Una carta de Disculpas.

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¿Cuántas veces soñé con nuestra casa frente al océano? Donde viviríamos luego de los titanes, donde poco a poco crearíamos nuestro "hogar".

Siempre pensé que la valentía de aquel día, donde frente a todos en el escuadrón pedí tu mano en matrimonio, bueno, lo intente, pero luego de besarte te cité en el techo para pedirlo.
Es que no veía mas que un futuro juntos, contigo de esposa, oh... era lindo, imaginarte con un delantal...

Pero falle, te dañe.

Armin Arlet, cuanto lo siento.

Hoy escribo esto con la mínima esperanza de que la leas y puedas reconsiderar mi presencia cerca de ti, aunque el perdón sea lo último que esta alma corrompida merece.

Te engañe, del peor modo, te engañe.
Pero, ¿Sabes qué es peor? No recuerdo nada de lo que paso.
No, no me estoy excusando, lo juro, no se cómo, cuándo, dónde ni porqué.
Es una laguna en mi mente que me prohíbe encajar las piezas de forma lógica.
Recuerdo risas, algo de alcohol quizás, pero yo no bebo, al capitán y demás del escuadrón de reconocimiento.
No se que festejariamos, pero seguro se paso del límite.

Te recuerdo a ti, tan precioso como siempre, vestido con una de tus mejores camisas, con tus cabellos dorados que parecían mas sedosos que de costumbre.

Y tus mejillas levemente abultadas, con ese bello carmín de vergüenza que me encantaba adornándolas.
¿Podía acaso pedir más? Eramos tan felices.

Recuerdo que te fui a buscar, que nos abrazamos camino al comedor, que junto con Mikasa llegamos y...

Ahí.

¿Recuerdas algo mas?
Porque mi escasa memoria tiene aquello de limite. Aquel beso que nos dimos antes de separarnos unos segundos.

Luego comienza lo peor.

La mañana, cuando el sol quemaba mi cabeza, en sabanas ajenas.
Fue una tortura, estar en la cama del capitán, en las mas mínimas prendas, oh... temía lo peor.

Lo peor que ocurrió.
Apareciste, alegando buscarme con tu dulce sonrisa que pronto se desvaneció.

Se que de seguro pensaste que quizás hubiese hecho algo con el capitán, pero la peor realidad es que siquiera estábamos desnudos, solo nos quedamos en internas.
Pero se que ante esa situación era imposible pensar nada más.

Oh, ni siquiera pude, o me atreví, a preguntarle a Rivaille qué pasó, porque el miedo a perderte era mayor.

Miedo que, a mi mala suerte, se cumplió.
Hoy, en esta carta, pido disculpas, porque se que el valor a decir esto en cara, sin ponerme a llorar y suplicar no me dejes no existe en mi.
Contigo no he tenido orgullo, miedo o perjuicios; podía gritar a viva voz cuanto te amaba sin temer ser juzgado, no, corrijo, cuanto te amo.

Pero se que está es mi condena eterna, se que no serás capaz de aceptar a este miserable inútil una vez más. Porque no se porque lo harías, porque no se ni cómo te dañe, porque no sabrás cuanto te ame, amo y amaré.

Firma un idiota enamorado, Eren Jäger.

Y con aquello escrito, Eren se dispuso a cerrar el sobre, procurando no mancharlo con sus penosas lágrimas.

Hacía ya tiempo de aquel acontecimiento que destruyó su vida entera. Pues ni su hermana se dignaba en hablarle en esos momentos.

Días, meses, años, quizás, pero Eren ya había perdido la cuenta, porque cuando no ya no vives, cuando lo único que pasa es que ves los días pasar sin sentido, pierdes la cuenta y la noción del tiempo.

Y así estaba él, observando aquella carta, quizás la mas decente hasta ahora, pues esta no era la primera ni la última que el castaño le escribiría a su antiguo amado, más, una vez mas, no la enviaría.
No hacía mas que escribirlas y jamás enviarlas, las guardaba, como convenciéndose así que no tenía perdón.

Pero esta vez sería distinto, esta vez sus descuidos dejarían ver aquellas notas que poco a poco, diariamente escritas, se convirtieron en un diario para Jäger.

Las primeras cartas eran llantos sinsentido e inconclusas, a mitad él se cortaba y lloraba en desconsuelo.
Las siguientes fueron mejorando, ya no eran bañadas de lágrimas, no, pero seguía buscando excusas donde no había, seguía buscando respuestas más solo creaba mas dudas.

Esta fue la más decente, la mas coherente y quizás la mejor explicada.
Pero Eren no la enviaría, no, no se lo permitía.

Tal vez Armin decidió superarlo, decidió ir con alguien mejor.
Quizás Jean, o Smith.

Dios solo sabía.

Porque tipos como él eran fáciles de olvidar.
Estaba devastado, solo, abrumado.

Tomó la carta entre sus manos, temblorosas, y salió por fin de aquella habitación que era casi su cueva.

Si salía, lo vería.
Si lo veía, lloraría.
Si lloraba, se vería patético.

Y si eso ocurría, lo único que podía esperar es que Armin mucho menos fuese a aceptar su perdón.

Era la hora de comer, ¿Cuántas veces ausentaba sus comidas? Si la misma Hanji le tendía a llevar aquella sopa "nutritiva" que sobrara, porque en un punto ella, quizás, sabía que Eren no habría hecho nada, mas no encontraba palabras exactas para decirlo, o bien, sabía que no le creerían.
Eren tomó impulso y salió, corriendo a discreción a donde el cuarto de Armin se hallaba. Tembló.
¿Cuántas noches habían disfrutado juntos allí? ¿Cuántos besos? ¿Cuántas caricias? Oh, si no lloraba ahora, lloraría al regresar a su habitación.

Se agacho y, con sumo cuidado, paso el sobre.
Se arrepintió al notar que a la mitad, era tomado, ¿Armin no estaba comiendo? ¿O es que Eren no tenía mas noción de la hora y aquello no ocurría aún?

Sus piernas paralizadas, su cuerpo temblaba y su mente rogaba que aquel chico que amaba no leyese en ese momento la carta, o le restara importancia al ser suya.

Pero no, una vez más, el destino se dedicó a ponerle aun más problemas, porque si, Armin leía rápido, y aún más si era algo de Eren, al cual temía que muriese.

Nunca lo veía comer, nunca salía.
¿Qué persona en su sano juicio no se daría cuenta que Eren podía morir así?

Pero el contenido de la carta hasta pudo haberle conmocionado.

Abrió la puerta, casi de sopetón y arriesgando golpear con ella al otro, aunque se lo mereciese.

-¿Por qué? - Preguntó el rubio, algo enojado.

-No estoy seguro de mis propias acciones, no estoy seguro el porqué lo hice, pero conozco el resultado y, siendo sincero, no me gusta. - Fue lo único que el castaño pudo decir en su defensa.

Más Armin no dijo nada.

Y ese fue la respuesta mas dura que recibió.

-Lo lamento... - Pudo decir Eren, cuando comenzaba a retirarse.
Más recibió un mínimo tirón de su remera. - Una última vez... ¿Puedo volverte a amar abiertamente? -

Tal vez no estaban destinados en ese momento, pero ahora, ahora quizás, el destino les sería benevolente.
Solo quizás.
Esa carta era mas de lo necesario.

Pero quién sabe, nadie nunca quitará el dolor de Armin y la culpa de Eren.
Aunque intentarlo no cuesta nada.

¿Verdad, Armin?

Carta de disculpas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora