velorio no planeado

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En aquella funeraria había dos guardias, uno debía encargarse de la parte de afuera, y había otro guardia que pasaba todo el tiempo dentro. Pero esa noche el frio era tremendo, un aire helado empezó a soplar y en un instante ya estaba lloviendo. Así que Roberto entró al edificio a refugiarse, era ya de madrugada, las luces estaban apagadas, y no podía encontrar a su compañero, que parecía estar dormido porque no respondía al llamado en la radio.

Con algo de nerviosismo Roberto comenzó a gritar el nombre de su compañero. Y de pronto… la puerta de una cámara de velación se abrió, y se escuchó un dolido –agrrrr-El pobre hombre ya estaba listo para correr al escuchar que unos pasos se acercaban, y una sombra empezaba a asomarse… pero para su tranquilidad era solamente el otro guardia, que venía estirándose y balbuceando después de un buen sueño.

Los dos se rieron un rato. Gerardo volvió a la sala donde descansaba pero en un instante volvió a salir, pálido y asustado diciendo que había una vieja sentada en el sillón, los dos fueron juntos, encendieron las luces y efectivamente ahí estaba, mirando fijamente un ataúd.

Gerardo quedó muy sorprendido, porque ni siquiera sabía que ahí había un cajón, no vio que alguien se acercara a velar, y siempre estuvieron las luces apagadas. Todo el tiempo que durmió ahí ni siquiera se percató de la anciana, la funeraria ya había cerrado no se suponía que estuviera ahí.

Intrigados se acercaron a averiguar, pero antes de preguntarle algo, ella dijo: -Preséntenle sus respetos al difunto- los dos hombres avergonzados fueron hasta el ataúd y vieron que quien descansaba en el, era la misma viejecilla del sillón. Que con una tristeza profunda en el rostro, les pedía que la acompañaran esa noche a velarse a sí misma porque todos los demás la habían olvidado.

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