Me llamo Natasha Dupree. Tengo 17 años y vivo en Las Vegas. Tengo todo lo que se puede desear en el mundo: Riqueza, belleza y varios chicos a mis pies. Soy de ascendencia francesa, y mi familia es una de las más respetadas en el país. Mis padres dicen que debemos mantener una buena imagen frente al mundo, cosa que me importa muy poco, así que no sigo las estúpidas reglas de la alta sociedad. Me vale tres mierdas todo, solo me encargo de disfrutar sin complicaciones, y justamente ayer me acaban de expulsar de la escuela. ¡Maldita sea! Son las 6 de la mañana y mi madre está gritandome. Me desespera, parece que no puede hablar como la gente normal.
— Papá, dile a mi mamá que le baje a su histeria.
—¡Oh no Natasha, esta vez no, lo que hiciste estuvo muy mal!—. Mi padre empezó a gritar también. ¡Matenme!—¡Tu madre tiene toda la razón al enojarse¡ ¡Te expulsaron! Un regaño es lo menos que mereces.
—¡No puedo creer que te hayan expulsado Natasha!— Dijo mi madre.
— Ni yo mami.— Dije de lo más tranquila. — Pero por lo visto, Brooks se pasó por las pelotas el que tu y papá hagan donaciones tan grandes a su estúpida escuela.
— ¡El director Brooks no te mandó a hacer un show semidesnuda frente a todos los miembros del congreso educativo!— Mamá está a punto de reventar. Parece arco iris de tantos colores que le pasan por la cara
— Tampoco me dijo que no lo hiciera.— ¿Le habré colmado la paciencia?
—¡No seas respondona Natasha!
—Entendido.— Dije simulando un cierre en mi boca.
—¿Por qué lo hiciste?— No respondí. —Natasha...—Seguí callada. Ni siquiera hacía el más mínimo esfuerzo por abrir la boca. Papá dijo que no fuera respondona. —¿Por qué no contestas Natasha?
— Porque dijiste que no respondiera.— ¡Daaa!
— ¡No se puede hablar contigo!— Mamá se atrevió a hablar de nuevo. —Estás castigada, ni te atrevas a pedirnos permisos señorita.
—De acuerdo, ahora salgan de mi habitación, quiero dormir.
Se fueron por fin. Tengo tanto sueño, parece que no se podían esperar a que fuera mas tarde para regañarme. Aunque bueno, solo a mi se me ocurre desaparecerme todo el día para evitar un ragaño. Así fue todo: Me expulsaron, salí de la escuela a toda velocidad en mi auto y anduve por toda la ciudad, jugando billar, en los casinos, bebiendo, bailando, total, aquí en Las Vegas, eso un estilo de vida para las personas como yo. Llegué a casa como a las 5:30 y fue cuando mis padres comenzaron su sermón. Caí profundamente dormida entre mis pensamientos hasta que unos golpes se escucharon en la puerta de mi habitación.
¿A quien mierda se le ocurre tocar así la puerta? Abrí y me encontré con Jamie, la estúpida criada.—¿Que putas quieres?
— Siento molestar señorita, pero sus padres llegaron, quieren que baje a cenar.— ¿Cenar? ¡Wow!
—¿Qué hora es?
—Casi las 9 de la noche señorita—. Bella durmiente por favor.
Mi estómago rugía. Moría por comer algo. Le cerré la puerta a la tipa fui por mi celular y bajé al comedor. Tenía muchos mensajes de Tory, mi mejor amiga, estaba preocupada por mi, a nadie le dije en donde estaba. Cene con mis padres, estaban molestos aún y mi papá comenzó a hablar.
—Nat, hablé con tu madre, tratamos de buscar una solución para tu falta de control y...
—¿Y qué?— Seguro es algo como terapia o esas cosas. Mis padres aún no entienden que no estoy loca.
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