Capítulo III: El encuentro con el sirviente

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Al subir las escaleras a la casa principal, comenzaron con desempolvar, fregar los pisos, lavar los trastes y kilos de ropa, y un montón de quehaceres más. Ya cansados regresaron a su habitación y Natasha encuentra una nota encima de su cama:

«Los espero al anochecer en el callejón de la cocina. Tienen cinco minutos.»

- Mira, encontré esta nota. Juan debió haberla dejado aquí.

- ¿Qué nos querrá decir?

- No nos dará una idea de cómo salir de aquí, de eso estoy segura.

- Y... ¿Si nos da alguna pista acerca de nuestro padre?- ambos guardaron silencio por algunos segundos.

- Claro, es muy probable- Natasha tomó su abrigo y le pasó una bufanda a su hermano mirando la hora en el reloj-. Debemos ir ya al callejón, rápido.

Ambos subieron a la casa y de esta fueron al callejón de la cocina:

- Está muy oscuro- dijo Ángel envolviendo la bufanda alrededor de su cuello.

- Y hace frío...- se quejó Natasha abrasandose a si misma. Un ruido entre los botes de basura los puso alertas-. ¿Oíste ese sonido?- se abrazó a su mellizo.

- Tranquila, hermanita- plantó un beso en su cabeza.

- Son puntuales- comentó Juan apareciendo de entre las sombras, dejando perplejos a ambos hermanos-. Los cité aquí porque el remordimiento no me deja en paz desde hace doce años y ahora que ya tienen edad suficiente debo contarles todo.

- ¿Qué es lo que tienes que decirnos?- cuestionó Ángel.

- No son hijos del jefe exactamente- pausó ante la reacción de los hermanos-; él los crió, pero no provienen de su simiente.

- ¿Por qué no nos dejó verlo desde un principio?- preguntó Natasha.

- Porque piensa que después de haberles borrado la memoria y encerrarlos aquí, lo rechazarían.

- ¿Por qué borrarnos la memoria? ¿Por que hizo eso?- insistió Ángel lleno de coraje ante la cobardía de aquel hombre.

- Creyó que sería lo mejor, para que ustedes lo quisieran... Él está muy arrepentido- ambos hermanos se miraron, Ángel asintió ante la idea de su melliza.

- Queremos verlo- afirmó la menor-. No lo apreciamos por lo que nos hizo, pero ambos deseamos verlo personalmente.

- Dudo que él quiera escucharme si se trata sobre una petición de ustedes.

- Eres su sirviente, su mano derecha- insistió la chica-. Si insistes, talvez cambie de opinión y quiera vernos.

- Talvez me llame la atención y no quiere que vuelva a mencionar el tema.

- Mi hermana dijo que insistas- objetó Ángel-, él puede cambiar de idea.

- Les dije que lo dudo mucho, ya que ustedes son los únicos en esta guarida.

- ¿Guarida? Ósea que sobre este lugar, allá arriba, ¿hay más chicos?

- Sí, allá arriba es el orfanato.

- ¿Orfanato? ¿Qué es eso?- preguntaron ambos hermanos al unísono.

- Bueno, ¿como te explico?- dijo el sirviente buscando las palabras correctas-. Es un lugar donde los padres dejan a sus hijos para que otras personas los adopten.

- Ósea que... nuestros verdaderos padres... ¿No nos quisieron?- preguntó Ángel.

- No... No nos quisieron- contesta el sirviente con ojos melancólicos, algunas lágrimas comenzando a acumularse en sus ojos-. Tengo que irme.

- Ángel, él dijo "no nos quisieron"- habló Natasha-, ¿acaso se refirió a los tres?

- No lo creo, pero viste como lloraba.

- No sé, talvez a él también lo abandonaron sus padres.

- Es probable- contestó el mayor abrazando a su Natasha-. Hermana- canturreó alegre-, ya es hora de cenar.

- ¿Qué cenaremos hoy?

- Mmh- murmuró pensativo-. ¿Qué tal ensalada?

- ¡¿De nuevo?! Comemos eso todos los días, ¿no podemos cambiar el menú?

- No contradigas al chef y salgamos de aquí, ya me está dando miedito.

La Guarida de HaroltyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora