al gato no le importó cambiar de amo, es más en cuanto le di el gato éste empezó a lamer le la mano como si lo conociese de siempre.

-Así que aquí estas ¿eh?- el orangután apareció detrás nuestra, se le veía cansado por la carrera y con más mala uva.  Miré al chico que parecía desconcertado.

-¡¡Deja el gato y corre!!- él no se lo pensó dos veces y me hizo caso, soltó al gato y salimos corriendo en la misma dirección. Seguimos corriendo hasta el final de la calle.

-¡Vamos a dividirnos yo por esta calle y tu por la otra!- estaba cansada ya casi no aguantaba en pie.

-Vale, suerte

-Igualmente- nos separamos yo fui por la derecha donde estaba mi casa y él fue por la izquierda. No volví a verle ni a él ni al dueño del otro gato. Solo sé que fue un día de locos, estaba agotadísima y necesitaba un baño con toda urgencia. Mi madre se alegró de que hubiera traído a Clifford de vuelta a casa pero me dijo que mi camiseta la tenía que tirar por que estaba hecha añicos cosa que no hice porque adoraba la camiseta. Cené en mi habitación y me metí en la cama ha escuchar Alicia Keys hasta quedarme dormida.



Ni loca, guapoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora