Capítulo II: ¿Quién es nuestro padre?

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Doce años después.
— 05:59 a. m. —

Juan entró a la habitación de los chicos que se encontraba a oscuras y al ver que no estaban despiertos, encendió la luz de la habitación, haciendo que ambos gemelos se removieran incómodos en sus camas.

— Ya es hora de levantarse— dijo antes de salir de la habitación.

— Odio los lunes— bostezó el mayor de los mellizos, Ángel—. Natasha— llamó a su hermana menor levantándose de la cama y acostandose junto a ella—, ¿no crees que si todos lo días fueran fin de semana, no estaríamos con esta molestia?— su hermana gruñó bajo la cobija, no quería levantarse—. Tranquila hermana, algún día encontraremos la forma de salir de aquí.

— Eso espero— contestó la chica en un suspiro—; aún no entiendo que hacemos aquí, sin conocer a nuestros padre.

— Según lo que dice su sirviente, si algún día llegamos a ver a papá, moriremos, porque es "demasiado poderoso".

Sí, ambos tenían una ligera noción de lo que era su padre, y también, de lo que era capaz de hacer.

— Si él es tan poderoso como dice ser— Natasha se salió de las cobijas refunfuñona—, ¿Por qué no crea a una sirvienta y nos deja de mandar a hacer los quehaceres?

— Tienes razón hermanita— rió por lo bajo—. Y... ¿Por qué no le preguntamos a su sirviente más acerca de nuestro padre?

— Dudo mucho que ese hombre nos quiera decir.

— Hay que intentarlo.

Ambos salieron al pasillo que conducía a una pequeña sala con el comedor y la cocina a un lado:

—¡Juan! ¿Dónde estás, Juan?— ambos chicos buscaron al sirviente en su pequeño hogar—. Parece que no está.

— ¿Qué son esos gritos?— preguntó el sirviente sorprendiéndolos.

— ¡Ay, Juan!— Natasha saltó del susto—. Te estábamos buscando, ¿nos puedes prestar unos segundos? Por fa.

— A ver, ¿qué es lo que quieren?

Ambos hermanos se miraron entre ellos y Ángel tomó en valor para hablar:

— Queremos que nos hables acerca de nuestro padre— soltó—. Queremos saber su nombre, su edad, también queremos saber quién es nuestra madre madre... De dónde provenimos.

— No tengo autorización de parte del jefe para decirles eso— con cada palabra la poca esperanza que tenían se fue apagando, pero eso no detuvo a Natasha.

— ¿No nos puedes decir absolutamente nada?

— Ya que insisten tanto, les diré algo... Ustedes son mellizos.

— ¡¿Qué?!— exclamaron ambos a unísono.

— Ángel es el mayor y tú Natasha, la menor.

— De verdad no lo sabía— Natasha y su hermano se miraron—, bueno sé que somos hermanos, pero no que somos mellizos... Y Juan, ¿Juan?¿Dónde está?

— Volvió a desaparecer, ¿dónde se habrá metido esta vez?

— ¿Está raro no?— Natasha negó ante la situación—. Oye, Ángel. ¿Por qué no hacemos los quehaceres y dejamos de preocuparnos por esto? De todos modos es una pérdida de tiempo.

— Vamos...

La Guarida de HaroltyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora