Capítulo 1

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Estaba sentada en el sofá del salón viendo la televisión como todas las noches, pero esta fue distinta a las demás... Mi padre llegó a casa con un semblante aterrador, era como si se sintiera culpable por algo que yo desconocía, pero, al mismo tiempo, nunca le había visto tan extremadamente cariñoso conmigo. Era como si intentara sobornarme con excesiva atención para hacer alguna tarea, algo muy normal ya que desde que mi madre murió, yo era la encargada del hogar. Al rato de entrar por la puerta me preguntó:

-Sam, ¿has cenado? -dijo con un tono tan paternal que incluso un escalofrío recorrió mi espalda.

Sin dejar de mirar la pantalla contesté con la voz más tranquila que pude:

-No, he preferido esperarte y así cenar juntos una noche, para variar. Si te apetece.

Dejó el maletín en el recibidor -papá era abogado-, entró en el salón, se acercó a mí, me dio un beso en la frente -cosa que él en muy raras ocasiones hacía- y se sentó en el sofá de cuero color crema conmigo. Aflojándose la corbata, me preguntó:

-¿Qué has preparado de cenar? -preguntó soltando todo el aire que la corbata había reprimido en su garganta.

-Pescado. -respondí sin mirarle y cambiando de canal.

-Parece un buen plan. -dijo mirando hacia la dirección contraria a mí, es decir, hacia la ventana que daba a la calle.

-Papá, ¿estás bien?-lo miré con cara de preocupación, pero pareció no darse cuenta.
Volvió la cabeza hacia la televisión y respondió:

-Claro cariño, ¿por qué lo preguntas?

-Por la forma en que has entrado, parecías asustado.

-Es el trabajo princesa, estoy agotado, estamos llevando un caso muy difícil. No te preocupes. -dijo dándome otro beso en la frente. Dos en menos de 15 minutos... le pasaba algo grave seguro.- Bueno, me muero de hambre y eso huele de maravilla. Vayamos a cenar pequeña.

Entonces se levantó del sofá y se dirigió a la cocina. Yo me quedé mirandole un par de segundos antes de hacer lo mismo.

La cena transcurrió con tranquilidad y silencio. Yo quería intentar que me dijera qué era lo que pasaba, pero sabía que no iba a dar su brazo a torcer, así que desistí antes de intentarlo.

Una vez terminé de cenar, cogí mi plato y me dirigí a fregarlo. Ambos cenamos con la cabeza gacha, así que no fue hasta que me levanté cuando vi que no había probado bocado.
Intenté llamar su atención haciendo un intento de tropiezo, y funcionó. Se levantó de un salto y fue a prisa a ayudarme.

-Samanta, ¿estás bien?
-Sí, papá, solo he tropezado.
-Vale cielo, pero ten más cuidado. Vaya, ¿ya has acabado? Si acabanos de sentarnos a la mesa.
-Papá, nos hemos sentado a la mesa hace cuarenta y cinco minutos... ¿estás seguro de que estás bien?
-Claro mi niña, solo... Pensaba en el caso, no te preocupes.
-¿De verdad?-iba a preguntarle de qué trataba el caso, pero supe que no me contaría más que excusas, y supuse que no querría hablar del tema.
-Te lo prometo. Anda, ven aquí.

Me sentó en su regazo, como hacía cuando era pequeña.

-Es que siempre llegas del trabajo maldiciendo al fiscal, al jurado... y hoy has entrado con una cara de preocupación que me ha asustado un poco. No he sabido qué pensar, eso es todo.

-Sam, te prometo que no hay nada de qué alarmarse. Es solo estrés. Bueno, ¿y tú qué? ¿Qué tal el instituto? Hace tiempo que no veo a Melissa, ¿estáis peleadas?

-No, está de viaje con su familia. Su tía está muy enferma y han ido a visitarla pero volverá a principios de semestre.

Esto era inaudito. ¡Mi padre preguntándome por el instituto y por mis amigas! No había duda alguna de que algo en su cabeza no ibabien.

-Vaya... Pues si hablas con ella dile que lo siento por su tía y que espero que se recupere.

-Claro, se lo diré. -le dije sonriendo como si me estuviera creyendo todo aquello.

Le di un beso en la mejilla y me levanté. Recogí su plato y me puse a fregar ambos mientras él iba a cambiarse, cosa que normalmente hacía nada más entrar por la puerta.

-Oye, ¿y qué tal Ryan? También hace tiempo que no le veo.-preguntó desde el baño.

Ryan y yo empezaños a salir el año pasado. Necesitaba apoyo y él llegó en el momento preciso, además, él se encontraba en una situación similar: había perdido a su padre no hacía mucho.

-No lo ves porque o salimos con amigos a dar una vuelta o viene a casa, pero cuando viene tú estás trabajando.

-Vaya... ¿Sigue jugando?-dijo al salir del baño, ya con el pijama puesto.

-Por supuesto. El entrenador Mills es muy exigente así que no para de entrenar.

-Sí, lo recuerdo bien. Ese hombre era muy duro de pelar. Bueno, ¿por qué no le dices a Ryan que se pase mañana a desayunar? Luego puedo llevaros a clase yo mismo antes de ir a trabajar.

-Claro, ahora le llamo y se lo digo. No te acuestes tarde ¿quieres?

Le di un último beso en la mejilla.

-De acuerdo, hija. Buenas noches.

Y subiendo las escaleras hacia mi cuarto, oí cómo volvía a encender la televisión y supe que se acostaría tarde, por lo que entré en su habitación, cogí una manta y la puse en la barra de la escalera para bajar luego y arroparle con ella, pues seguramente se quedaría dormido en el sofá.

Dulce VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora