224 días antes.
La luz se abría paso entre las rendijas de la persiana de su habitación justo al mismo tiempo en que el sol comenzaba a declarar suyo el cielo. Otro día más. Otro monótono y aburrido día más para Ellia.
El despertador estaba a punto de sonar, pero ella ya había abierto los ojos. A pesar de que todavía tenía sueño, reunió todas sus fuerzas para arrastrarse fuera de la cama de forma que consiguiera apagarlo a tiempo, antes de que su horrible y pegadiza cancioncilla pudiera meterse en sus oídos.
Llevaba tiempo pensando en comprar otro, pero de alguna manera le gustaba despertarse así. Le recordaba a cuando era una niña y su madre la susurraba al oído que tenía que levantarse, ya que el despertador también lo había hecho.
Diecinueve años con aquel dichoso despertador, desde luego no era momento de deshacerse de él.
Una vez todo en orden, Ellia se estiró, se desperezó y caminó hacia el armario para vestirse. No le llevaría mucho tiempo decidir qué ponerse, pues lo había elegido la noche anterior. Unos desgastados vaqueros oscuros y un sweater que le había regalado su familia en su último cumpleaños, el cual había sido tan sólo unas semanas antes.
La imagen de las sonrisas de sus padres y su hermana cuando ella sopló las velas invadió su cabeza mientras se terminaba de vestir. Parecían todos tan felices, el vivo reflejo de una familia perfecta, unida y que se quiere. Todo aquello no hacía más que tornar las cosas más difíciles para Ellia, quien no podía controlar el sentimiento de culpa que comenzaba a dominar sus pensamientos. No estaba siendo sincera consigo misma, aún menos con los demás.Sinceridad. Una simple y poderosa palabra. Para Ellia siempre había sido lo más importante, pero ahora...
Si tan solo fuera más valiente, más confiada, si estuviera más determinada a luchar por sus sueños, las cosas podrían ser distintas. Muy distintas.
Pero ahora eso daba igual. Su familia la necesitaba y lo mínimo que Ellia podía hacer era devolverles todo lo que habían hecho por ella. Y, por el momento, estaba decidida a hacerlo.
Ahora lo único importante era la fidelidad.
Con todas sus dudas despejadas, la chica se dirigió a la Universidad donde estudiaba el grado de Económicas desde el año anterior. La mañana apuntaba a ser tan segura y predecible como cualquier otra. El mismo camino, con el mismo ajetreo de los mismos comercios, el mismo aire, el mismo ambiente. En el mismo barrio aburrido, práctico y funcional, donde nada salía mal y todo marchaba de la manera prevista.
Aunque, había algo diferente. Le llevó un tiempo averiguar de qué se trataba, pero al cabo de unos minutos lo supo: habían abierto una tienda nueva.
Estaba situada en la esquina del final de la calle, y tenía un aura distinta a todo lo que Ellia conocía. Aquel lugar tenía un destello de color, desprendía pasión, de forma que no pudo evitar acercarse y entrar.
Numerosas telas saturaban el pequeño negocio, y ninguna era igual a otra. Las había de diferentes colores, formas y texturas. Algunas colgaban de las paredes de una manera casual y despreocupada, otras estaban escrupulosamente colocadas en unos maniquíes, y muchas de ellas yacían en las estanterías que rodeaban las cuatro paredes.
Nunca habría imaginado encontrar algo así en una ciudad tan insignificante como era en la que vivía, donde todo lo referido al arte y a la creación no era valorado. De hecho, apenas contaban con un antiguo cine construido en el centro hacia el año 1928 que se mantenía debido a que se consideraba parte de la historia de la localidad. Nada más.
Al entrar, Ellia sintió como si se hubiera transportado a una de las capitales de la moda, y la idea de Milán le invadió todos los sentidos.
Si hace dos años las cosas hubieran sucedido de otra forma, sería ella la que estaría en Milán y no Milán la que estuviera en ella, en sus pensamientos. Si aquel día no hubiera ocurrido... Pero no culparía a nadie, sería injusto. Podía pasar el haber sacrificado a la sinceridad, pero no haría lo mismo con la justicia. Eso sí que no.
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((pausada))
Teen FictionTodos los días nos encontramos en nuestro camino con un gran número de personas. Es muy probable que no volvamos a ver a la mayoría de ellas, de manera que acaban convirtiéndose en una mera parte del borroso paisaje que nos acompaña allá donde vayam...