Ciudad de los Huesos, Versión Jace

Prologo

Las Marcas en mi piel cuentan la historia de mi vida, de quien soy, Jace Wayland un cazador de sombras y muy orgulloso de serlo. Algunos de los otros jóvenes de la Clave no les gustan las desfigurantes letras negras, no les gusta aguantar el dolor de la estela dónde esta cortaba la piel, pero la verdad es que no lo entiendo, toda mi vida fui preparado para esto, así que a quien no le guste que se prepare mas, es su propia falta que no sean lo suficientemente fuerte.

La mayor parte de los chicos reciben sus primeras Marcas cuando tienen 12 años. Yo la recibí desde antes, a los nueve, mi padre confiaba que entre mas niño fuera mas fortaleza tendría y no se engaño a mis dieciséis años yo era el mejor cazador de sombras que había existido nunca y no es por vanagloriarme, es un simple hecho constatado por la cantidad de demonios que he cazado. Las runas me describen me dan una razón de ser y existir.

El invierno en que cumplí los diez años mi padre me llevó a Manhattan por primera vez. Fue la primera ciudad que conocí ya que nuna acompañe a mi padre en las raras ocasiones en las que visitaba Alacante, la capital de Idris mi país. El pavimento duro era inmundo, los edificios creciendo demasiado juntos, pero las luces eran brillantes y bonitas. Y las calles de esta ciudad estaban llenas de monstruos. A los demonios y a los subterráneos solo los había visto antes en los manuales de instrucción. Vampiros con sus galas, blancas caras muertas como el papel. Licántropos con sus demasiado afilados dientes y su olor a lobo. Brujos con sus ojos de gato y orejas puntiagudas, a veces una cola bifurcada que sobresale de sus elegantes abrigos de terciopelo o alguna otra mutación.

-Monstruos,- había dicho mi padre sobre los subterráneos, con disgusto. Su boca curvada en las esquinas. -Pero ellos sangran como los hombres hacen cuando los matas.

-¿Qué hay sobre los demonios? ¿Sangran rojo?

-Algunos lo hacen. Algunos sangran fino como veneno verde, y otros sangran plateado o negro. Tengo una marca aquí de un demonio que sangró ácido color zafiro.- mire con asombro la marca de mi padre.

-¿Y has matado a muchos demonios?

-Sí,- dijo mi padre. -Y algún día, tú también lo harás. Has nacido para matar demonios, Jace. Está en tus huesos.

Habían pasado años hasta que luche con un demonio por primera vez, y por entonces mi padre hacía tres años que había muerto, yo tenia solo trece años. Mire la marca dónde ése primer demonio había clavado las garras, cuatro marcas de garras paralelas que corren de mi esternón al hombro izquierdo, cuatro marcas que me recuerdan que si yo nos los mato ellos me mataran a mi, algo que nunca permitiré.

De repente recuerdo a la chica de mi sueño, la que tenía el pelo escarlata trenzado, no lograba recordar su rostro pero sabia que antes ya había soñado con ella. Me había levantado con escalofríos, y en todo el día no había podido sacarme de la cabeza una leve sensación de vulnerabilidad, muy leve. Era aterrador sentirse tan vulnerable, más aterrador que cualquier demonio que hubiese conocido. Sentirse vulnerable te hace débil así que es mejor que deje de pensar en ese sueño y en esa chica.

Hodge estaba hablando sobre la misión de esta noche, ha habido informes de actividad oscura en un club en el centro, cuerpos humanos encontrados flácidos y drenados. Me encogí de hombros, parece el trabajo de un vampiro descarriado, muy fácil, revise mis armas, marque ligeramente con Marcas sobre la ropa y metal. Marcas que ningún ojo humano podría ver gracias al glamour. Despojado de su magia, las marcas en mi cuerpo no eran más que marcas, después de todo, de no más poder que las heridas en mi  pecho.

-¡Jace!- El sonido de mi nombre me aterrizo a la realidad. Me habían llamado desde el pasillo, Alec e Isabelle, impacientes solo me esperaban a mí. Alejando cualquier otro pensamiento, me dirigí con ellos a la calle. Era hora de matar.