Lágrimas de mar

68 5 2
                                    

Se dejaban mecer suavemente por las corrientes del océano, arrastradas hacia un destino desconocido. En el agua, calmada y silenciosa, las medusas raramente se detenían. Sus blandos y perlados cuerpos no dejaban de balancearse, surgiendo en ocasiones de entre las olas. Entonces, atrapando rayos de sol entre sus tentáculos, se hundían de nuevo con ellos hacia la infinita oscuridad de las profundidades marinas.
Por la noche, las medusas se acumulaban cerca de la superficie, formando una masa gelatinosa que era barrida y azotada por las olas.
Los barcos, cargados de turistas, se acercaban a contemplar el brillo celestial de las miles de medusas.
Al navegar cerca de ellas, les daba la sensación de estar rodeados de estrellas que habían caido al agua. Les parecía que surcaban el firmamento. Sin embargo, la luz de las medusas solo era un señuelo, una trampa sutil.
Extasiado por la belleza casi irreal de las medusas, alguien se inclinó mas de la cuenta sobre la barandilla del barco. Sus manos resbalaron sobre el hierro, grasiento y húmedo. Su cuerpo se precipitó al agua y se hundió entre las estrellas.
Las medusas amortiguaron la caida con sus cuerpos y lo cubrieron como una sabana mortuoria. Cientos de tentáculos se enredaron en sus miembros, llenando su piel de manchas rojas.
Mientras el barco se llenaba de gritos y el turista se agitaba en el agua, tratando de respirar y luchando contra la parálisis que le provocaba el veneno, las medusas se hundían con su nueva presa hacia el abismo oceánico.
Cada vez más y más rodeaban al turista, que se asfixiaba y gritaba. Ignorando su agonía, una pequeña medusa se metió en su boca. El turista se la tragó, aterrado. Se atragantó y sus pulmones se llenaron de agua.
Arriba, cerca del cielo y la vida, remos golpeaban y apartaban a las medusas en busca del turista. Abajo, cada vez mas cerca del infierno y la muerte, el turista, aún unido a la consciencia por un hilo, sentía como sus globos oculares explotaban y las medusas comenzaban alimentarse de el.

Barquitos de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora