Nuevo día, vida nueva.

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Nuevo día, vida nueva. Había pasado todo el día sin parar a comer si quiera, estudiando tratamientos anteriores aprobados contra esta enfermedad. Había encontrado dos tratamientos médicos: los bifosfonatos y una dosis controlada mensual de la hormona del crecimiento. Sin olvidarse de la rehabilitación que deben seguir los pacientes desde pequeños y la posible cirugía. Éstos no permitían una curación completa pues estaba comprobado que dura toda la vida del paciente, eso si, por el momento. Todo esto no era nuevo para mí. Mi hermano estaba conviviendo con esta enfermedad siempre, y él de alguna forma también. Ya que le ayudaba en todo lo que podía.

Repasando algunos compuestos químicos de los bifosfonatos averigüé que no es un medicamento utilizado únicamente en esta enfermedad, sino que también servía de tratamiento para cánceres de mama y próstata. Éste tratamiento no había tenido efectos secundarios y era eficaz en adultos, mientras que en los niños, se habían descubierto casos con un efecto secundario que a nadie le habría gustado sufrir. Una parálisis en las piernas, debido a que una hierba medicinal, la verdolaga, original de Perú, en grandes cantidades en un niño afectarían a su médula espinal, produciendo la parálisis.

Comprobé las fichas en donde constaban todos los pacientes con su historial clínico y había un dato que me llamó la atención. Es verdad que había diversidad de géneros y etnias, pero todos eran adultos. Y no podía faltar el nombre que hizo hervir mi sangre. Kyle Tarner. A ése maldito científico lo conocían hasta en el polo norte. Me había estado robando todas mis investigaciones llevándose él todo el prestigio, mérito y reconocimiento que le concedían por sus supuestas averiguaciones. Había ganado mucho dinero, que era lo menos que me importaba ahora mismo, y muchos premios concedidos por su vida dedicada a la ciencia, y la mayoría deberían haber sido para mí. En esas investigaciones estaba mi sudor, mi cerebro, mis estudios, todas las sacrificios que tuve que hacer, todo lo que era, pero nunca pude pararle los pies, culparle de sus robos hacia mí, siempre salía de ellos de rositas. Lo que más me dolía era que siempre quedaba yo como el envidioso de Kyle por todo su éxito. 

Un día decidí no informar a mi superior sobre mis investigaciones y mejoras buscando una hierba que ayudará a mejorar la artritis. Y por supuesto que la encontré. Además iba ayudar a estimular la circulación y las alergias más comunes. Se trataba de una infusión de ortiga que con la medicación anteriormente descubierta aceleraría las mejoras y las molestias serían más livianas. Tras mi experimento y un par de pruebas en animales, le presenté mi investigación a mi superior. Se produjeron las pruebas en adultos y tras una increíble respuesta por los pacientes se lanzó al mercado. Fue un éxito mundial. Y con ella, gané mi primer premio nobel.


Osteogénesis Imperfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora