ATENCIÓN: Ésta historia es de temática homosexual (chico x chico, en éste caso) si no te gusta este tipo de relaciones, por favor no pases a leer. Gracias.
ACLARACIÓN:
Aborrezco y condeno la pedofilia con mi alma, pero los personajes de la historia están basados en personas adultas (*' ˘ '*)
Sin más que decir, pasen a leer! Gracias! ❤
Capítulo 0: La celda
El reloj marcaba las seis menos diez, él sabia que en cualquier momento vendrían a buscarlo. Estaba tranquilo, no podía negarlo, pero aún así le invadían los nervios. Esperaba con ansias su destino, dejando atrás todos los sueños que por muy imposibles que parecieran, no lo eran. Pero por aquellos tiempos no pensó en el inevitable futuro, simplemente las cosas pasaron.
Sus delgados y delicados dedos acariciaban la cabeza de un pequeño oso, sabiendo que aquel peluche le pertenecía a cierta persona, esa que no era mas alta que su cadera, esa que con ansias tocó, besó y por sobre todo... esa persona que amó.
¿Como era que había llegado hasta este punto? encerrado entre cuatro paredes, esperando su sentencia. La gente a veces no trata de ver más allá, ellos simplemente creen lo que ven. Es por esto que nuestro protagonista está donde está, dentro de una prisión, catalogado de pederasta por todos lados, claramente las cosas no sucedieron tal y como lo dice la gente. Los más cercanos creían lo contrario, por ejemplo: su mejor amigo Tsuzuku.
La prisión no era su lugar, no quería estar allí, él solo quería ver a su bebé otra vez, necesitaba abrazarlo, sentir esas pequeñas manos que como si fueran garras, se aferraban a él. Lo imaginaba en sus brazos, riendo como siempre lo solía hacer, apretando el mismo osito que él tenia en estos momentos, pero solo era su imaginación, ya nunca más podría verlo, no desde la prisión. Tal vez sí...después de cumplir todos los años de condena que le iban a dar seguramente.
Unas lágrimas descendieron lentamente por su mejilla, aferrándose al último recuerdo que tenia de su ser amado, diciéndole adiós a todos aquellos momentos donde habían sido felices, ambos.
Desearía que las cosas no hubieran terminado así, por un lado él dentro de prisión y por otro: el niño siendo interrogado por todos lados, haciéndole las típicas preguntas.
De lo que estaba seguro, su niño lo amaba y nadie podía negarlo ni decir lo contrario. Ellos se querían, se amaban, solo que la gente nunca entiende.
A pesar de su edad, no estaba asustado, si tenia que pasar 40 años en prisión, lo haría. Estaba dispuesto a todo.
Apretó los labios tratando de contener la angustia que sentía, ese dolor que lo tenia al borde de la locura. Su mente se estaba destrozando a cada minuto que pasaba sin que nadie trajera noticias sobre lo que estaba ocurriendo en el exterior.
No aguantó y como si de un niño pequeño se tratara, lloró. Se lamentaba con ganas, bajando la cabeza hasta que esta quedara sostenida por sus dos manos. Enterró las uñas en el cuero cabelludo, mirando el piso fijamente, sentado en la cama de fierro.
Sus rubios cabellos le caían sobre la frente, no le dio mayor importancia. Solo estaba lleno de temor, era un adolescente y aún no estaba listo para prisión.
El ruido de la puerta principal lo alertó.-Cerdo, tienes visita-La mujer robusta y vestida de policía hizo sonar un maso de cuero en los barrotes de metal.
El muchacho rápidamente se asomó por los barrotes, ¿acaso seria su pequeño?. No, no lo era.-Mamá...-.La mujer mantuvo la distancia de su hijo, aún no podía asimilar lo que estaba ocurriendo.
-Hijo, nunca me lo esperé de ti-.El muchacho de cuyo nombre aún no menciono, negó con la cabeza.
-madre, ¿por qué dices eso?-.La mujer estaba llorando al igual que su hijo. Una madre nunca espera ver a un hijo dentro de prisión y menos, por pederasta. Ya que estos son los más odiados al interior de las prisiones.
