Capítulo uno

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Empiezo a sentir ya la tensión en los músculos desde ahora, dos horas antes del evento. Hoy tenemos uno de nuestros primeros eventos donde «el espectáculo principal» somos nosotros, y no los «invitados especiales». El señor Jameson por fin nos consiguió un evento para nosotros, en donde habrá otra banda, un poco más pequeña y reciente como invitada. Es decir, para rellenar la noche.

Aún no me acostumbro a ser el centro de atención y no, como dije, el relleno, al cual ninguna persona le presta atención. Es difícil acostumbrarse que mientras tocamos, las personas hacen otra cosa y sólo unas pocas nos oyen. No tocamos tampoco nada mal, tenemos lo nuestro. Eso sí, cada integrante tiene sus diferencias, pero, se podría decir, estamos unidos.

Cuando vuelvo en sí, me doy cuenta que faltan algo así como quince minutos para llegar al Caesars Palace, el hotel donde nos hospedaremos, en Las Vegas. He de confesar que nuestro manager ha sido más que bueno y ha hecho muy bien su trabajo. También es una persona bastante agradable.

—Chicos, hay que hacer un brindis —anuncia Alex, el chico que está detrás de la batería y el más extrovertido del grupo —. Por nosotros.

Como vamos en una limusina que, de nuevo, el señor Jameson consiguió para nosotros, era de esperarse que hubiese champagne aquí. Está dentro de una cubeta de aluminio con hielos.

Rápido distribuyen las copas y nos sirven. Alex toma la palabra primero.

—Antes que todos, me gustaría brindar por esta gran banda —dice motivado —. No sé qué sería sin ustedes. Me cambiaron la vida, gracias.

Golpeamos levemente las copas y tomamos un pequeño trago. Supongo que alguien más tiene que hablar, y en efecto, Liam, el líder de la banda, habla:

—Me siento muy orgulloso de hasta donde hemos llegado. A pesar de que hemos tenido momentos difíciles y habíamos contemplado la separación, aquí seguimos, en Las Vegas a punto de dar nuestro primer gran concierto —levanta la copa al centro —. El primero de muchos.

Otra vez hacemos el brindis y tomamos un trago.

Liam toca la guitarra y es el vocalista principal. Es el que nos ha organizado desde que esto empezó y el que nos guió, junto a Jameson, hasta donde estamos ahora.

—Phil, sigues —dice Alex, sentándose bien. Se estaba resbalando del asiento.

El chico toma aire y empieza:

—Saben que no soy el chico que más habla de aquí —se ríe —, y que hasta hace poco tiempo era el que siempre se cerraba al mundo —cambia un poco el tono de voz, pero levanta la cabeza y continúa —, pero llegaron ustedes y cambiaron todo. Gracias —y pone la copa en el medio, donde los demás le hacemos compañía con las nuestras —. Que se descontrole todo.

Phil toca el teclado. Y sí, coincido con lo que dice: no era la persona más abierta. Vaya suerte la mía de haberlo encontrado hace meses en el teatro de la preparatoria.

Hacemos el tercer brindis de la noche y es ahí donde todos voltean a verme, para que diga algo motivante —acostumbro a sacarlos adelante en situaciones intensas —, y asiento.

—Realmente no tengo mucho que decir —suelto una pequeña risa —. Lo que sí me gustaría hacer es ir a celebrar en grande después de esta noche. Como nos lo merecemos, chicos.

Yo fui la persona que reunió a todos. Liam fue el de la idea y yo conseguí a los integrantes. A Alex lo encontré por medio de un contacto de mi clase de Ciencias Sociales. Había cursado ahí mismo, pero por motivos algo graves fue expulsado y desde ese día hasta que lo conocí trabajó en un taller mecánico.

Veo que las copas ya están en medio, pero antes de poner la mía, digo otra cosa más:

—También por Annie.

La chica aludida es la persona que nos motivó desde el principio. Cuando ensayábamos en el garaje de mi casa, siempre asistió y nos hacía pasar buenos momentos. Nos dio esperanzas.

Era mi novia, y obviamente dejé que entrara a la banda, pero por motivos cuestionables terminamos y no nos pudo acompañar a este concierto. Espero algún día volver a verla con nosotros.

Liam se encoge de hombros, después le sigue Alex al ver a éste y damos el brindis.

Nos tomamos de fondo lo que quedaba —no era tanto, pero algo considerable —y dejamos las copas al lado. Estábamos por llegar al hotel.

— ¿Creen que vaya mucha gente? —pregunta Phil.

—Esperemos y sí —responde dudoso Liam.

La verdad es que lo que hace mi amigo es algo que ni yo pudiese hacer. Hizo llamadas, firmó contratos que nos ayudaron a subir a la «fama», por así decirlo, aunque no me considero famoso. A veces siento que carga con mucho, pero Jameson también hace lo suyo.

—Llegamos, chicos —dice desde el otro extremo del auto el chófer.

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