Un camino callado

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El primer rayo de sol marcó su partida.

Desde la noche anterior, el padre de Aleksi había quedado con poco sueño, reflexionando sobre lo ocurrido.

—No puedes traer a un loco con nosotros—fue lo primero que le dijo cuando su hijo volvió.

—Yo sé que no estás de acuerdo, padre, pero confía en mi—"confía en mi", eso mismo deseaba hacer, confiar en su hijo.
Pero no podía, no con lo que había pasado hace casi un año. Y el comprendía que el sentido de responsabilidad de su hijo era uno de los defectos más grandes que este tenía, ya que a todo el mundo quería ayudar y el hecho de querer llevar a un desconocido que la noche anterior estuvo a dos tragos de dispararle mostraba a Vasil una desesperación muy grande en él. Mantuvo su mirada sobre aquel hombre mientras subía la comida y otros suplementos que necesitaban, todo lo que veía en él no le agradaba en lo más mínimo, pero aún estaba dispuesto a darle la oportunidad de que le demostrara que su idea estaba errada.

—Ya está todo listo—gritó Aleksi mientras hacia los ajustes finales a las arriendas de los caballos que los iban a llevar a su destino. La pequeña carreta en la que iban a viajar tenía unos diez años en uso y los caballos eran parte de la familia de Vasil. Todos ellos subieron, el anciano sentado en la parte delantera junto con su hijo y su invitado se encontraba entre sus cosas en la parte trasera.

—Voy a intentar recuperar algo de sueño—les dijo el hombre —despiértenme si algo ocurre—.

El paisaje en el camino era precioso, la mayoría de los pinos estaban cubiertos con una gruesa capa blanca que resaltaba los verdes que escapaban por debajo, el camino se encontraba cubierto pero visible y las nubes en el cielo hacían un tono uniforme de todo el paisaje. Aleksi amaba estos paisajes, tanto que pasaron unos veinte minutos de silencio casi absoluto entre su padre y él de no ser por el sonido de los caballos trotando. Vasil miro a su acompañante, el cual estaba profundamente dormido con su rostro cubierto por el sobrero que traía.

—No creo que tenga mucho remedio este tipo...—Vasil dirigió su mirada a su hijo —está más perdido que nosotros cuando veníamos hacia este lugar.

—Quizás, papá. Pero quizás no...—Aleksi le respondió, —si yo me pude recuperar, quizás él también— el viejo entendía de donde venia su hijo, pero no comprendía bien como una cacería con desconocidos lo ayudaría a calmar su mente de todo lo que este cargaba, "¿Con dispararle a un par de animales sería más que suficiente?".

El optimismo de su hijo era pegajoso y no pudo evitar sonreír con él. Por más que no le creyera que este ya se había recuperado.

La sensación era familiar, la manera en la que la carreta se mecía con cada piedra que se topaba, lo arrullaba como cuando fue un niño. De un momento a otro cayo en un profundo sueño, su mente divago a otros tiempos, y como una plaga estos inundaron su mente de malas memorias.

Él hijo único de unos padres que lo tuvieron a temprana edad, su hogar se encontraba alejado de todo, el pueblo más cercano estaba a 20 minutos caminando. Sentarse en el suelo viendo como la nieve se acumulaba alrededor de su hogar era uno de los pocos pasatiempos que tenía, ni él ni sus padres sabían leer o escribir, pero podía apreciar la blancura de la nieve que reflejaba con fuerza el sol y hacia más difícil el mantener los ojos abiertos. Pero había ocasiones, como esta, en la que no podía resistir las ganas de saltar a la nieve y con pretender que tenía alguna especie de lucha épica. Eran momentos como este que lo hacían pensar en mundos de fantasía, imaginar cómo luchaba contra docenas de bestias con sus propias manos y ganar a pesar de todo lo hacía sentir como jamás se sentía en su casa.

Hell HoundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora