No se dice así...

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Siempre soñaba con los océanos y en como se tiñen de rojo, anhelaba y admiraba las venas marcadas en su cuello. Era muy guapo. Suspiro por el día e imagino por la tarde, lo sueño por las noches y lo añoro los fin de semana. 

Lloraba a escondidas y sufría ante todo. Amaba desesperadamente y odiaba con fervor. Admiraba el azul de sus ojos y la combinación de ellos con su vestimenta. Egocéntrico. Me gustaba mucho y yo a él... eso estaba muy por encima de lo coherente. Las cosas no eran así y no lo serán. Existe la ética y una pena muy fuerte por incumplimiento y para mi desdicha no me veía como algo más, mi nombre no salía de su boca, sus ojos no buscaban los míos. Su anillo en el dedo no era por un compromiso conmigo.

Pedi permiso para ir al baño en cuanto mis ojos viajaron hacia su mano izquierda. Quería llorar, tenía que llorar.

Lo necesitaba y él no lo sabía y nunca lo sabrá. Era tan inconciente...

Al salir del baño aún en un mar de lágrimas, me encontré al Señor B. ¡Que oportuno! Y yo pensaba que nada podría ir peor. Dudo mucho que lo que mi madre me repetía fuera cierto. No había nacido con suerte eso estaba claro, en estos instantes pensaba que tenía suerte de haber nacido. 

El señor B cuestionaba demasiado y yo apenas podía hablar, no quería hablar con nadie y tampoco quería entrar a clases, sabía que si lo veía mi llanto aumentaría. Me sentía impotente y sumamente tonta. Lloraba por lo imposible, lloraba por el desgarro en mi pecho, lloraba por las noches en vela, lloraba por la falta de dignidad, lloraba por pensarlo mucho, lloraba porque lo amaba. 

Entre rápidamente al sentir la vista de él a través del vidrio. Me senté y lloré en voz baja, aún así se dieron cuenta y no tardaron en caer encima con más preguntas las cuales ninguna respondí, ¿Cómo podría explicar que lloraba por una bobería, que lloraba por él? ¿Cómo? No tenía ni escrúpulos. Perdí la cabeza entre mis brazos y trate de tranquilizar mi pena. No quería llorar en frente de nadie, pero ese anillo fue mi perdición. 

Escuché que alguien hacía unos sonidos, y sentí un movimiento débil. El perfume que desprendía no se perdía y ahí levanté la cabeza. Estaba dispuesto frente a mi en cuclillas. Me sentí nerviosa y volvió a llover. Sus palabras han hechizado mi alma y las tengo clavadas en la mente.

-¿Te encuentras bien...? Sabes, puedes hablar conmigo si gustas y te podría ayudar en lo que sea. Sólo tienes que decirme. 

Examine su rostro pero no respondí. Sus océanos debatían y la frente se le empañaba. Me miró por un momento y  se fue. 

No debía de ofrecer su ayuda o »compasión« claramente lo hacía por compromiso, pero yo queria que lo hiciera porque le importaba mi bienestar. 

Pasaban las semanas y con ello mi regocijo. Socialmente iba bien, académicamente más que excelente, pero en mi interior sentía el dolor, sentía la pérdida de lo que no fue, no es, y no será mío.

Este periodo se basaba en chequeos. Y yo era la primera en la lista. Aspire con fuerza y espere mi llamado. Este no llegó, en cambio la segunda de la lista fue llamada. Eso era un insulto, ¿Tan invisible era? Me cuestionaba el porque.  Pregunté a mis compañeras de círculo si el señor H sabía de mi existencia, ellas aseguraban que si y que si no me enteraba de lo bien que hablaba de mi. Jamás se ha molestado en hacer un halago y mucho menos con mis compañeras conversaba de algo que no fuera el fundamento de algo. No sabía mucho y ¿Por qué no me enteraba? 

La lista fue pasando y yo estaba distraída.Pensando. Sentí un leve empujón en el hombro y me acusaron de despistada. Él me había llamado según me dijeron y yo no tenía noción del tiempo. Escuché un intento de pronunciación. Va que era chistoso, no podía decir mi nombre. Estaba todo mal. Sonreí y me levanté, camine hacia su escritorio y me senté en la silla, a la par suya. 

En cuanto lo hice, note un cambio en sus pupilas, sus manos se movían torpemente y llamó mi nombre. Me reí, y el me miró con el ceño fruncido. 

-Señor H, así no se dice mi nombre. 

Pensé que como nunca lo usaba, no tenía la práctica ni manera de decirlo. Me molesto un poco, pero mi sonrisa no se desvaneció. Lo que el decía no estaba ni por cerca de ser mi nombre. Costumbre quizás, nadie lo decía o escribía bien.

-Lo siento, yo no sé decirlo correctamente.

No me diga. »Sarcasmo« - No se preocupe. Mi nombre se dice Tais, pero se escribe Tahis, por lo tanto la "h" no debe sonar como "j" ni la "a" como "e" ahora puede decirlo.

Volví a reír, se le traba la lengua muy a menudo y con gracia. 

-No puedo hacerlo, es difícil. Lo siento.

Ahora ambos reímos y nos observamos por un instante. Me callé y le entregue mi cuaderno. La mayoría estaba escrito en Español y en cursiva, inclusive con algunas abreviaturas, así entendía mejor. Por el otro lado, estaba informada que el señor H, no podía siquiera decir »Hola« Sonreí de por lado al ver como abría sus ojos y torcía la boca. Me paso el cuaderno y se revolvió en la silla con inseguridad. Me miró y sonrió.

-Me parece bien que escribas a como tú puedas entender pero, se me hace difícil el saber si la información está correcta, no puedo juzgar. Tienes una caligrafía linda pero, no sirve mi opinión si no entiendo ni una palabra.

Sonreí y cerré el cuaderno.

-Lo siento señor H, pero es como yo aprendo. Y así también usted debería de aprender a decir mi nombre correctamente.

Lanzó una carcajada y volteó hacia su escritorio. Me paré y antes de salir completamente dijo:

-Aprenderé. Tal vez no hoy porque es difícil pero lo haré. »Sonrió, me miró, y dijo: Algún día lo haré.« 

La tarde entera pase haciéndome historias en la cabeza y esperaba con ansias el siguiente día. Quería saber más de él, tenía que saber más de él.

No podría sólo ser el señor D.K H, tenía que haber más e iba a descubrir más, iba a lograr mis metas a como lo había hecho durante este tiempo en su clase, en silencio. Mi sufrimiento, mi amor y locura hacia él eran en silencio. 

Ese día dormí tranquilamente pensando en su sonrisa, en sus ojos, y en como decía mi nombre incorrectamente.


Mi maestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora