Vestigios de un Pasado

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“No pierdas la esperanza ante aquello que no llega, pues algún día llegara, quizás ya no estés vivo pero llegará, a lo mejor tus ojos sean polvo pero llegara, este es el concepto de la fe,  tener certeza de lo que se espera y convicción de lo que no se ve”

Era un grabado en piedra blanca sobre un altar en ruinas, al parecer era un sitio abandonado hace siglos, de aquella época donde existían ríos y praderas verdes bordeaban lagos cristalinos, donde existían árboles y el aire se podía respirar libremente, donde la lluvia no te deshacía la piel y un sol se mostraba cada mañana sobre el horizonte, tiempos buenos donde los recursos abundaban y se malgastaba lo que hoy no existe.

Los exploradores no lograban darle significado a aquello escrito por sus antepasados, una frase pesimista pero alentadora a la vez. Se hablaba de fe, una palabra perdida en el vocabulario por su carente uso actual, los pocos sobrevivientes a la hecatombe natural no alcanzaban a conocer el significado de tranquilidad o comodidad, ya que sus antecesores se dieron a la tarea de aniquilar su propio hogar pensando que este se sanaría por sí solo, sin pensar que  la fragilidad de su existencia pendía de un hilo que arbitrariamente fue cercenado por las tijeras de hombres con sierras e industrias con desechos que daban a las fuentes hídricas cercanas.

Una docena de excursionistas documentaban cada aspecto de este viejo edificio desamparado a las inclemencias del destino. Era necesario conocer los errores cometidos en el pasado para que en su incierto futuro no se tropezara con la misma piedra. Adentrándose a la estructura se perdían en su inmensidad y les sorprendía el estado de la misma, algunos libros en el suelo mantenían sus tapas intactas y el suelo hecho de ladrillo brillaba con un escarlata extraño.

El grupo se separó sin darse cuenta y los pasos desaparecieron junto a sus sombras, era como si el edificio estuviera vivo y los invitara a conocer más de lo que en el yacía, los atraía como lo hacen las plantas carnívoras con los insectos hasta tenerlos en sus fauces y deshacerlos lentamente en sus entrañas, alimentándose de sus nutrientes y volviéndose uno con su sabia.

“Aquello que esperas quizás nunca llegue, quizás siempre fue una ilusión, no por eso debes dejar de intentar, si dejas de intentar dejaras de vivir, si dejas de vivir tu existencia será como la de una roca que se desintegra con el tiempo y se vuelve cenizas”

Leyó el último sobreviviente de la cruzada por el conocimiento, sus compañeros se habían desvanecido en el pasado de sus coterráneos, inmersos en las sombras de las fallas que los tenían en tan precaria situación: tierra muerta y carente de vida, fuentes de agua contaminada, un aire envenenado por cianuro, especies vegetales y animales extintas casi en su totalidad, una población que disminuía exponencialmente, una vida que no podía llamarse como tal.

Entonces aquel hombre entendió. Aquel que él creía ser no era él. Era una proyección de los que sus ancestros quisieran que fueran, todo lo que se hizo solo fueron sueños frustrados de alguien que una vez vivió. La fe de alguien que creyó pero no alcanzó a ver, la esperanza de un ser que lucho aun sabiéndose vencido, el alma de un hombre que no desfalleció. Así su deber se cumplió y su sombra se resbalo entre las páginas de un manuscrito olvidado en un estante.

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