Capítulo 3: Descubrimientos.

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– Bueno... ¿Lucia, no? – Pregunto. No se me dan bien los nombres.

– Sí, Lucia.

– Okey, Lucia. Toma asiento.

– ¿No me dirá mi hilo y ya? –preguntó Lucia con desconfianza.

– Ve, obviamente puedo acorta todo el rollo diciéndote si conecta o no –explicó el joven–, pero el caso aquí es un poco más complejo.

– ¿Por qué?

– Porque tú quieres que te diga lo que quieres escuchar ¿No? Pero el qué harás luego de que te lo diga, es más enigmático aún.

– Comprendo... ¿Pero eso viene al qué?

– ¿Amas a Jean?

– Ehm... sí. –Baja la mirada al responderme.

– ¿Quieres casarte? –Lo que intento hacer es que suelte prenda. Necesito saber sí lo ama o no sin dar tantas vueltas.

– Eso es algo que no te incumbe. Sólo dime lo de mi hilo y ya. –dijo Lucia un tanto enfada.

Ah, que humor de perros. –Mmm es cierto. Pero ya que el dichoso hilo habla de amor y eso, creía que al menos podía preguntarte. Pero bueno... veo que no.

– Yo... –parecía que estaba meditando lo que iba a decir. – lo quiero. Solamente me sorprendí de que me pidiera matrimonio. No estoy segura de querer casarme, pero no quiero terminar mi relación con él por eso.

– ¿Y por qué no sólo dijiste "no" cuando te lo pidió? –Pregunté a la chica, aunque sé que no debería dar tantas vueltas.

– Si una persona dice "no" a una proposición de matrimonio eso se toma como un "Terminamos" y repito, no quería terminar con él.

– Pero es peor casarse sin estar seguro, el matrimonio es algo serio. –viniendo de mí es absurdo, pero no hablamos de mí.

– Sólo dime lo de mi hilo ¿sí?

– No conecta. Tu hilo no termina en él.

– ¿Ah? ¿Y quién es mi otro extremo?

– El tuyo no lo sé.

– ¿Y el de él?

Me mantengo callado.

Lucia se levanta del asiento y golpea la mesa. – ¡No me casaré con alguien que no sea mi alma gemela! –estaba hecha una furia.

– Yo no soy tu prometido para que me digas eso a mí –La frenó–, él está afuera, bien puedes salir y discutir con él. Pero tendrás que esperar ya que él es el siguiente. –enfatizo una sonrisa a una histérica Lucia.

Odio éste tipo de personas... están locas. Lucia salió del cuarto y luego entro su prometido anonadado.

– ¿Qué le dijiste? –puedo notar una voz petulante en él.

– Algo que ella debe saber.

– Ah... -Parecía relajado luego de mi respuesta.

– ¿La amas?

– ¿A Lucia? Pues claro.

– Sus hilos no conectan. –solté directamente al grano.

– ¿Qué? Pero puedo estar casi seguro de que ella es para mí.

– Aseguraste mal. En cambio de ella –miro la puerta para que captara que hablamos de Lucia. – no puedo decirte quien es su alma gemela o algo... pero sí puedo decírtelo cual es la tuya.

– ¿Mi alma gemela? –frunció el ceño.

– ¡No estoy hablando con más nadie! Aunque no sean "almas gemelas" Lucia y tú, vaya que hacen preguntas estúpidas.

Dudo en decirle. Él está comprometido y entiendo las mujeres locas por el compromiso aunque no sea el caso.

– Puedes retirarte.

– ¿Ah? ¿Ni siquiera me dirás quién es mi extremo?

– Yo no debería decírtelo, deberías apreciar tu entorno antes de hacer una estupidez. –es lo único que me permito decirle. – Llama a Ana.

¿Debí hablarle dicho? Él es el ciego, no yo. Otro cliente que sale de la carpa furioso, pero parecía más confundido que enojado.

Ana entra y me mira desconcertada.

– ¿Qué paso? ¿Por qué Lucia parece una perra histérica y Jean anda en las nubes?

– Les dije la verdad, más nada.

– ¿Cu-cuál verdad? – Wow, parece un papel. Ana no necesitaba nada de ese maquillaje que te hace ver pálida, mejor le echas un susto.

Okey. Concéntrate.

– No la que estás pensando, claro está. –empezó a recobrar color en la cara.

– ¡Dios, no me asustes así! Casi me muero.

– Vamos. No seas exagerada. Bueno, la verdad que les dije es que su hilo no conecta.

– ¿Y se lo creyeron?

– No estaba mintiendo, Ana.

Ana se queda callada, pensando algo quizás.

– ¡Acabas de arruinar un matrimonio! –Corre la silla.- ¿Te das cuenta de eso?

Que tendrán estos clientes y sus levantamientos de la silla. – Primero; sí, sé que arruine un posible matrimonio. Pero es mejor eso a que vayan y despilfarren todo el dinero que vayan a gastar, para luego divorciarse –sé que arruine un matrimonio, no estoy feliz con eso. Pero creo que es una pérdida de tiempo-. Segundo; tú fuiste la que me pidió algo parecido y lo único que les dije fue mi trabajo.

Al parecer hice entrar en razón a Ana porqué luego tomó asiento.

– ¿Y cómo es eso que no conectan? –Me mira al preguntar.

– No conectan.-le respondo sin vacilar.

– ¿Entonces con quién conectan?

– ¿Ana, te gusta Jean? –suelto sin aviso.

Ella coloca los ojos como platos. – Eh... -se ruboriza.– ¿¡De qué hablas!? Eso que tiene que ver con los hilos de ellos.

– Lo tomaré como un sí. –no obtengo ninguna oposición, más bien un silencio incómodo. – Sus hilos conectan, pero no creo que él se dé cuenta por sí solo.

– Yo no puedo ser su extremo. Sólo soy su amiga. -baja su mirada a la mesa.

Oh, vamos no llores. – Él es el único que piensa así, Ana.

– ¿Qué se supone que haga?

– Primero, calmar a Lucia. Desde aquí escucho sus quejas. -desde mi asiento podía escuchar un sin fin de insultos y maldiciones.

La chica suelta una risa. – Aparte de eso.

– Ese no es mi trabajo.

– Entiendo.

Salgo con ella. Y lo primero que vemos es a Jean tratando de controlar a su prometida, sí es que aún lo son. Me despido de ellos y me voy a la trastienda. Necesito un trago.

Al otro extremo de mi hilo rojo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora