Al subir las escaleras a la casa principal, comenzaron con desempolvar, fregar los pisos, lavar los trastes y kilos de ropa, y un montón de quehaceres más. Ya cansados regresaron a su habitación y Natasha encuentra una nota encima de su cama:
«Los espero al anochecer en el callejón de la cocina. Tienen cinco minutos.»
- Mira, encontré esta nota. Juan debió haberla dejado aquí.
- ¿Qué nos querrá decir?
- No nos dará una idea de cómo salir de aquí, de eso estoy segura.
- Y... ¿Si nos da alguna pista acerca de nuestro padre?- ambos guardaron silencio por algunos segundos.
- Claro, es muy probable- Natasha tomó su abrigo y le pasó una bufanda a su hermano mirando la hora en el reloj-. Debemos ir ya al callejón, rápido.
Ambos subieron a la casa y de esta fueron al callejón de la cocina:
- Está muy oscuro- dijo Ángel envolviendo la bufanda alrededor de su cuello.
- Y hace frío...- se quejó Natasha abrasandose a si misma. Un ruido entre los botes de basura los puso alertas-. ¿Oíste ese sonido?- se abrazó a su mellizo.
- Tranquila, hermanita- plantó un beso en su cabeza.
- Son puntuales- comentó Juan apareciendo de entre las sombras, dejando perplejos a ambos hermanos-. Los cité aquí porque el remordimiento no me deja en paz desde hace doce años y ahora que ya tienen edad suficiente debo contarles todo.
- ¿Qué es lo que tienes que decirnos?- cuestionó Ángel.
- No son hijos del jefe exactamente- pausó ante la reacción de los hermanos-; él los crió, pero no provienen de su simiente.
- ¿Por qué no nos dejó verlo desde un principio?- preguntó Natasha.
- Porque piensa que después de haberles borrado la memoria y encerrarlos aquí, lo rechazarían.
- ¿Por qué borrarnos la memoria? ¿Por que hizo eso?- insistió Ángel lleno de coraje ante la cobardía de aquel hombre.
- Creyó que sería lo mejor, para que ustedes lo quisieran... Él está muy arrepentido- ambos hermanos se miraron, Ángel asintió ante la idea de su melliza.
- Queremos verlo- afirmó la menor-. No lo apreciamos por lo que nos hizo, pero ambos deseamos verlo personalmente.
- Dudo que él quiera escucharme si se trata sobre una petición de ustedes.
- Eres su sirviente, su mano derecha- insistió la chica-. Si insistes, talvez cambie de opinión y quiera vernos.
- Talvez me llame la atención y no quiere que vuelva a mencionar el tema.
- Mi hermana dijo que insistas- objetó Ángel-, él puede cambiar de idea.
- Les dije que lo dudo mucho, ya que ustedes son los únicos en esta guarida.
- ¿Guarida? Ósea que sobre este lugar, allá arriba, ¿hay más chicos?
- Sí, allá arriba es el orfanato.
- ¿Orfanato? ¿Qué es eso?- preguntaron ambos hermanos al unísono.
- Bueno, ¿como te explico?- dijo el sirviente buscando las palabras correctas-. Es un lugar donde los padres dejan a sus hijos para que otras personas los adopten.
- Ósea que... nuestros verdaderos padres... ¿No nos quisieron?- preguntó Ángel.
- No... No nos quisieron- contesta el sirviente con ojos melancólicos, algunas lágrimas comenzando a acumularse en sus ojos-. Tengo que irme.
- Ángel, él dijo "no nos quisieron"- habló Natasha-, ¿acaso se refirió a los tres?
- No lo creo, pero viste como lloraba.
- No sé, talvez a él también lo abandonaron sus padres.
- Es probable- contestó el mayor abrazando a su Natasha-. Hermana- canturreó alegre-, ya es hora de cenar.
- ¿Qué cenaremos hoy?
- Mmh- murmuró pensativo-. ¿Qué tal ensalada?
- ¡¿De nuevo?! Comemos eso todos los días, ¿no podemos cambiar el menú?
- No contradigas al chef y salgamos de aquí, ya me está dando miedito.
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La Guarida de Harolty
FantasyUna pareja de mellizos vivían con sus padres hasta que un día fueron dados en adopción por un hombre de bajos escrupulos llamado Harolty.