Me asomé a la ventana y la ví cruzar el paso de cebra.
Al llegar a la otra acera se giró y miró hacia mi edificio.
Y me saludó con la mano. Yo le correspondí también.
La observé mientras caminaba.
Sus andares seguros.
Su cabello rubio bailando al ritmo del viento.
Estaba empezando a perder la cabeza por esa chica.
Y eso me preocupaba.
Porque ella podría hacerme mucho daño con solo chasquear los dedos