Siete días con ella

Día 3

-Buenos días mi vida -susurran en mi oído- es hora de despertar.
-No quiero -refunfuño- ¿por qué me despiertas tan temprano?
-Son las 10 de la mañana Al.
-¿En serio? -me paro de un brinco.
-Si princesa, ahora se nos hará tarde para la ida al spa.
-Ay ya lo sé -digo mientras me quito los jeans de anoche- ¿crees que respeten nuestra cita si llegamos diez minutos tarde?
-No lo sé, supongo que si -dice conteniendo la risa al verme saltar de un pie al otro mientras me pongo unos pants.
-¡No te rías! -grito y le lanzó la blusa que acabo de quitarme.
-Cariño -dice más serio- hoy alguien vendrá de visita a las 8, pero es alguien importante, cenara aquí. ¿Trajiste vestidos formales?
-No traigo, pero puedo ir a comprar uno -le respondo, mierda, ya planeaba ir a comprar uno pero esperaba que la sorpresa pudiese durar más.
-Vamos juntos ¿vale?
-Claro mi vida -le sonrío- ahora, ¡vámonos a ese masaje!

Salimos del cuarto y bajamos rápidamente los escalones, giramos en la primer esquina, no es necesario salir del hotel, es una suerte que el spa este aquí mismo, llegamos a la recepción del spa.

-Buenos días ¿puedo ayudarlos?-dice la recepcionista al vernos.
-Buenos días -respondemos, pero sólo Max continúa- soy el señor Valentine, tengo cita para dos masajes.
-Permitame un segundo -dice la chica y busca algo en la computadora que está frente a ella- oh claro. Señor Valentine ha llegado un poco tarde, déjeme revisar si la masajista sigue aquí -Sale de la recepción y se mete en una de las tantas puertas que hay.

Entonces me cae el veinte, yo que supiera no teníamos reservación. Lo miro y el sonríe, se ha dado cuenta de mi confusión.

-La pedí está mañana, a las 6:00 a.m. para ser exactos.
-¿Cómo lo lograste en tan poco tiempo?, aquí son muy estrictos.
-Tengo mis contactos nena -la recepcionista sale de la misma puerta por la que se había ido.
-Ya pueden pasar -nos dice y le sonríe a Max cuando cree que no puedo verla.
-Es mío perra -digo para mí.

Al adentrarnos veo primero un pequeño patio pero acogedor, es algo como si fuera una pequeña casa. Nos metemos en la cabaña que hay a unos centímetros de una pequeña cascada. ¿Esto es posible? Supongo que si.

Narra Max.

Alison esta tumbada boca abajo, disfruta del masaje que le da Sally, es con ese nombre con el que se ha presentado la masajista, yo por mi parte estoy más que nervioso, le he mentido al decirle que vendrá alguien a verme pero no se me ha ocurrido otra cosa.

Hoy tendré que comunicarme con el doctor Welch, las pastillas casi se han acabado, sólo quedan tres y debo pedirle que me envíe una nueva receta. Dios el sábado será un buen día.
El masaje no tarda más de hora y media, por lo que al salir aun es buena hora para ir a desayunar y en vez de ir al cuarto y tomar un baño nos vamos directo al restaurante del hotel.

-¿Es muy importante lo de hoy? -Lo es princesa -Alison se ve un tanto decepcionada cuando le respondo- ¿tenías otros planes?
-No -me responde, pero el color rojo de su cara me dice otra cosa.
-¿Segura?
-¿Esto es un interrogatorio? -gesticula exageradamente con las manos, está nerviosa- ¿Dónde nos sentamos?

Sin darme cuenta hemos llegado al restaurante, observo el lugar que esta medio vacio para poder responderle a Alison, escojo una mesa cerca de una ventana y se la señalo.
La mesa es lo que menos me importa ahora, por eso elegí esta al azar, ¿por qué está tan nerviosa? ¿Debería preguntarle?

-Perdón por ponerme así -dice Alison al sentarnos.
-No te preocupes cariño -le digo sinceramente, pero aprovecho la oportunidad- sólo no entiendo por qué te has puesto así.
-Es que creí que tus vacaciones serían eso, vacaciones sin trabajo.
-Oh, bueno yo siento eso bebé, se supone sería así pero -dudo en si decirle o no lo del cambio, pero no quiero que sospeche- la verdad es que el cambio ha sido aceptado y debo conocer a mi nuevo jefe, no hubo de otra.
-¿En serio? -dice sorprendida, pero ya más animada- Bueno entonces ni modo, hoy se hará esa cena.