El traqueteo del carruaje era lo único que podía oir. La extravagante mujer a la que servía reía escandalosamente, pero después de aquel accidente, no volví a escuchar igual. En el lugar de mi oreja derecha había una enorme herida, cubierta por una venda que rodeaba mi cabeza.
Pude distinguir una enorme mansión, ya a poca distancia nuestra. Había oído que el conde Phantomhive era un hombre exigente, muy serio, y duro con sus trabajadores. El carruaje entró en los terrenos de la enorme estructura, y miré estupefacta hacia los jardines que pude ver al otro lado de esta. Esperaba que después pudiesemos pasar por ahí, era realmente precioso.
En la puerta nos esperaba un hombre vestido de negro, con el cabello del mismo color y los ojos de un rojo intenso. Tenía una extraña belleza.
- Bienvenida a la mansión Phantomhive, duquesa, mi nombre es Sebastian Michaelis, soy el mayordomo del conde -hizo una reverencia, y podría jurar que me dirigió una mirada de reojo. Invitó a mi señora a entrar, y yo la seguí a una distancia prudencial.
En lo alto de las escaleras de la entrada principal, pude distinguir una pequeña figura, de un niño de unos 13 años, tal como yo. Este bajó ayudado de un bastón.
- Buenas tardes, estoy encantado de tenerla en mi mansión, duquesa, soy el conde Ciel Phantomhive, mucho gusto -esbozó una falsa sonrisa que rápidamente se esfumó, y nos hizo pasar al comedor.
¿Ese niño era el conde? Tenía un brillante cabello azulado, una bella piel blanca, y un ojo de un azul intenso, el otro estaba cubierto por un parche negro. Estaba impresionada por su belleza, cuando él me dirigió una mirada.
- ¿Esta es su criada? -le preguntó a mi ama.
- Así es, conde -contentó esta con esa irritante voz.
- Sebastian, -le ordenó a su mayordomo- espera aquí con la duquesa, acompañaré a la criada a sus aposentos.
Me hizo un gesto, mirándome con curiosidad. Al fin y al cabo, él era solo un niño. Lo seguí hasta un pasillo poco iluminado y me abrió una de las puertas que había. En ella había cuatro camas, pero parecía que solo una de ellas estaba en uso.
- Como ya sabes, a partir de ahora trabajarás en la mansión Phantomhive, así que dormirás aquí. Tienes una compañera de habitación, espero que no te moleste -dijo todo esto sin mirarme- Esta será tu cama, puedes dejar tus cosas por ahí -se dirigió a la puerta y, antes de salir, me miró y me dirigió una sonrisa, esta vez, sincera- Buena suerte, querida.