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Sienten el castillo temblar. Ella se detiene, pero no es por eso.

—¡Hermione! ¡Hermione! —la llama el pelirrojo—. Vamos, Hermione, hay que llegar a la cámara —apresura el chico jalándola de la mano.

—Si, si, vamos —reacciona la castaña y siguen corriendo.

¿Por qué se detuvo? Porque lo vio. Primero su cabello claro y su piel pálida, después... sus ojos. Sus inconfundibles ojos grises se encontraron con los suyos y eso... la paralizó. Era él, no pudo imaginárselo, era él, sin duda lo era.

Siente que alguien la jala hacia abajo, ella cae, reacciona y ve que su pelirrojo amigo esta tendido en el suelo.

—Ron, Ron, Ron, ¿qué te pasa? —lo llama moviéndolo, pero el chico no reacciona.

El castillo tiembla de nuevo, la barrera ha caído por completo.

—¡Ron! —grita la castaña.

Luces verdes y rojas se ven por todos lados, pronto llegaran a donde ellos están. La chica saca su varita y apunta hacia todos lados. Se paraliza de nuevo. Unos grises ojos la miran al pie de una escalera y una varita apunta hacia ella.

—Desmaius —escucha y todo se pone negro.

Despierta. Está en un salón vacío. Sola..., excepto por alguien inconsciente que está a no mas de cinco metros de ella. Recuerda lo que pasó.

—¡Ron! —grita acercándose a sus amigo.

—Tranquila, no está muerto —escucha que alguien dice a sus espaldas.

Siente su piel estremecerse. Se levanta y busca su varita pero no la encuentra, mira al dueño de aquella voz.

—¿Buscas esto? —dice el chico mostrándole su varita.

—Dámela —pide clavando su mirada en aquel delgado trozo de madera, no puede mirarlo a los ojos, pues sabe que se paralizara de nuevo.

— ¿Cómo estás? —pregunta el rubio, ella nota ¿preocupación? en su voz.

—Dame mi varita y despierta a Ron, tenemos que hacer algo importante —dice la castaña, aún sin mirarlo.

Él guarda la varita en su túnica. Ella mira al suelo.

—¿Algo importante? ¿Qué? Anunciar su noviazgo antes de que todos mueran —dice Draco con ¿celos?

—¿Noviazgo? ¿De qué demonios estás hablando?

—Que rápido olvidaste todo lo que ese idiota te hizo hace un año, que rápido olvidaste que te hizo a un lado por su empalagosa novia, que rápido olvidaste que te dejó sola —dice el chico acercándose a ella—. No recuerdas que se olvidó de ti, que si no fuera por mí, tu única compañía hubieran sido los viejos libros de la biblioteca —estaban a sólo un metro de distancia.

—Yo no te pedí que me acompañaras, ¿o sí? No recuerdas que fuiste tú el que llegó y se quedó conmigo —dice levantando la mirada y enfrentándose a esos fríos ojos.

Le reclama por algo que no existe y por algo que él decidió hacer, como si ella lo hubiera obligado. Se miran directamente a los ojos, ninguno dice nada, ninguno sabe que decir. Él sabe que lo que ella dice es cierto, él fue quien llegó, quien se acercó; ella nunca le pidió que se quedara, ella nunca...

—¿Por qué? —pregunta Hermione sacándolo de sus pensamientos. El rubio la mira sin entender—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué... decidiste... acompañarme?

¿Por qué? Esa pregunta llevaba otras más, preguntas que se formularon en la cabeza del rubio en un segundo...

¿Por qué decidió acompañarla? ¿Por qué decidió volver a Hogwarts y pedirle que se cuidara? ¿Por qué decidió hacer algo para salvarla de Bellatrix? ¿Por qué no dejó de pensar en ella desde entonces? ¿Por qué, cuando se enteró de lo ocurrido en Gringotts, se preocupó aún más? ¿Por qué en cuanto la vio de la mano de Weasley lo atacó? ¿Por qué decidió desmayarla a ella? ¿Por qué la llevó hasta ese salón vacío?

Mi acompañante diario (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora