10
Vulturis
Estaba completamente consciente de que mi petición sería vista como una locura, sobre todo por ser hijo de mi padre. Pero no estaba dispuesto a obtener un "No" por respuesta. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para obtener lo que necesitaba.
Mi padre me había hablado muchas veces sobre ellos. Sería muy fácil lograr encender su ira.
El vuelo transcurrió lentamente, me concentré en tratar de controlar el dolor que destrozaba mi cuerpo. Quería gritar con todas mis fuerzas, maldecir la vida, el destino a Dios si es que existía. Estaba seguro de no poder superar nunca el gran dolor que del cual era víctima, quizás solo la muerte mitigaría el dolor que se había encapsulado en mi pecho.
Llegamos a nuestro destino sin inconvenientes ni demoras. No reparé demasiado en el automóvil que "tome prestado". En estos momentos no estaba para remordimientos de ningún tipo y sin tomar precauciones me lance por la carretera camino hacia Volterra.
Solo disminuí un momento mi velocidad cuando divise la ciudad en lo alto de la colina, debían ser unos 550 metros de altura más o menos si mis cálculos no me fallaban.
Rápidamente subí por la Viale dil Ponti, bordeando la muralla medieval. Seguí hasta el parquink subterráneo casi repleto, que se encontraba bajo la Piazza Martiri della Libertá, ingresando a la ciudad por el Arco Etrusco.
Turistas de todas partes se unirían mañana a los más de 11.300 habitantes de la ciudad, para celebrar el día de San Marcos. Tendría muchos espectadores si las cosas no salían como yo esperaba. Esta era otra ironía del destino, pero no podía ser mejor para mis propósitos.
Camine lentamente por la gran plaza que se abre apenas se traspasa el arco. Eran eficientes en su trabajo y ya habían notado mi presencia.
Doble a la derecha en un callejón y por fin me interceptaron.
—Buenas noches Me dijo unos de ellos— Eran dos y lo único extraño o fuera de lugar en su apariencia, era el color de sus ojos, pero estoy seguro que ningún humano se acercaba lo suficiente para notarlo y seguir con vida. Vestían pulcra y modernamente, era fácil confundirlos con turistas comunes y corrientes.
—Buenas noches a ustedes también caballeros—
—¿Que le trae a nuestra ciudad? —
—Traigo una petición a los antiguos señores—
— ¿Y por qué cree que lo recibirán?—
—Mi nombre es Edward Cullen y lo harán señores, se los prometo—
—¿Cullen? Mmm... Pues eso lo veremos, seguidme—
No tardamos demasiado en llegar a otra plaza que por la concurrencia y la gran activad que en ella se realizaba supuse que debía ser la Piaza dei Priori, centro neurálgico de Volterra.
No nos detuvimos en nuestra marcha y nos deslizamos por una estrecha calle sin salida, al sur de la plaza.
—Debe disculparnos— Dijo el vampiro sin mirarme. — Se supone que ya no es hora de visitas. El acceso al palacio ya está cerrado—.
Ingresamos por una puerta que se encontraba escondida al final del callejón. Era de concreto solido y solo la fuerza de un vampiro podría moverla.
Nos encontramos entonces en una pequeña habitación sin puertas ni ventanas. Si un humano hubiera entrado en aquel lugar no habría podido ver nada ya que ni un solo rayo de luz ingresaba en aquel lugar.
Dos grandes y gruesas cadenas estaban adheridas al suelo donde aparentemente había una puerta.
Con una mano el vampiro tiró de ambas. Lentamente se fue abriendo hacia atrás la pesada piedra. Podía ver que le costaba hacer aquello con una sola mano, pero solo lo hacía para demostrarme lo fuerte que era.
—Seguid por favor— Me dijo cuando tuvo la piedra verticalmente sobre la entrada.
Descendimos unos tres metros. Ante mis ojos había un corredor en declive, de unos 10 metros de longitud. Al llegar a final, el corredor se abría a derecha e izquierda y a su vez se unían a ellos otros túneles. Seguramente era una elaborada red diseñada para que los vulturis se movieran libremente de día o de noche sin ser molestados por ojos curiosos. Después de recorrer la intrincada red de túneles llegamos a un elevador que nos llevo cuatro pisos arriba, para luego salir a otro corredor solo que ahora era más humanamente cómodo. Sin embargo carecía completamente de ventanas, más bien parecía un mausoleo.
No tardamos demasiado en llegar al corredor donde a al fin pude ver, sentados en alguna clase de tronos, a Aro, Cayo y Marco.
Eran tal y como los había visto en la mente de mi padre. Solo parecían más... transparentes. Tan antiguos, tan delicados y la vez tan fuertes.
—¿Qué nos has traído esta vez, Demetri? ¿Algún curioso tal vez? —
—Me temo que no esta vez mi querido Alec, no esta vez—. Dijo el interpelado.
—Mmm pues eso está muy mal, creo que no nos quedará más que esperar hasta mañana para divertirnos—.
Para entonces ya habíamos despertado la curiosidad de todo aquel que se encontraba en el lugar.
Aro fue el primero en hablar.
—Demetri, bienvenido. ¿Quién te acompaña esta noche? — Le dijo Aro lleno de curiosidad.
—Mi señor. Se ha presentado en la ciudad y a pedido hablar con vosotros—.
—Y supongo que tienes una muy buena razón para haberle traído a nuestra presencia. ¿No es así? —
—Mi señor, te pido disculpas, no ha sido mi intención el haberlos importunado, es solo que ha dicho que es Edward Cullen—
—¿Sera posible?...Acércate Demetri querido, déjame ver todo—
Estiro su mano hacia delante y Demetri se acerco rápidamente para tomarla.
Mi padre me había hablado de los poderes que ellos tenían, y de cómo se habían transformado en lo que hoy son.
Nadie sabe con seguridad cuantos años realmente tienen, pero se presume que su nacimiento humano fue el 1000 antes de Cristo aproximadamente.
Pude comprobar la capacidad de su poder. Al tocar Aro la mano de Demetri vi en su mente todo lo que había sucedido desde que fui conducido a los túneles.
Después de pensar un momento en ello agregó:
—¡Edward! Por favor acércate—. Dijo mirándome ahora. —A si que lo ha logrado, después de todos estos años ha logrado encontrar a otro que comparta su visión. Había tenido noticias sobre mi querido Carlisle, pero esto es diferente, esto es otra cosa. El poder comprobar por mi mismo que es verdad, no tiene precio—.
—Marco, Cayo. Mirad quien nos hace una visita, mirad—.
Era extraño el verme reflejado tras de todos aquellos ojos rojos, formando una imagen de mi mismo de 360 grados en mi mente.
—Formidable—. Agrego Cayo mirándome fijamente. —Veo que compartes el mismo color de ojos de tu padre. Efectivamente nos habían llegado relatos sobre un clan de ojos color ámbar y estábamos seguros que se trataba de nuestro testarudo Carlisle, pero como dice Aro, el presenciarlo con nuestros ojos es simplemente delicioso—.
—Cuéntanos como esta nuestro querido amigo—. Dijo esta vez Marco.
De los tres, este era el que más llamó mi atención, una extraña nube giraba detrás de sus pensamientos.
Recordé algunos fragmentos, que rara vez veía en los pensamientos de mi padre.
Marco junto a una mujer, siglos y siglos atrás. La muerte de ella y el gran dolor que carga, supongo que hasta estos días.
Traté de leer su mente, pero aquella extraña nube no me dejaba ver nada más que una extraña sensación de tranquilidad. Me concentré nuevamente en el presente y en lo que movía a estar en este horrible lugar.
—Mi padre está muy bien y....—
—Pero mi querido amigo—. Dijo Aro acercándose hasta mí. Un séquito de vampiro se movió tras él.
—¡Mi señor! — Dijo una hembra mientras se plantaba delante del .
—Esta bien querida, todo está bien—. Le tranquilizo Aro levantando su mano. — Edward, si me permites, quisiera verlo por mí mismo. ¿Puedo? —. Pregunto acercando su mano.
—Adelante—. Dije entre dientes aquello no me hacía mucha gracia ya que si mi padre tenía razón, no solo lo vería a el, si no que todo recuerdo que guardo en mi memoria.
Avanzó un paso más, hasta tocar mi hombro.
Uno tras otro los recuerdos fueron filtrándose en su mente y haciendo eco en la mía.
Mis primeros años junto a mi padre y Esme. Mis años rebeldes, nuestra separación de ellos y mi vuelta a la familia.
Mis hermanos. Alice, Jasper y sus asombrosas habilidades. Rosalie, Emmett. Todos los grandes recuerdos que han marcado mi existencia. Los bosques de Forks. Mis piezas de música, mis solitarias carreras y mis noches sin fin.
Uno tras otro fue robando los recuerdos de mi vida. Hasta que inevitablemente llegamos hasta el día en que ella se estrello contra mi vida. Sus ojos, su sonrisa. Mi incapacidad para leer sus pensamientos. El incidente en biología, el aroma del primer día, mis deseos de matarla. Mi deseo por su sangre, su aroma en mi nariz y mi boca... sus besos, mi mano recorriendo sus cabellos. Mis noches de fantasma infiltrado en su dormitorio, la sensación de mi cuerpo cuando estoy junto a ella. Nuestros días, nuestro amor. James, la cacería de Victoria, la angustia al correr al estudio de ballet. La felicidad al encontrarla y la desesperación, el placer y el miedo al succionar el veneno de su brazo.
Con cada visión mi cuerpo se iba arqueando un poco, golpeado por el dolor de sentir la réplica de mis recuerdos.
—Por... favor—. Logre decir en voz baja.
—Solo un momento mi amigo, solo un momento más, esto es sumamente... interesante—. Dijo Aro.
No soltó mi hombro y mis recuerdos siguieron filtrándose a su mente.
Mi creciente deseo por ella, mi amor sin fin. Hasta llegar al maldito día de su cumpleaños y el incidente con Jasper. Nuestra separación y el terrible e interminable dolor que sentido todos estos meses al correr como un tonto tras Victoria.
El ritmo fue disminuyendo a medida que llegábamos hasta el día de ayer, pasando con más lentitud los minutos en el momento en que comprobé que Bella estaba efectivamente muerta. Mi decisión de terminar con mi existencia y mi resolución de hacerlo a como de lugar.
Aro soltó mi hombro en medio de un jadeo. La hembra que permanencia muy cerca a el lo tomo rápidamente por los hombros lanzándome una fiera mirada.
—Estoy bien querida, estoy bien. No te preocupes es solo.... es solo que jamás había podido ver y sentir tanta intensidad. Es increíble mi querido Edward. Por favor perdóname, fui tras el recuerdo de tu padre y terminé por robarme todo tus recuerdos—.
Se alejo de mí para tomar nuevamente asiento, mientras pensaba en todo aquello que acababa de ver.
—A sí que tu hermana Alice "vio" a tu humana saltar hacia su muerte —
—Bella, se llamaba Bella—.
Pero yo podía llamarla amor, vida. Sueños, esperanzas. Mi única cordura. Todo eso era, todo aquello cabía tras su nombre.
Pero ya no me queda nada.
—Así es. La vio saltar y no salir a la superficie—.
—¿Y no existe alguna posibilidad de ella se hubiera equivocado en aquella visión?—
—No estaría hoy aquí si ella lo hubiera hecho—
—Interesante.... y dime... Tu don... ¿Cómo funciona?—
—Sinceramente no lo sé, es algo que solo pasa, es algo que he traído conmigo desde mi humanidad—
—¿Y funciona con toda gente? ¿Con todos los que nos encontramos aquí presentes? —
—A si es—
—Pero con ella no funcionaba—
—No, nunca sabía lo que pensaba—. Logre decir en un hilo de voz.
