Capítulo II La Sonrisa

22 3 0
                                    

  Una tarde más en el bar, y Layo llegó dando muchas órdenes, mi entrecejo se hundió más de lo normal y mi actitud era desafiante, pero debía hacer mi trabajo y empecé a lanzar cajas con tanta ira que creo que lo notaban.
Entre mi ira no me percaté que Layo andaba acompañada por una chica contemporánea a su edad y esta se me queda observando, inmediatamente Layo me la presenta, ella Sonrió y extendió su mano hasta entrelazarse junto a la mía.

Me dijo con una voz tímida
—Mucho gusto, sonrió tímidamente y bajo la mirada hasta sus pies.

—Un placer, le Respondí mirándole los ojos como un caballero de los antiguos.

Quede pasmado dos segundos mirando esa sonrisa y luego continúe trabajando, ellas siguieron en su con su conversación y yo lanzaba cajas al ritmo de mi enojó, pero... había algo distinto no sacaba esa sonrisa de mi mente, y en apenas dos segundos visualice un cabello Castaño perfectamente trenzado y una sonrisa que descendía desde cada mejilla sonrojada que enmarcaban hoyuelos y unos ojos a medio cerrar por el sonreír, lanzaba más duro las cajas y aceleraba mi pensar, volví a mirar a la barra donde se encontraba, pero no miro.

"Siempre he tenido el don de observar a las personas sin que estas se percatén".

Pasada una hora la chica de bella sonrisa se había retirado y yo había olvidado su nombre por ser algo extraño y también por andar enojado, no prestó mucha atención dependiendo de mi estado de ánimo, y si que poco romántico soy olvidé su nombre pero detalle su rostro vaya desastre soy.

Tome la Osadía de preguntarle a Layo por aquella chica, la de la sonrisa, y Layo me observó intrigada y me dijo:

—A ella estudia conmigo y esta comenzando su trabajo nuevo Por el lugar.

Respondí con una sonrisa burlona

—Es muy linda.

Inmediatamente me observó de manera incrédula, proseguí trabajando y comencé a pensar

"La volveré a ver, esta trabajando cerca, que hago pensando en su sonrisa quizás le fui algo indiferente al saludar, que rayos"

Mientras pensaba recibía otra orden de Layo y eso esfumó esa nube delirante en mi cabeza y proseguí.

Transcurridas unas horas llega el cierre del bar el único momento donde conseguía paz de aquel asedio, cuando encendía un cigarrillo en la parte trasera del local y suspiraba hilos delgados acompañados de pensamientos, el porque fumaba, era uno de mis pasajes de escapé que quedaba en mi vida, perdí a mi padre de cáncer y eso debió servir de ejemplo para evitar esa enfermedad pero allí estaba viviendo una vida rutinaria de bartender sin emociones propias viviendo alegrías de los demás, escuchando pesares de despacho y observando sonrisas bonitas, aquella sin duda la más bonita que había visto.
El frío de la noche me arropo el cigarrillo se consumió y pensé que obra literaria me acompañaría en mi desvelo y así el transporte llegó y me marché sin vacilar.

Postal de un AdiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora