Visita tal vez esperada.

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Eran las nueve y media de la noche cuando recibí una llamada de la comisaría. Habían encontrado al que yo lo había bautizado como el obsesionado fan de la modelo que había vivido en mi piso. Maldije por tener que cerrar la puerta de mi casa que acababa de abrir, pues se había vuelto pesada con cuatro cerrojos de seis vueltas cada uno, y con llaves distintas obviamente, y por si fuera poco tenía que volver a poner la alarma con una contraseña tan rara que cada vez que quería entrar o salir de mi casa tenía que mirar en mi móvil el código. Sí, puede que sea un genio en las ciencias, pero definitivamente la contraseña de la alarma se me escurría.

Al llegar a la comisaría lo primero que vi fue al mismísimo Kyle Tarner sentado en la sala de interrogatorios. No puede evitar mi sorpresa al verlo ahí. Se suponía que debía de estar en Inglaterra trabajando en un nuevo proyecto sobre buscar una posible cura al daño cerebral traumático cerrado grave, o planeando a qué químico podría robárselo, quién sabe.

Un oficial me condujo hasta la misma sala en la que estaba Kyle. Decir que me había quedado en shock era quedarse corto. El oficial me había comentado en nuestro pequeño trayecto desde la entrada hasta la sala que mis suposiciones sobre que el asaltante fuese algún fan de la modelo eran erróneas. Era un científico de renombre que había estado intentando forzar mi puerta de nuevo, pero como no pudo, se dirigió a la escalera de incendios en donde los policías le habían encontrado rompiendo una ventana y al momento había sido detenido. Antes de volver a casa tendría que pasar por la tienda de mi buen amigo José a preguntarle si me la podría reparar.

El oficial Capdevila me dejó a solas con Kyle mientras iba a por su compañero para tomarnos declaración.

Sin previo aviso Kyle me contó como en la universidad de Oxford me envidiaba por mi facilidad en comprender las fórmulas, y por mi rapidez en encontrar repuestas y errores en compuestos químicos. Que al principio me robaba mis investigaciones porque yo era capaz de realizarlas en un tiempo récord y con un resultado fabuloso y que en cambio él, en mucho más tiempo, sus resultados eran muy mediocres.

 Al final, el robármelas se volvió en un hábito para él, y que en consecuencia su mente odiaba trabajar y pensar cuando intentaba hacer las cosas por sí mismo y acababa yendo por el camino fácil, quitándomelas. Y como eso le trajo mucha fama y prestigio, además de numerosos premios, si ponía su nombre a mis proyectos daría igual lo que yo dijera, pues no podía competir contra un científico de renombre. No le importaba si a algún paciente no le hacía efecto o padecía efectos secundarios, achacaba el problema a la persona en vez de que podría tener algún fallo el tratamiento. Demasiado tarde comprobó que a pesar de que fuera yo tan bueno en lo que hacía, podía cometer algún error o pasar algo por alto. Al fin y al cabo soy humano, y cometo errores.

 Fue demasiado tarde pues muchas personas habían empeorado con el tratamiento e incluso algunas habían llegado a perder la vida. Se disculpó por todos los errores que había cometido conmigo y me pedía ayuda. Sí, ayuda. 

¿Increíble, verdad? 

A su mujer embarazada en una prueba de embarazo, le habían diagnosticado a su futuro hijo osteogénesis imperfecta, y Kyle como haría cualquier padre, estaba preparando su casa, buscando tratamientos aquí y allá para que cuando naciera su hijo, William, pudiera vivir lo más cómodo posible. Su padre desesperado buscaba nuevas curas y con ello descubrió que yo estaba trabajando en eso que el tanto ansiaba buscar en PuigLab. 

Había registrado mi casa varias veces buscando datos y la investigación que estaba llevando a cabo. Prometió negar mis anteriores investigaciones como suyas y darme crédito, además de dinero y muchísimas más cosas. En definitiva, estaba dispuesto a dar su vida y todo lo que tenía por una cura para su hijo.

Le perdoné todos sus errores. Le dije que todo lo que me ofrecía se lo podía quedar, incluso mis antiguas investigaciones y le prometí que le ayudaría lo mejor que sabía pero que iba a necesitar su ayuda.

 Pasé mi bata de PuigLab por encima de la mesa. 

Mirándole a los ojos le dije que a las siete de la mañana del lunes le esperaba en mi laboratorio. 


Osteogénesis Imperfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora