Nube

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Nube

Después de todo lo más difícil no fue capturar la nube. Tras cinco meses de estudios de transducción, curvas de presión, compresión molecular, atmosférica y conservación de sistemas me bastaron tres semanas para configurar el capturador.

Resultaba más complicado tenerla, es decir, encontrar un sistema estable que recreara las variables mínimas para mantenerla en su estado, y a esto hube de dedicarle si no más tiempo sí una constante búsqueda de procedimientos y materiales que me permitieran hacerlo de forma artesanal.

No puedo dejar de mencionar la gozosa sensación de resolver tan eficazmente en media tarde este dilema, refrigerando la estructura de la vieja pajarera del patio de vecinos y manteniendo en diagrama constante las curvas de humedad y presión con un método de base tan pueril que me fue causa de enorme regocijo. Es cierto que esto me provocó una pérdida de tiempo de algunos minutos entre saltos y gritos de júbilo, pero resultó un desvío nimio y muy motivador. Evidentemente era esta la cuestión más complicada de resolver, pero quedaban muchos detalles a tener en cuenta.

El ajustar en un programa automatizado las entradas de las variables atmosféricas a considerar, con el objetivo de establecer el día idóneo para la captura de la nube, fue más sencillo que determinar las fuentes más fiables de esta información.

Es por esto que día tras día después de valorar el cruce de información estadística entre la Oficina Meteorológica Central y el Instituto Regional del Noroeste dediqué horas a la observación directa.

Diariamente entre las 10 y las 12 y media en las mañanas y después del almuerzo hasta las 7 de la tarde me sentaba junto a la ventana y valoraba el comportamiento de los parámetros que había predeterminado. En aquellos momentos me parecía un juego divertido recrear un sistema natural para mantener en él un elemento tan variable como una nube, hoy lo pienso y no sé por qué lo hice. Era un juego, eso pensaba yo, que era un juego conmigo mismo. Pero cuando trato de recordar el día y el momento en que decidí llevar a cabo este experimento no lo encuentro, y a veces dudo de la fuente de la idea.

El día 3 de agosto ya desde temprano en la mañana tuve algunas señales de estar en el día señalado y me quedé junto a la ventana del salón mirando como nacía majestuosa y lentamente un enorme cumulonimbus cuasi estacionario de sombras preciosas y serenidad inquietante. Parecía que me miraba y yo a él.. y el a mí y yo a él y así hasta que el pitido del capturador avisó del momento oportuno para realizar el disparo.

Fue algo automático. Ahora cuando intento visualizar ese momento no logro ver más que la luz verde del capturador y el pitido. No recuerdo mi dedo oprimiendo ningún botón, solo eso: las luces verdes parpadeantes y un pitido continuo, todo blanco en el salón por unos segundos y entonces estaba la nube.

Yo sólo atinaba a resoplar sobre unos dos minutos y medio, comprendí que me iba poniendo más eufórico porque al trascurrir el tiempo la nube seguía ahí, que era lo más difícil, y lo había logrado.

La forma en que oscilaba me hizo ver qué parámetros estaban interfiriendo en su estabilidad. Lo más ecuánimemente posible me abalancé sobre el sistema de ajustes y reconfiguré las variables relacionadas con la presión y el flujo de aire que estaba provocando este movimiento ondulatorio.

Se dice que "una nube es una porción de aire enturbiado por vapor de agua condensado en forma de gotitas líquidas, pequeñas, numerosas, en cristalitos de hielo o en esferitas congeladas o por mezcla de ambos elementos", así la define el "Manual del Observador de Meteorología" del INM con tantos diminutivos que rozan la cursilería. Pero es un concepto más complicado.

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