"¿Y con migo también funciona?" Me dijo en su mente Cayo, sacando la imagen de Bella de mi mente por un minuto.
—Si, también funciona. —
Aro, siguió la dirección de mis ojos hasta ver la cara de asombro de Cayo.
—¡Formidable, formidable! — Dijo este dando grandes y alegres aplausos. Los vampiros reían de felicidad al ver que Aro que divertía enormemente a mis costillas.
¿Cuanto más debería soportar esta humillación? Decidí que ya era hora de retomar lo que me había llevado ahí de una vez por todas.
—Me alegra que lo hayáis visto, es por esta razón que hoy me presento ante ustedes. Solicito su ayuda para terminar con existencia—.
Los demás miraban a Aro, un tanto impacientes por saber lo que realmente sucedía.
—Mis queridos— hablo entonces. —Efectivamente este hermoso joven que hoy se nos presenta es Edward Cullen y nuestro querido Carlisle no solo goza de buena salud, sino que tal como nos había informado, ha encontrado a otros que comparten su visión de esta existencia.
Edward ha recurrido a nosotros, pero sin el conocimiento y la autorización de su padre, a solicitarnos que terminemos con su existencia—.
El salón fue envuelto por un murmullo de voces. Nadie daba crédito a lo que estaban escuchando.
—Silencio, silencio amados míos. Tal como lo habéis escuchado. Pero aquel no está harto de la vida, ni se ha vuelto loco tampoco. No. Él está plenamente consciente de lo que está haciendo. El ha perdido algo que amaba demasiado. Algo que amaba más que a su propia vida. Este chico que ven aquí se ha enamorado de una humana—.
El murmullo se hizo ahora mucho más fuerte en la sala, algunos reían y otros daban grandes aplausos, como si estuvieran viendo el mejor de los espectáculos circenses.
—Si, así es. Tal como lo habéis escuchado. Pero por favor, silencio, silencio. Aquello no es motivo de risas. Ya hemos tenido antes casos como el suyo, no es motivo para escandalizarnos.
Ese es el verdadero motivo que lo ha traído hoy a nosotros. Desafortunadamente la joven en cuestión a fallecido y al parecer de manera desafortunada.
—A si es, eso es lo que me ha traído hoy ante ustedes esperando que terminéis con mi sufrimiento—.
—Esta es una decisión muy difícil de tomar, no podemos llegar y decidir. Te pedimos por favor que nos dejes unos momentos mi querido Edward—.
—Por favor, debéis escucharme, se los suplico. Estoy decidido a hacer lo que sea necesario— Les dije fieramente apretando mis puños hacia ellos.
En ese momento la sala entera quedo en silencio, las miradas pasaban de mi cara a la de Aro que me miraba ahora sin apartar los ojos.
Transcurrió un largo minuto en que nadie hizo ruido alguno, hasta que Aro dejo escapar una enorme risotada.
—Veo que tienes la misma determinación que tu padre. ¡Demetri, Felix!. — Les llamó. Enseguida acudieron a su lado y se instalaron a su derecha e izquierda.
—Maestro, ¿En qué podemos servirle?—. Dijeron a dúo.
—Acompáñenlo, y no le hagáis daño... Aquello aun está por verse—. Ellos se dieron vuelta e intercambiaron cómplices miradas
Ahora era yo el que les miraba desafiantemente.
Quince minutos. Espere quince minutos por su respuesta y solo me tomo un segundo ver cuál había sido su decisión.
Como al parecer era costumbre entre ellos, fue Aro el que entrego su veredicto.
—Piensa mejor lo que te propones, le causarías una gran pena a tu padre. No queremos hacernos cargo de ese dolor, no podríamos soportar la eternidad sabiendo que le hemos herido de esta manera. Sin embargo podemos ver que eres un joven talentoso en muchos aspectos, tal vez quieras ser parte de nuestra familia, soportarías la eternidad en nuestra compañía.
Claro que no te forzaríamos a hacer nada que no quisieras. Veras, tu padre también vivió junto a nosotros, seguramente el te ha hablado de ello.
Nosotros nunca lo forzamos a aceptar nuestra forma de vida...
Podría ser lo mismo para ti. Únete a nosotros, estarías entre nuestros preferidos, tal vez estarías primero que todos ellos—.
La codiciosa mente de Aro giraba en torno a mi habilidad por "ver" los pensamientos de los demás.
Envidiosamente comparaba su poder con el mío, aquello era algo que quería para si mismo. El tener que estar en contacto era un fastidio para él, sin embargo mi habilidad le resultaba mucho mas.... practica.
—Que te parece nuestro ofrecimiento—.
—Es todo lo que podemos hacer por ti—. Dijo ahora Cayo.
— No es lo que esperaba. Estoy determinado a terminar con mi existencia. Con o sin su ayuda—. Les dije desafiantemente.
—La única forma en que terminaríamos contigo seria por obligación— Prosiguió Cayo.
—¿ Todo esto por una simple humana? Desprecias toda la eternidad, desprecias lo que te ofrecemos, solo por una humana? — Dijo muy ofendido Aro. No comprendía cómo podía despreciar lo que el consideraba un honor.
—Pues morir es mucho mejor que pasar la eternidad junto a seres tan despreciables como todos vosotros—. Gire mi cuerpo apuntando a todos los presentes en la sala.
Felix dio un paso hacia el frente, mientras Jane y Alec miraban a Aro a la espera de alguna señal.
La mente de Aro dudó un momento como reaccionar por mi falta de respeto. Pero su codicia era más grande que su orgullo.
—No es necesario que te disgustes tanto Edward, como veras no somos los terribles seres que tú crees que somos—. Dijo ahora, utilizando un tono conciliador. —Estaríamos muy sentidos si tu padre te hubiera dado esa idea de nosotros—.
Lamente terriblemente mis palabras, no quería arrastrar a mi padre y a mi familia.
—No es mi padre el que me ha dicho algo sobre vosotros, lo veo, lo leo en sus mentes. No quieren terminar con migo solo porque desean que me una a su aquelarre. Pero eso no sucederá, tendrá que matarme de todas formas. No tengo pensado abandonar la ciudad y contra eso no pueden hacer nada. Me expondré ante los ojos humanos si es necesario y con ello los descubriré también a ustedes. Estoy hablando enserio. Mátenme, terminen con migo ahora, es vuestra única salida. Mátenme o aténganse a las consecuencias—.
—No es muestra intención el hacerte daño, mi querido niño. Ponte en nuestro lugar—. Agrego Aro pasando por alto mis palabras desafiantes.
—Claro que si hicieras cualquier cosa que atentará contra nuestras reglas no dudaríamos en aplicar nuestras leyes en tu contra—. Dijo impacientemente Cayo.
—Eso es lo que espero—. Le dije apretando mis puños. —Con ello cuento—.
—0—
Camine sin rumbo por la ciudad, consiente que me espiaban en todo momento. No me habían obligado a dejarla, posiblemente porque no querían que causara daños en otro lugar. Era más fácil terminar con migo aquí y ahora.
A cada paso surgía una nueva idea. Era tan fácil el provocar mi muerte.
Delante de mi surgió un grupo de turistas mexicanos, eran 3 hombres y mujer. Ellas tenían el cabello largo y negro como el azabache. Vestía unos vaqueros y una blusa sin mangas. Dejando al descubierto su largo cuello y su piel levemente morena.
Pensé en un momento en atacar a aquel grupo, mataría a los hombres y me alimentaría de chica. Uno por uno lentamente les rompería el cuello mientras ella, seguramente lanzaría gritos de horror. Seguramente con ello lograría captar la atención de todo el mundo en el lugar. Después le rompería el cuello y le estrujaría hasta la última gota de sangre, si es que los vulturis no me detenían primero...
Sacudí mi cabeza mientras el grupo pasaba a mi lado, soltando alegres risas. Por un momento mis ojos y los de la chica se encontraron, solo por un momento. Intimidada busco la mano de su compañero, pero dejo pasar mi presencia y no fui más que un hombre demasiado pálido en sus pensamientos.
Después de todos estos siglos no podía terminar mi existencia de esta manera. No podía con mi último acto desilusionar de tal forma a mi padre. Era lo único que podía hacer por el. Morir dignamente, morir como un Cullen.
Decidí el seguir mi primer plan ya estaba comenzando a amanecer y dentro de pocas horas el lugar estaría repleto de gente.
Me agazape en las penumbras de un callejón colindante a la Piaza dei Priori.
Solo debía aguantar un par de horas y todo habría terminado.
Dicen los humanos que cuando se está delante de la muerte la vida pasa ante los ojos. ¿Cómo sería para un vampiro?
Seguramente unos cuantos minutos no serán suficientes para completar mi vida ni siquiera para los minutos más importantes. Es imposible el revivir todo un año en un minuto.
Estaba agradecido de mi padre por darme aquella segunda oportunidad de vida. Aprendí muchas cosas en esta nueva existencia. Aprendí sobre el cariño y la confianza. Esme se convirtió en una verdadera madre para mí. Sé que ella también me considera su hijo. Quisiera poder ahorrarle el tremendo sufrimiento por el cual seguramente está pasando, si hubiera otra salida la tomaría. Pero lamentablemente no la había.
Alice, Emmett, Jasper y Rosalie. Carlisle y Esme.... mi familia... Adiós a todos, tratad de seguir adelante. Estoy más que seguro que la vida será más fácil sin mí.
La existencia está diseñada en parejas. Solo así se logra el equilibrio. Yo siempre seré el que marque la balanza. No quiero una existencia en soledad. No ahora, no después de ella.
Bella... ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué no cumpliste tu promesa? Yo habría vuelto. Mi corazón te pertenecía. No podría vivir por más tiempo sin él, sin ti...
Me despoje de mi camisa, comprendí lo que debía hacer. Sería como aquella vez en el prado, cuando le dije que la amaba por primera vez. Tal vez pueda vivir eternamente en aquel momento. ¿Me esperará ella ahí?
Recordé aquel día como si fuera ayer...
Bella caminaba bajo los rayos del sol. Sus cabellos brillaban con hermosos reflejos rojos.
Recuerdo como se asusto un momento cuando pensó que estaba sola... mi Bella.
Recuerdo como vencí mis miedos mientras abrían uno por uno los botones de mi camisa, cerrando los ojos para exponerme completamente bajo los rayos del sol.
No podía imaginar una mejor forma de morir que aquella.
El tiempo avanzo inclemente mientras me refugiaba en mis recuerdos y el primer tañido de campana me anunció que ya era hora.
Este ya no era lugar para mí. No viviría un día más en un mundo donde ella no estuviera. Su fin, el fin de mi existencia. Unidos como uno solo, unidos como el día y la noche, como la arena y el mar. Como el cielo y aire.
Camine lentamente por el oscuro callejón, acercándome a cada paso, con cada campanada hacia mi fin con los ojos cerrados.
Aquí ya nada quedaba para mí. Junto a ella se desvanecía la vida, los sueños y esperanzas. No estaba dispuesto a vivir entre sombras como si mi vida fuera una noche eterna. Sin ella no me quedaba nada. A unos metros el gentío lanzaba gritos de alegría mientras mi corazón lloraba lo que mis ojos no podían.
Apreté mis puños, pronto el sol tocaría mi torso desnudo y todo terminaría.
Sol, voy hacia ti.
...Sol... hazme tuyo...
Di el último paso hacia mi muerte, esperando que todo terminara pronto. Esperando que mi padre tuviera razón y ella esperara por mí.
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Noche Eterna (Acabada)
VampireEs la contunuación de Sol de medianoche. Esta historia es de ALEXA CULLEN, NO ES MÍA. Es el libro de Luna Nueva contada por Edward y es un fanfic.