Me despierto con el bello sonido de mi despertador, que suena como una bella golondrina cantando a sus polluelos al amanecer, posada en la rama de un cerezo... MENTIRA. Este artilugio del diablo suena como si alguien pasara las uñas por una pizarra. Precioso sonido, ¿verdad? Pues con eso me levanto a diario.
Me siento en el borde de mi cama de edredón azul turquesa y poso mis pies en el frío suelo de madera, dando un respingo cuando la piel caliente de mis pies entra en contacto con éste. Rápidamente, me recupero y emprendo mi camino hacia la cocina, en la que realizaré la dura tarea de, desayunar. Bajando las escaleras, vislumbro a mi hermano deambulando por la planta baja con el pelo despeinado y con cara somnolienta.
No tiene pinta de haber dormido mucho, como es habitual en su aspecto todas las mañanas, y por ello, decido iniciar una conversación tranquila con él mientras me preparo el desayuno.
-Buenos días, pelo-paja -le saludo, aludiéndole con el apodo que suelo utilizar cuando está despeinado.
-Buenos días, cabeza-bombo -me responde con una media sonrisa, que contrasta con su voz grave y matutina.
-Idiota. -Ambos sabíamos que aquellas palabras no iban a terminar en ninguna parte, pero éso no es excusa suficiente como para dejarnos ganar.
-Mira, eso es algo que heredamos los dos. -Mierda, debí verlo venir.
-Cállate -le espeto, arrugando la nariz y frunciendo el ceño mientras vierto leche en una taza, de la cual, la mitad termina derramada por la encimera gracias a mi carencia coordinación por las mañanas.
-Dios, qué inútil eres -bufa, observando de reojo cómo limpio con una servilleta el charco de líquido blanco que ha quedado sobre el granito, y, su comentario hace que me tenga que reprimir las ganas de lanzarle la servilleta a la cara. ¿Qué mierda? Al final el trozo de papel mojado ha terminado en medio de su rostro, manchando también parte de su pelo.
Cuando en mi plato no quedan mas que unas migas y un par de trozos del desayuno que portaba antes (que, gracias a mi querido hermano Marco, han terminado en el suelo), me levanto y, con un frío que parte de mis pies al rozar el suelo, recorro la estancia y deposito el plato, junto a mi taza, en el fregadero, dejando al pelo-paja en la cocina mientras yo me dirijo a mi habitación a duras penas, aún con el sueño batallando con mi cerebro en el interior de mi cabeza.
(...)
-¡CLARA!¡NOS VAMOS!¡YA! -Ya vestida, y totalmente arreglada, me acerco a mi escritorio de nuevo, con los chillidos de mi hermano de fondo, como música para mis oídos, mientras guardo algunas cosas más en el interior de mi mochila, como de costumbre.
-¡YA VOY! -grito al mismo volumen que él en cuanto mi pie pisa el primer escalón, en dirección a la entrada, encontrándomelo apoyado en el marco de la puerta, jugueteando con las llaves del coche entre sus dedos.
-¿Ya, tardona? -pregunta, irguiéndose en su lugar en cuanto se percata de mi presencia con cara de irritación profunda y lastimera.
-Si, impaciente -le respondo, empujándole con el hombro al pasar junto a él de camino al coche.
-¿Adónde, señorita Rodriguez? -dice, con un acento británico muy falso, fingiendo ser un chófer, cuando ya hemos entrado en el automóvil.
-Al instituto Franklin, señor -contesto conteniendo la sonrisa y con un tono de voz agudo y educado, mientras él, asintiendo, pone las manos al volante con gesto serio.
-Lo que usted ordene, madame -finaliza arrancando el coche en dirección a esa cárcel penitenciaria, y con él, una carcajada por mi parte.
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Actuando para él [APE #1]
Teen Fiction¿Qué diríais si os cuento cómo la vida de una actriz no conocida da un vuelco porque alguien encuentra un antiguo anuncio del que no se siente orgullosa? ¿Y si os digo que esa actriz soy yo? «-¿Y qué tengo que hacer? -Haz todo lo que yo te pida. » ...