II

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El móvil de Aaron sonó en cuanto entró al elevador. No reparó mí, completamente empapada y encogida en el otro extremo del cubo. Sacó su teléfono móvil y rió cuando leyó el mensaje instantáneo que acababa de recibir. Es increíble la cantidad de sensaciones que pueden provocar la sonrisa de alguien en otra persona. Cuando Aaron sonrió, mi estomagó se encogió igual que cuando estás en una montaña rusa. Movió sus dedos sobre el teclado táctil y lo devolvió al fondo de su chaqueta de cuero.

A sus espaldas, me felicité mentalmente por dejar mi móvil en vibrador. Sonreí y mi corazón dio un vuelco mientras veía Aaron Been revisar su móvil cada dos por tres. Quise pedirle que me diera un pellizco en el brazo sólo para asegurarme de que mis ojos no me estaban mintiendo. ¿Cuándo comencé a causar esos efectos en mi hermoso vecino? No lo sabía, pero me estaba muriendo de felicidad por presenciarlo.

El elevador se detuvo y las puertas comenzaron a abrirse. Aaron Been revisó su móvil por última vez antes de salir del cubo sin voltear a verme en ningún momento. Cuando fui capaz de liberar el aire que estaba conteniendo en mis pulmones, dejé salir un profundo suspiro. Puse mi mano sobre mi pecho sólo para asegurarme de que mi corazón continuaba en su sitio y no salió corriendo detrás de Aaron. Una vez que confirmé las funciones de mis órganos vitales y extremidades, salí del elevador dando pequeños saltitos hasta mi puerta. Busqué las llaves en mi bolsa que se había arruinado gracias a la lluvia, mis pies comenzaron a doler dentro de mis flats y mi sujetador seguía exprimiéndose sobre mis pechos. Sin embargo, nada consiguió que quitara esa sonrisa tonta de mi rostro.

Sacudí la cabeza al darme cuenta de cuán patética podía resultar Charlotte Brown. Sólo vi a Aaron sonreír y esperar un mensaje mío, pero me sentía como si acabara de hacer el amor dentro del elevador con él. En cuanto entré a mi departamento, saqué mi teléfono móvil y abrí el mensaje rápido que Aaron dejó.

Aaron: ¿Qué pasa contigo Lottie? No creí que existiera tanta humildad en ti después de darte la razón.

Sonreí tontamente y respondí de inmediato.

Lottie: Vaya señor Been, no sabía que careciera de humildad. Sin embargo, soy una persona cuyo ego no se eleva a las nubes con unas cuantas palabrillas.

Aaron: Usted sí que me inquieta. Debe saber que es la única mujer que ha tomado mis halagos como simples palabrillas, cualquiera en su lugar ya estaría sin bragas sobre mi cama.

¡Es así como estoy! ¡Dios! ¿Cómo puedes no darte cuenta?

Lottie: Lamento profundamente ser la responsable de su ego herido, pero debo informarle que mis bragas están en su lugar y se niegan a buscar algún otro.

Aaron: ¿Cómo son las bragas que llevas puestas en este momento?

Realmente describirle mis bragas no era algo que me hiciera sentir confiada. Sobre todo si se encontraban empapadas y probablemente fueran sustituidas con unas más feas que las que solía usar mi madrastra. Mordí las uñas de mi mano izquierda y solté el botón de mis vaqueros con la otra, mientras pensaba en una respuesta digna de una mujer sensual de veinticinco años.

Lottie: ¿Y sí confieso que no traigo unas...?

Pasaron dos minutos enteros. Aaron no respondió. ¡Dios! Ahora sí que había fastidiado todo. Todo.

Generalmente las intervenciones de Lottie en mi relación con Aaron Been resultaban maravillosas, siempre tenía una respuesta a los comentarios de mi vecino, sabía qué responder cuando él le hablaba de temas complejos, conocía un poco sobre arte e historia y aunque la política y las leyes jamás fueron lo suyo; nunca lo decepcionaba. Era precisamente Lottie quién llevaba la pauta dentro de la relación, Charlotte era más como una fangirl que gritaba de alegría cuando Aaron se ponía en plan seductor. No obstante, cómo buena bruja que era, a veces Lottie me abandonaba cuando más la necesitaba.

Cómo enamorar a mi vecino y no morir en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora