La habitación estaba oscura. O mis ojos estaban vendados. Sentía la presencia de máquinas ubicadas a mis lados y los ojos humanos observándome desde una moderada distancia. Tenían miedo. Me tenían miedo. Era una sensación horripilante. Quería saber dónde estaba, pero esta suave tela no me lo permitía. Trate de sentir el alrededor con mis manos, mas unas correas las mantenían fijas a la camilla en la que me encontraba cautivo. – ¡¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? ¿Qué quieren de mí?! – grité con toda la fuerza que aun permanecía en mis pulmones. No hubo respuesta. Solo el agudo sonido de las máquinas examinando mi cuerpo, mi respiración, mi sinapsis... Alguien se acercó, sentía su cálida mano acercarse a mi rostro. Desplazó el vendaje y una luz blanquecina fundió mis ojos. Era una luz enceguecedora. – Descuida, ya te acostumbraras a la luz – me dijo el sujeto que estaba delante de mí. – Has estado cerca de treinta horas dormido. Es normal que te sientas así. – ¿Más de 30 horas dormido? Mi asombro estaba reflejado en mis ojos y poco a poco éstos recobraron la visión. El sujeto que estaba delante de mí era el mismo que se presentó en el hospital. – Mi nombre es Richard Turner. Soy el capitán de la 4° División del Sector 7, una agencia del gobierno dedicada a la investigación de fenómenos super y extrahumanos. – No entendía nada de lo que decía. – Seguro has escuchado referencias sobre nosotros en diversas películas sobre extraterrestres. – ¿Qué quieren de mí? – Eres el primer caso de humanoide eléctrico por esta zona y solo queremos hacerte unas pruebas. – ¿Y los grilletes? – Disculpa nuestra política de bienvenida, pero es más por tu seguridad... y la nuestra. – El capitán Turner se alejó de mi lado y desapareció tras una puerta ubicada al lado de un enorme cristal negro.
Si mis recuerdos de películas no me fallaban, ese cristal era una ventana por la cual cientos de científicos estarían observándome, leyendo en pantallas mis niveles biológicos y físicos... ¿Acaso me dijo que era una base secreta del gobierno? Si era así, este lugar estaba bajo tierra, sepultado en algún lugar del desierto. Esto está mal, tengo que escapar de aquí. La puerta se abrió y entró un señor con una bata blanca. – Esto es por seguridad – me dijo, mientras preparaba una especie de jeringa con un líquido transparente. Lo aplicó en mi brazo y poco a poco sentía como toda la habitación se distorsionaba. Era un anestésico... Quedé inconsciente una vez más.
Esta vez creo que estuve desmayado por un corto lapso de tiempo. Ya no estaba atado a una camilla y, pese a que estaba oscuro, sabía que estaba en otra habitación. Poco a poco las luces se fueron prendiendo y descubrí que estaba en una especie de campo de entrenamiento. – Bienvenido al Área de Entrenamiento en Combate, Ryan – dijo una voz a través de unos parlantes. – Espero que tengas conciencia de tus habilidades, pues mis soldados no se contendrán al atacarte. – ¿Atacarme? ¿Mis habilidades? Este sujeto quería que peleara sin yo saber cómo usar mis poderes. – Que empiece el entrenamiento. – Una pared se abrió y de ella salieron cuatro soldados con armaduras pesadas y unas varas metálicas. A los pocos segundos, éstas se rodearon de electricidad y entendí que sus trajes los protegían de ella. – Espero que estés listo, fenómeno. Hace mucho que no usábamos estos trajes. – Estaba aterrado. No sabía si sobreviviría a esto. Pero debía intentarlo.
El primer sujeto corrió hacia mí, y sin yo poder hacer nada, impactó su vara en mi estómago. La corriente y el golpe me dejaron casi sin aire y quedé de rodillas en el suelo. Los otros tres continuaron con la arremetida y por cada golpe sentía que mi vida se agotaba. El primero repitió el golpe y esta vez, al darme en el estómago, salí despedido contra la pared y mi cuerpo se electrocutó con mayor fuerza. – Creo que debimos advertirte que las paredes están electrificadas con un mayor voltaje al de nuestras armas – dijo uno de los soldados y al instante empezaron a reír. Yo permanecía tirado en el suelo, sin poder moverme. – Pensé que este fenómeno era más fuerte, capitán – dijo otro soldado mirando hacia una de las cámaras de la habitación. – Hasta parece que ya está muerto. – Está bien, soldados – respondió el Capitán Turner a través de los parlantes. – Retírense de la sala. Personal se acercará para atender a Ryan. – Los soldados apagaron sus armas y comenzaron a acercarse a la salida. Una a una las luces se fueron apagando quedando solo la que señalaba la salida.
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El Justiciero del Rayo - La Iniciación Azul
Ficção Científica¿Alguna vez has vivido o sentido las ganas de tomar la justicia por tus propias manos? Ryan McGregor es un joven promedio al que la vida le dio la oportunidad de cambiar el mundo. ¿Será capaz de distinguir entre el bien y el mal? ¿La venganza y la j...