La voz desnuda de la vida

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Era momento de regresar a la realidad. Mi felicidad era dependiente. 

Nada dura para siempre, más que la Tierra y el Cielo.

Somos polvo en el aire, Todo es polvo en el aire.

El maestro de Historia estaba ofreciendo unos boletos para quien decidiera ayudar en su salón de clases. El boleto era en cambio a: útiles escolares, caramelos, ayuda académica, etcétera. Me ofrecí para ayudarle cada viernes. Hoy es viernes. 

Me encontraba en el salón del señor S organizando las carpetas. Era la única ayudando. El señor S regresaría unos minutos más tarde porque tenía que atender unos asuntos. 

Mientras levantaba las carpetas sentí que unos brazos me tomaron fuertemente por la cintura, y unas manos taparon mi boca de emitir algún sonido. 

Sentí sus labios recorrer mi cuello, y sus brazos torpemente tocaban mi cuerpo. Era él. El señor S, estaba abusando de mi. No había nada que yo pudiera hacer. Intentaba patalear su cuerpo para mantenerlo alejado de mi pero, todo intento era inútilmente fallido. Estaba desesperada. Al final del día no hubiera nadie que pudiera divagar por los pasillos. 

»Ayúdenme«

Desabrocho mi pantalón. Miraba el final muy cerca. Gemía de asco. Lloraba, lloraba todo lo que no podía gritar, lloraba porque me daba asco, lloraba porque me tocaba, lloraba porque no podía hacer nada. 

Deslizaba su mano hacía mi intimidad. Brutalmente desgarro mi blusa. 

»Ayúdenme«

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El señor H recién salía de su salón de clases. Había tenido un día cansado, demasiados exámenes por revisar. Sonrió orgullosamente al ver el examen de Tahis. Siempre era una calificación impecable. Siempre era un alivio verla cada día. Siempre era bonito pensar en ella. 

Se dirigía hacía el segundo piso y tomar las cosas que había dejado en la biblioteca.

De pronto escuchó unos ruidos provenientes del salón 209: El salón de Historia del señor S. 

Se acercó a la pequeña ventana situada en la parte superior de la puerta y lo que vio le congelo la sangre, y enfureció su sentido común. Era ella.

Abrió la puerta y se dirigió hacia el señor S. 

Tahis lloraba y sangraba. 

Le habían hecho daño, mucho daño.

El señor H descargó su furia, golpe tras golpe. El señor S cayó. 

Tahis se cubrió el cuerpo, se acurrucó en una esquina del salón, y miraba fijamente hacía la nada. El señor H se acercó, y se colocó a su altura. 

-Tahis, el no te hará daño. Ya paso. Ven conmigo. 

Ella se apartó, y trató de salir de ahí. Se desplomó en el suelo, inconsciente. 

El señor H palideció, corrió hacia ella y la observó. Su labio sangraba y su mejilla estaba morada, sus ropas desgarradas y su mente perturbada. 

La tomó en sus brazos y la cubrió lo más que pudo. La llevó hasta su auto y con suma delicadeza la colocó en la parte trasera. 

Hizo el viaje hasta su hogar y la deposito en su cama. 

Limpió sus heridas, cambió su ropa y dejo un cálido beso un su frente. 

Al bajar se encontró con su esposa. Un problema. La observó y le dijo que tenían que hablar. Aún no tenía una excusa coherente para explicarle lo que paso ya que, si decía la verdad su mujer le preguntaría el porque no llamo las autoridades pero, la verdad es que él no quería que nadie más se ocupara de su alumna. Quería ser el único. 

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⏰ Última actualización: Oct 04, 2015 ⏰

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