Prólogo

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Shefer volvía del colegio, claro, a los seis años el colegio puede llegar a ser lindo, más para una niña que le cumplían todos los caprichos.

Bajó de la camioneta y fue directo a su habitación, dejó caer su mochila y fue para la cocina, su mamá ya le había preparado una chocolatada.

Shefer se sentó a mirar la tele cuando terminó su chocolatada.

Ella era una niña muy seria, no tenía mucho sentido del humor, y aunque era así de chica era demasiado histérica. Cuando quería algo, gritaba y hacía de todo para conseguirlo, hasta que se lo daban para que dejara de gritar.

Cuando se dió cuenta ya era la hora de la cena.

-¡A comer! - gritó la mamá.

Shefer se acercó a la mesa y vió su plato lleno de fideos. Lo vió y su cara le cambió.

-Mmm, fideos, que rico- dijo ella.
-Cariño, no hablas desde que llegaste. ¿Cómo te ha ido en tu colegio hoy?
-Bien mamá, aunque aburrido. Hicimos lo mismo de todos los días. Contar del 1 al 100, ¿No entenderá la seño que eso ya lo sabemos?

Shefer era, también, una niña muy inteligente. Tenía como un "Don", no pensaba como una nena de 6 años, pensaba ya como un adulto. Siempre fue así, pero mejor, le servirá para el FUTURO.

Terminaron de cenar y ya era la hora de acostarse, por suerte, ella estaba muy cansada.

-Hasta mañana ma.

Tuvo un sueño, pero entecortado, sólo veía imágenes. Se vío a ella, en las imagenes, junto a un chico pelirrojo, pero ella era más grande.
Otra imágen fue la de un anciano, como un doctor, entregándole a ella un aparato del tamaño de su brazo, con un montón de botones, el mismo que le había visto al chico en la ocasión anterior.

A la mañana siguiente, viernes, la mamá no la despertó. Ella abrió los ojos lentamente. Cuando se quiso dar cuenta, todos los colores habían desaparecido.

-¡MAMÁ! ¡PAPÁ!- sus padres habían desaparecido, al igual que los colores, se desesperó y salió de la casa, tampoco había nada, sólo una carta en el suelo.

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