Tabita es una gamer que está enamorada de su mejor amigo, un chico encantador que apareció de la nada en su edificio. Lamentablemente ese chico maravilloso ya tiene novia y ella se mantiene al margen a pesar de ser testigo de su penosa relación.
No...
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El equipo de Sam avanzaba rápidamente ganando terreno.
Los agentes con RPG se habían acercado para cubrirlos desde dentro. El helicóptero de apoyo llegó y disparó la primera remesa contra los rusos. Explosiones sucesivas ayudaron a Sam y su comando a entrar en la mansión y dividirse por plantas.
Ocho agentes subieron y se dispersaron por las dos plantas de arriba en busca de los jefes y Sam y otros cuatro bajaron al sótano y los cuatro últimos se mantuvieron cerca de la puerta para evitar que otros sicarios entren allí.
Sam presuroso llamó pidiendo refuerzos e inmediatamente Dennis acató su petición.
Al momento Sam y sus cuatro compañeros se encontraron con una tropa resguardando la entrada del sótano. Se libró una batalla fiera con un pasillo lúgubre de por medio.
Sam era consciente de que aquello nunca acabaría si no hacía algo drástico.
Tras una angustiosa espera de largos minutos, Hendriks llegó donde Sam y le entregó un lanzacohetes. En un instante las RPG estaban armadas.
Sam y Hendriks dispararon.
Las granadas salieron despedidas y al vuelo se abrieron las pestañas que las propulsaron hasta el otro extremo del pasillo a ocho metros.
La explosión fue ensordecedora dentro del estrecho y oscuro espacio.
Sam y sus hombres avanzaron rápidamente disparando con las semiautomáticas hacia cualesquiera que hayan podido sobrevivir a la explosión.
La onda expansiva de las granadas explosionadas dentro de un lugar cerrado hizo volar la trampilla del sótano. Polvo y confusión dominaron el hueco de piedra.
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Tabita se cubrió el rostro cuando el estruendo prorrumpió en medio del contundente tiroteo por sobre el sótano. Cuando un sonido celestial la instó a mirar un instante después entre el polvo...
-Tabita... -La voz de Sam sonaba salpicada de una mezcla de miedo y esperanza.
-¡Sam! -gritó ella con la poca voz que encontró en su rasposa garganta.
