3. La Mente

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   Me levanté, mas no creí estar despierto. La habitación era blanquecina y nada me daba pistas de donde me encontraba. Lo último que podía recordar era a Turner disparándome y yo desplomándome en el suelo. No, no era yo. Era él. El ente eléctrico que poseyó mi cuerpo y exterminó a los soldados. Su mensaje antes de perder toda señal de consciencia fue muy claro: El quería el control completo de mi cuerpo.

   Empecé a caminar en busca de señales que me resulten familiares y poder determinar donde me encontraba, pero nada aparecía en mi camino. Poco a poco los matices blancos comenzaron a cambiar y se convirtieron en el interior de mi apartamento. Las paredes, el suelo, las habitaciones... todo estaba igual. Quise imaginar nuevamente que todo había sido un mal sueño y estaba verdaderamente en mi casa, lejos de todo aquel mundo que quería hacerme daño. Pero era imposible concretar esa idea. Todo lo que había visto, escuchado, percibido y hecho en verdad había pasado. En verdad me había convertido en un monstruo, en verdad había lastimado gente inocente, en verdad estaba recluido en una base militar a miles de kilómetros de mi hogar. Pero, ¿por qué estaría nuevamente en mi casa? ¿Me habrían dejado libre finalmente? Estuve cerca de creer en esa teoría hasta que descubrí un pequeño error en el diseño de mi casa: El microondas. Si todo hasta ahora había sido real, era ilógico que mi microondas estuviera nuevamente allí, en la cocina. – ¡CASI LOGRO ENGAÑARTE !– dijo una voz desde algún lugar de la casa – ¡PERO VEO QUE ERES MÁS LISTO DE LO QUE HABÍA CALCULADO!¿Quién está allí?¡¿HASTA AHORA NO RECONOCES MI VOZ? NO ES LA PRIMERA VEZ QUE HABLO CONTIGO! – con eso último descubrí de quién se trataba, era él, el demonio eléctrico que habitaba dentro de mi mente. – ¿Qué es lo que quieres? – grité asustado – ¿Dónde estás? – No hubo respuesta, todo estaba en silencio.

   Caminé por entre las habitaciones buscando de dónde provenía la voz del ente, pero no conseguía encontrarlo. Decidí entonces salir de mi "casa"; mas, al abrir la puerta, me llevé un gran susto. Todo estaba de cabeza: hacía arriba se veían las calles y hacia abajo las nubes. Estaba aterrado. No sabía si dar un paso hacia adelante o regresar y esconderme en lo que parecía mi apartamento. La segunda opción se hizo ilógica, pues al darme vuelta, ya no había nada. Bajo mis pies solo estaba un viejo tapete de BIENVENIDO en cual compre antes de mudarme. – ¡¿TIENES IDEA AL MENOS DE DÓNDE ESTÁS?!No lo sé. Todo esto es muy confuso.¡ESTÁS EN TU MENTE, RYAN! ¡PARA SER MÁS EXACTOS, EN LA PARTE DE TU MENTE QUE YO CONTROLO!Eso es imposible. ¿Por qué controlarías una parte de mi mente? – Un rayo cayó delante de mí, haciéndome retroceder y comprobar que había una especie de barrera que impedía que cayéramos a las nubes. Del resplandor apareció un ser amarillento, rodeado de electricidad, con los ojos amarillos brillantes y la piel tostada por el contacto directo con la corriente. Era similar a mí aquella vez que... no, eso era imposible. – Ahora lo entiendes – me dijo el ser mirándome directamente a los ojos. – En el momento en que ese rayo te impactó, Ryan, yo desperté dentro de tu alma. – Yo estaba atónito. ¿Cuánto tiempo había vivido con este ente dentro de mí? Estaba confundido, estaba entrando en pánico... Tenía miedo. – No sé desde cuándo o cómo estuve encerrado dentro de tu cuerpo, pero quiero reclamarlo como mío y ser el único que tenga control de él.¿De qué estás hablando? ¿Quieres matarme? – El ser eléctrico levantó sus manos, y así como cuando enfrentó a los soldados, sacó dos espadas. – Esto terminará pronto. – Tras mostrarme la sonrisa más despiadada que había visto en mi vida, se abalanzó sobre mí listo para acabarme con un solo ataque. Mi fin era inminente.

   Mis ojos se cerraron voluntariamente, mas no percibí sensación alguna. Lentamente entreabrí uno de mis ojos y me llevé una gran sorpresa. – No tendría ninguna gracia apoderarme de tu cuerpo, sin haber combatido – me dijo él, sosteniendo una de sus espadas a pocos centímetros de la unión de mis ojos. – Ponte de pie, Ryan. Párate y enfréntame. Lucha por ser aquel que tenga en control. – Me puse de pie como indicaba el demonio eléctrico y lo miré directamente a los ojos. – Si eso es lo que quieres, te daré batalla. Pero antes, quiero hacerte una pregunta. – Él me miró confundido, pero accedió a mi petición. – Sólo una.¿Cuál es tu nombre?¿Mi nombre? Nunca había pensado en un nombre, pero se me acaba de ocurrir uno perfecto. Mi nombre... es... Ray. – El silencio se apoderó del espacio que nos rodeaba. El aire se sentía tenso, pesado. Él portaba sus dos espadas firmemente. Yo aun tenía las manos desnudas. Una gota de sudor resbaló por mi mejilla, bajó hasta mi mentón y al impactar en el suelo Ray se abalanzó sobre mí, una vez más, para atacarme. – No digas que no te lo advertí, Ryan. Esta vez no frenaré mi ataque. – Vi lentamente como la fina hoja electrizada se acercaba hacia mi cuerpo. Los ojos de Ray despedían chispas de odio y sed de poder. Debía de detenerlo. Tenía que defenderme. Tenía que... pelear.

   Un estruendo metálico y chispeante remeció mis oídos. El cuerpo de Ray estaba tenso flotando en el aire. Su ataque había sido detenido por un par de espadas. Yo sujetaba estas espadas. Las así con fuerza y empujé a mi adversario unos metros hacia atrás. – No esperaba esta reacción de tu parte. Ya me hacía con el control de tu cuerpo – me dijo Ray mientras me miraba sorprendido. – Si quieres destruirme, ven, inténtalo... pero no te aseguro el éxito. – Ray dio un fuerte rugido y corrió en mi dirección abanicando sus espadas con toda la intensión de hacerme daño. Del mismo modo, yo me abalancé contra él y empezó el duelo por la posesión de mi existencia. Los choques de espada eran estrepitosos y a cada golpe rayos salían despedidos e impactaban contra el suelo sobre nosotros. Parecía un duelo parejo. Ninguno de los dos quería renunciar, darse por perdedor. Mas, en un momento de descuido, Ray hizo volar una de mis espadas y duplicó su velocidad de ataque. ¡Maldición, estaba perdido! Un ataque de 6 golpes basto para derribarme. – Este es tu fin, Ryan. – Ray alzó una de sus espadas y la clavó en mi brazo, logrando inmovilizarme. El dolor que sentía era monstruoso. Sentía un enorme voltaje recorriendo mi brazo y destruyéndolo desde el interior. – ¡MAL... MALDITO! – grité con todas mis fuerzas. Ray colocó su espada sobre mi corazón y lentamente empezó a introducirla. – Ahhhh.Quiero que tu sufrimiento sea lento y doloroso. Que el débil ser que controlaba este cuerpo desaparezca lentamente. ¡Muere, Ryan McGregor! – gritó Ray mientras atravesaba mi cuerpo y liberaba una feroz descarga eléctrica desde su mano a través de la espada. Mi cuerpo se desintegró en miles de partículas de luz, y con ello mi consciencia. Ryan McGregor había desaparecido.

   Abrí mis ojos y una nebulosa a modo de pantalla flotaba frente a mí. Estaba de nuevo en el cuarto blanquecino, suspendido y fundido al mismo tiempo en una pared enorme, la cual no se distinguía del resto de la habitación. No sabía cuánto tiempo había pasado desde mi feroz batalla contra Ray, ni cuánto había pasado de su batalla contra los soldados de Turner. La nebulosa estaba oscura, como si los ojos de mi cuerpo estuviesen cerrados. Poco a poco la luz empezó a introducirse por la nebulosa. "Yo" estaba despertando, pero yo no controlaba los movimientos de mi cuerpo. ¡No puede ser! Ray ya controlaba mi cuerpo. – Veo que tu cuerpo terminó muy debilitado antes de que yo luchara contra los soldados – dijo Ray para mí. – Es el momento que toda esta gente conozca mi verdadera monstruosidad. Acabaré con cada una de las personas que nos hicieron daño. Y no solo hablo de aquellos que se encuentran en este edificio. Hablo de todo aquel que te lastimo desde el momento que forme parte de tu ser. – Ray estaba desquiciado. Llevaría a cabo su venganza. Esto no era nada bueno. Tenía que detenerlo... Pero, ¿cómo?


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⏰ Última actualización: Sep 22, 2015 ⏰

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