Capitulo I El Bar

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Mis tardes y mis noches transcurrían en el ajetreo de mi trabajo un bartender o barman peculiar en mi localidad, trabajaba a una familia muy unida y numerosa que asociaba el trabajo con la alegría, en un bar puedes ver todas las formas expresivas de la vida, puedes ver hombres desconsolados por el desamor de una mujer, familias celebrando acontecimientos como cumpleaños, graduaciones y peticiones amorosas, puedes ver el grupo de compadres celebrando un día cualquiera, y allí estaba yo un chico de 20 años de edad con miles de metas por cumplir y miles de sueños por realizar, viviendo aquellas experiencias contagiándome de aquellas alegrías, aquellas tristezas y de todo aquello que guardaba aquel lugar

El bar era acogedor un sitio ideal para disfrutar con tapices en la pared con buena cerveza y buen café, con las chicas siempre brindando buena atención eran tres todas distintas entre si, tanto en lo físico y personalidad pero hermanas al fin. su padre era un señor alto cabello grisáceo con bigote, abogado de profesión siempre dando estigma de respeto, el apreciaba y valoraba tantos mis esfuerzos mi trabajo yo solo hacia las cosas como me gusta hacer, hacerlas bien. Así transcurrían mis días sin prisas sin presiones, siempre tratando de olvidar mi pasado amargo, los cigarros siempre me acompañaron al salir en las noches frías cuando pensamientos me hundían y me hacían sucumbir en sueños tormentosos, me nombrare el Bartender me considero una persona promedio lleno de humildad lector por excelencia y altruista por inercia. Pero... no somos lo que nos consideramos, somos lo que nos consideran.

Las tardes eran para limpiar, ordenar y atender a uno que otro borracho recurrente del lugar, mis horas se perdían en copas de aquel lugar, esperaba mi título de profesional, estudié Agronomia en una universidad local pero allí estaba en ese lugar sirviendo tragos y oyendo personas sin cesar.
La hija menor del dueño era la encargada del lugar, por así llamarle le diremos Layo, ella siempre daba una orden y no completaba la acción, muchas veces llegue a contradecirla, pero siempre salia perdiendo, era ella la hija del dueño.

Cuando dos personas poseen intelecto alto, siempre habrá roce de caracteres.

Las noches en aquel lugar eran más activas, se inundaba de una atmósfera jovial y llegaba a contagiarme de aquella alegría, aunque siempre me caracterizaba por andar mal encarado y el ceño fruncido,
es una simple defensa de no mostrar lo débil que puedes llegar a ser.

De preparar tragos limpiar ordenar y tener un roce constante con Layo se me iban los días y veía todo tan distorsionado mi futuro, mi sentir, era increíble que en aquel momento era solo una máquina sin sentir, muy pocas chicas lograban robar mi mirada, no por ser duro o algo por el estilo si no por no querer más sufrimiento en mi vida.

Era el eslabón de aquel lugar vi cada personaje entrar y salir de allí, hasta aquella tardé en la que gracias a Layo la vi.
Una sonrisa.



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