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Niall se encontraba con su tarro de helado de un litro de chocolate en frente y sus galletas de colores acomodadas a un lado, un poco más allá de las gomitas y los caramelos que compró hoy, comiendo rápidamente, sentado en una de las mesas del centro en la cafetería de la universidad.

Para no ser un chico popular, si no todo lo contrario, tenía un muy buen lugar.

Tal vez era por lástima, tal vez porque siempre llegaba primero para marcharse primero. Tal vez era el destino. Quién sabe.

Él era un chico solitario en la universidad y en todas partes en realidad, a estas alturas ya no estaba seguro de si era por elección o no.

No entendía por qué, pero ya no le molestaba. De todas formas, amigos como los que veía por aquí, no era el tipo de amigos que él quería.

Y estaba aquí para ser músico, no para hacer amigos. Y entendía eso a la perfección. No necesitaba de más que de sí mismo para lograrlo.

Aunque a veces pensaba que era por su pelo.

Tal vez el color púrpura no le gustaba a todo el mundo como le gustaba a él, pero no iba a cambiar eso para agradarles a los demás.

Quizás eran las coronas de flores sobre su cabeza. Una vez alguien le había dicho que no debía usar ese tipo de cosas porque era un hombre.

Pero Niall nunca se sintió menos hombre por usarlas, así que no las iba a dejar de por una opinión que le resbalaba por su pálida piel.

Sabía de otras personas que no merecían siquiera ser llamados seres humanos, porque lo que hacían sí que era cruel, nada comparado con usar flores en la cabeza, así que no las dejaría de usar tampoco.

O quizás sea por su ropa. Al parecer, usar grandes sudaderas y camisetas de diversos equipos de fútbol, no combinaban con jeans ajustados, aunque eso es lo que menos Niall cambiaría. No tenía dinero para comprarse ropas de marcas o de moda como todos los demás.

De hecho, Niall no cambiaría nada de sí mismo para agradar a gente que no le agradaba. Y por aquí, nadie le agradaba.

No le gustaba la frivolidad de los populares, el desinterés de los deportistas, la superioridad de los cerebritos, tampoco la rareza de los raros y sobre todo, el dinero que todos ellos tenían, el lugar por el que pagaban, las cosas que podían comprarse y que él nunca ni soñaría.

Por eso no pertenecía a ningún grupo.

Niall era solo Niall y así le gustaba ser.

El pelilila sigue comiendo rápidamente, cuando nota que alguien se sienta en la silla frente a él. Se pregunta si es una persona ciega ya que nadie que ve, se sentaría con él. No levanta la vista, porque ni siquiera ellos le importan ciertamente.

La persona frente a él carraspea. Niall no está seguro si es para llamar su atención, pero no lo mira de para averiguarlo.

Comer es más importante que cualquier interacción social.

Pero sí mira a sus costados y nota que hay un grupo de un lado que lo está mirando a él, o a su mesa, en todo caso.

Es un grupo diverso, no puede detectar a que clase social pertenecen. Y no entiende porque lo están mirando.

—Estoy en una apuesta con unos amigos. El que te hace primero su novio, gana... ¿me ayudas?— Dice entonces, con voz ronca y hablando lento, el chico frente a él.

Niall casi se atraganta con su helado.

¿Eso es posible? No lo sabe. Pero casi le pasa a él.

Levanta la vista por fin para mirar al chico frente a él.

Mi mejor apuesta, Narry. Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora