Los niños han pasado toda la tarde jugando, despreocupados, alrededor de las piedras. Y, también, llenando las bocas y los estómagos con los dulces de harina de trigo y miel. Sus padres los consienten: la noche de los muertos estará colmada de gritos, sangre y horrores y de riesgos extremos para ellos.
Sin embargo, para el druida Abieno, no existe dulce más sabroso ni con mejor aroma que Ceridwen, la bruja de Stonehenge. Observa alrededor, en dirección a las almas que revolotean en torno a ella, conquistadas por su cortesía y belleza. Los envidia, él debe esperar en la otra esquina hasta el comienzo de las celebraciones nocturnas.
Se han reunido en Stonehenge para rendirles tributo a los difuntos. A veces le fastidia conocer el futuro ya que, milenios después, los nuevos pobladores creerán que el templo fue construido por el mago Merlín, con la finalidad de festejar la victoria del rey Aurelio Ambrosio sobre los sajones. Es cierto que aquí está enterrado en uno de los hoyos de cremación, junto a otros notables, después de ser reducidos a cenizas. Como lo estará, también, Uther Pendragon, el padre del próximo rey Arturo, el que conseguirá sacar a Excalibur de la piedra. Aunque para tal hazaña aún faltan lustros.
Stonehenge es mucho más antiguo y un sitio sagrado. Por tal razón le molesta que Merlín, su rival, consiga llevarse los honores eternos. Lo mira fijo: está ahí, festejando como uno más. Tanta humildad lo exaspera.
La bruja Ceridwen, no. Muestra el rostro grave, majestuoso. Quizá porque muchos de los presentes la consideran una diosa de Gales, al igual que las piedras principales, y debe comportarse como tal. Accesible y a la vez misteriosa.
Ella, solemne y bella como este monumento a la muerte que todos aman, se dirige hacia la fosa exterior que rodea el complejo. Dentro, miles de futuras hogueras, separadas unas de otras por el largo de una mano, esperan a que Ceridwen las encienda.
Abieno no puede evitar sentirse atraído por su hermosura, en tanto ella hace que el fuego le brote de los dedos. El pelo rojo ondea con la brisa, igual que su túnica blanca. La tela es tan delgada que permite contemplar el cuerpo esbelto, perfectamente delineado. Incluso la mata elegante en el pubis, los pechos erguidos. Trata de contenerse pero no puede. La desea como nunca ha deseado a ninguna otra.
Ceridwen advierte la mirada lujuriosa del druida, la misma que la de aquellos que lo precedieron. No es de extrañar: entre sus poderes destaca, además, la adivinación. Abieno es joven y muy apuesto, con la piel tostada y ojos como esmeraldas. Pero ella está casada y es la madre de tres hijos ancianos. Es mucho mayor que él aunque parezca más joven: tiene la edad de Stonehenge. Sin embargo, los ritos son los ritos y está dispuesta a cumplirlos a rajatabla. Cueste lo que cueste.
La mujer tiene, también, los mismos años que Merlín, aunque él sí que los aparenta: la piel luce ajada, igual que las hojas de los álamos negros antes de que caigan del árbol. La barba le cuelga casi hasta el ombligo, blanca como las nieves espesas del invierno.
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LA BRUJA DE STONEHENGE (terminada).
VampireLos druidas se preparan para celebrar la noche más sangrienta del año: la de los muertos. La ceremonia principal estará a cargo de Abieno y de Ceridwen, la bruja de Stonehenge. ¿Se encontrarán a la altura de lo que se espera de ellos? Es la época...