Capítulo 2

96 9 2
                                    

POV's April

   Me tomo una ducha como todas las mañanas, y me pongo la ropa de siempre. Espero a que Jennifer termine y vamos juntas a desayunar.          Nos encontramos al Dr. Merfick, cosa que es rara puesto que él siempre desayuna en su morada.

   Comimos en silencio, nadie dijo ni una palabra. Luego de que hayamos terminado, él habla:

   —He pensado lo que me has pedido, April, y voy a presentarles a Teresa Apudi. Será su institutriz y maestra. —Observo a una señora alta, con pelo negro, flaca y con cara muy amorosa. Ella sonríe y nos guiña un ojo.

   —Hola chicas. Espero caerles bien en un fututo, porque a partir ir de ahora, pasarán la mayor parte del día conmigo —dice y antes de poder continuar, Merfick la interrumpe.

    —Y el resto estarán conmigo. —Maldito viejo. Pero, bueno, esto está mejor que antes.

   Observo a Jennifer salir corriendo.

   —Permiso —digo fingiendo una sonrisa antes de salir corriendo detrás de ella. Por lo menos yo soy educada, ¿o no?

Voy a nuestros aposentos y no la encuentro. Busco por toda la casa y nada. ¡Pero qué tonta! ¡Nuestro lugar secreto! Corro a la parte más secreta de la casa. Y ahí está, agonizando.

   —Oh, Jenn. Mi casi-hermana, no llores —digo abrazándola.

   —No estoy llorando, yo no lloro —dice fríamente.

   —Jenn, puedes llorar. Sólo yo estoy aquí.

   —No quiero llo... —Es interrumpida por la puerta que se abre lentamente. ¡Joder! Estamos muertas.

   Una Teresa muy preocupada detrás de la puerta.

   —Ay chicas, hicieron que me diera un pre-infarto. ¡Desaparecieron! ¿Qué pasó Jenn?

   —¿Sabes que pasó? ¡Estoy harta, cansada de toda esta mierda! ¡No soy libre, no tengo vida! ¡Soy esclava de un maldito y malvado científico, que nos hace cosas que no tengo idea! ¡Y no nos quiere decir! Y lo peor: ¡LE ESTOY DICIENDO ESTO A UNA DESCONOCIDA! —grita.

   —Baja la voz —digo calmadamente. Ella masculla un Perdón.

   —Espera, ¿no saben qué es lo que les está haciendo el doctor John Merfick? —pregunta desconcertada.

   —No, ¿tú lo sabes? —dice Jenn.

   —Oh, no lo puedo creer —Teresa hace una palmface—. Si les digo esto, ¿prometen no decirle nada a nadie, y mucho menos que yo les dije?

   —Lo prometemos —decimos Jenn y yo al unísono.

   —¿Es seguro este lugar? —dice mirando a todos lados.

   —El mejor de esta casa, o lo que sea.

   —Bueno... yo... Em... ustedes —titubea— mmm... ustedes... lo lamento, no puedo decirles —suelta, sonríe falsamente y se va por donde entró.

   ¿Qué caramba será para que se ponga así?

   Luego de estar un rato calladas, con una mirada cómplice sabemos que es hora de irnos. Me levanto y en un movimiento inesperado, una taza de metal que estaba en el piso, sube hasta mi mano. Inmediatamente Jennifer se para y en su lugar hay escarcha de hielo. Las dos tenemos la mayor Póker Face que existe.

   ¿Qué carajos fue eso?

   —Hay que decirle a Merfick —digo.

   —Ni se te ocurra —salta—. Nos borrará la memoria o andá a saber. Por favor, April.

La Nueva GeneraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora