Mires por donde mires, en las calles solo encuentras monotonía, rutina, personas risueñas, desesperadas, con ansia de libertad, de conocer ; Por el contrario también te topas con más de dos semblantes entristecidos que poseen miradas repletas de dolor, afligidos, que por querer innovar solo van de un lado a otro, pero hasta ellos mismos saben que están extraviados en la sociedad.
Luego están los enamorados, esos si que están perdidos, locos diría yo, se dejan llevar por lo que el corazón les dicta y acaban con este hecho trizas ; O a lo mejor soy yo, que los critico porque hoy día no soy capaz de quererme ni a mi mismo, de confiar. No es que no sea lo suficientemente maduro, tal vez solo aprendí demasiado de mis errores.
Pero con mucha diferencia, los rostros que más me gusta ver son los alegres, los optimistas, con miradas impregnadas de ilusión, que seguro te proponen algo y te irías a por ello de su mano aunque fuese al mismísimo infierno, solo por lo que te transmiten.
Tras esto me planto ante un espejo, he intentado ver lo que transmito yo, pero no logro ver nada, nada más que una gran coraza hecha de inseguridades, fría como el hielo. La verdad imparto de todo menos confianza, pero se callar más que todos, escuchar más que nadie y quererte como si fueses la única persona en mi vida. Soy inexpresivo, silente, será que pienso demasiado, que le doy muchas vueltas a cosas que debería hacer sin pensármelo dos veces ¡A la aventura!, a cometer errores nuevos para aprender de ellos, a dejar de guiarme solo por lo que mi cerebro dicta.
