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Dara siempre luce hermosa, no importa que esté haciendo, jugando con un niño (o comportándose como uno), sonriendo al cielo o simplemente levantando su rostro en busca del viento o del sol, ella es (o al menos para mí) la chica perfecta.

Recuerdo cuando la vi por primera vez, hace un año. Yo nunca había visto nada igual. Todo lo que hizo en esos instantes está firmemente grabado en mi memoria, su manera de caminar, la forma en que sonrió y rio echando su cabeza hacia atrás, como si todo se desvaneciera mientras lo hacía, la manera en que sus labios se movían al hablar, hipnotizándome y como sus ojos miraban tan fija y profundamente, concentrados, todo, cada pequeño detalle, sigue ahí, como si pudiese volver a vivir ese día una y otra vez en mi cabeza, como si de un sueño se tratase. Pero ningún sueño superara nunca nuestra realidad, el que ahora pueda tenerla entre mis brazos y verla reír de mis muy malos chistes, nada nunca igualara que ella este ahora mismo aquí a mi lado, mientras vemos el cielo y a la gente divertirse, y le damos forma a lo que no la tiene y hablamos de cualquier cosa que pasa por nuestras mentes, nada volverá a ser como antes y me siento feliz por ello, porque vivirla es la decisión que he tomado, y no me importaría gastar mi tiempo y toda mi eternidad en ella.

Su recuerdo me hace necesitar mirarla, admirarla y cuando volteo a verla una vez más en aquella tarde (me encanta mirarla) me topo con su mirada también y una sonrisa gigante en su rostro, y todo se paraliza, mi corazón cae de mi pecho y se me anuda la garganta, con ella todo es así, como un salto al vacío.

Gracias- susurra, y puedo ver las lágrimas en sus ojos y a pesar que todo se vuelve borroso a mí alrededor y mi corazón late mucho más rápido de lo que es humanamente posible, logro sonreír, todo está bien, todo con ella a mi lado es soportable, es como estar en libertad (por fin).


Querida Dara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora