Capítulo 2

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Eran las diez en punto de la noche cuando por fin entré en mi habitación. A esa hora Ryan acabaría de llegar a casa del entrenamiento de baloncesto, por lo que esperaría un poco a que cenara, se duchara y descansara para llamarle.
10:45. Ya debía de haber terminado todo. Así que cogí el móvil y marqué su número. Esperé. Un pitido... Dos...
-Hola preciosa.
-Hola hermoso.
-¿Qué hace una chica como tú llamandome tan tarde?
-Puees... quería saber si me haría el honor de desayunar conmigo mañana.
-Será todo un honor mi lady.
Nos reímos por la bromita.
-¿Qué tal el entrenamiento?
-Genial, pero estoy exhausto.
-Señal de que tienes que descansar.
-Sí, mi capitana-dijo con voz de oficial.
Ambos nos reímos y nos despedimos con un <<te quiero>>.

Colgué el teléfono y por fin podía tumbarme en mi cama a descansar. Pero por más que lo intenté, no pude.
El extraño comportamiento de papá aquella noche ocupaba todos mis pensamientos. ¿Qué habría pasado para que estuviera tan alterado? Esa pregunta y miles de historias y teorías invadieron mi mente hasta que por fin conseguí quedarme dormida ya de madrugada.

A la mañana siguiente me despertó el sonido de la puerta de mi cuarto. Era papá avisandome de que Ryan ya estaba aquí. Me levanté, me aseé y me vestí lo más rápido que pude y bajé al salón.
Aprovechando que mi padre estaba en la cocina, Ryan me besó y sonriendo me susurró un <<buenos días princesa>> a lo cual yo le respondí con otro beso y un <<buenos días>> también sonriendo.

-¡Chicos, el desayuno ya está!

Ryan y yo nos sentamos a la mesa con mi padre. Como dije, yo era la encargada de la tareas del hogar, y la cocina era una de ellas, por lo que agradecí que al menos lo que mi padre había preparado se pareciera a unas tortitas.

-¿Cómo te va Ryan? Sam dice que ese viejo dinosaurio de Mills te está haciendo entrenar mucho. Recuerdo que yo siempre acababa discutiendo con él al final de cada entrenamiento.

-Sí, bueno, es algo arisco, lo reconozco, pero cuando le conoces es un buen tipo y se hace entender. Sólo quiere lo mejor para el equipo. Espero que ganemos hoy, llevamos preparándonos mucho tiempo para este partido.

-¿Jugais hoy? No me has dicho nada Sam.

-Supuse que tendrías que trabajar y no quería que te sintieras culpable por no poder ir.

Al parecer aquellas palabras no fueron de su agrado porque le cambió el tono de voz cuando dijo:

-Yo no tengo por qué sentirme culpable de nada, jovencita, tener que trabajar para mantener esta casa no es ningún delito.
-Lo siento, papá, tienes razón -dije tajante dándole a entender que no me daba miedo.

En ese momento no sabía si agradecer o matar a Ryan por romper la tensión y preguntar:

-Y ¿en qué está trabajando ahora, señor Mitchel?

Mi padre apartó su mirada de la mía, de mala gana y preguntó en tono mucho más jovial:
-¿Cómo dices, hijo?

-Me preguntaba en qué tipo de caso está trabajando ahora. ¿Un robo quizás? ¿Un homicidio?

A mi padre le cambió el semblante totalmente pero no sabría poner nombre a la expresión que adoptó. Me atrevería a decir que estaba agobiado o incluso asustado.

-Estamos llevando un homicidio de hace unos años que quedó sin resolver.
-Suena interesante, yo quería estudiar criminalística ¿sabe? Pero descubrí que se me daba mejor la historia.

Daba la impresión de que ese dato había ablandado a mi padre.

-Creí que tu vida se centraría en el baloncesto.

Ambos rieron.

-No, señor, el baloncesto es sólo un pasatiempo. Mis principales preocupaciones son mis estudios, para poder ingresar en una buena universidad, y por supuesto su hija.

Me miró con una mirada inocente pero que a mí me derretía igual.

Tuve que intervenir al ver que ya habíamos casi terminado y se nos hacía tarde.

-Bueno, creo que deberíamos irnos ya si no queremos llegar tarde a nuestros respectivos trabajos -estas últimas palabras las recalqué mirando a mi padre. 

Él me devolvió la mirada y la tensión volvió.

-Tienes toda la razón hija mía. Coged vuestras mochilas, ya limpiaremos eso luego -dijo refiriéndose a los platos.
Y su mirada se desvió de la mía. Se puso en camino hacia el recibidor para coger su maletín y su chaqueta.

Justo antes de salir de la cocina, Ryan me preguntó:

-¿Qué pasa entre vosotros? Si las miradas matasen ahora tendría que explicarles a unos amables policías por qué tendría dos cadáveres en la cocina. 

-Ahora no, luego te cuento. 

Responder eso me daba algún tiempo para pensar una excusa. Salimos de la cocina y recogimos nuestras mochilas. 

El viaje fue bastante incómodo, ya que ninguno de los tres se atrevía a decir nada. Cuando llegamos al horrible instituto de Forest Hill, mi padre solo me dijo un tajante <<adiós>> cuando me bajé del coche, a lo que yo respondí diciéndole adiós con la mano. Ryan rodeó mi cuello con su brazo y nos dispusimos a entrar por las puertas de cristal del edificio principal.

Dulce VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora