Capítulo tres

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— ¿Seguro que no hay nadie? —pregunta inquietante Liam.

Ya estamos en el estacionamiento. Hace poco vimos al personal de limpieza. Espero no estén por aquí.

—No, no vi que hubiese nadie —responde Phil.

—De acuerdo, sólo es cruzar el estacionamiento subterráneo.

Desde aquí se pueden escuchar los gritos de nuestras fanáticas.

—Chicos, recuerden que... —Liam ni siquiera termina porque Alex sale corriendo de ahí a encontrarse con sus fanáticas.

Las chicas gritan más fuerte y se reúnen con él.

Nos ven a nosotros, en el estacionamiento y corren también hacia donde estamos.

Creo que esto no acabará bien.

Siento jaloneos y gritos de cualquier parte. De nuevo, veo a las chicas de la manta con la leyenda de Kyle y me piden fotos, así que asiento.

Mientras estoy ahí, puedo notar que tanto Alex como Phil lo disfrutan, pero veo a Liam un poco fuera de contexto. También noto que él es el que tiene más fanáticas con él, pues lo rodean más que a nosotros. El que menos tiene es Alex, pero aun así lo disfruta.

—Hay que organizar una fiesta después de esto —me grita el aludido.

Digo que sí con la cabeza, aunque nos sería imposible ahora. No tenemos con qué y no dudo que al señor Jameson le agrade la idea.

Y así duramos casi treinta minutos hasta que se escuchan patrullas cerca y empiezo a pensar que es por todo esto.

Busco con la mirada Liam, pero no lo encuentro por ningún lado.

—Chicos —les grito, y logro conseguir su atención —. Tenemos que irnos, hemos causado un alboroto.

Sin decir nada, nos reunimos y tratamos de salir como podemos.

Cuando voy cruzando por entre las fanáticas, me dan muchos papeles pequeños con sus números anotados y, no lo negaré, sonrío al pasar algo así en mi vida. Nunca pensé pasar por todo esto.

—Alex —le digo al entrar al hotel cuando noto que las fanáticas nos han seguido y ya están todas dentro del estacionamiento —, diles que se vayan, de la mejor manera. Confío en ti, puede llegar la policía por causar alboroto.

Así lo hace y yo subo un piso por las escaleras para tratar de localizar a Liam. Phil me sigue.

Marco su número en mi celular y guardo los números de las chicas en el bolsillo de mi pantalón.

Su celular suena, pero no contesta. Maldigo a Liam en voz alta y Phil me pregunta que qué pasa.

—No encuentro a Liam por ninguna parte. El evento es en cuarenta y cinco minutos.

—Vi que se fue con una chica —dice Alex desde las escaleras. Debo suponer que ya les avisó a las fanáticas.

— ¿Qué? —pregunto sorprendido —. ¿Cómo que se fue con una fan?

—Sí, hace como cinco o siete minutos —agrega Phil —. Era más o menos de su misma altura, rubia y bonita.

—Mierda, y dice ser el responsable de todos nosotros.

— ¿Qué haremos ahora? —cuestiona Phil.

Empiezo a pensar y decido que lo mejor sería irnos a la habitación, de momento. Allá pensaremos qué hacer mientras nos arreglamos para el concierto.

Eso hacemos y subimos al elevador.

— ¿Pueden creer esto? —insiste Alex.

—No —respondo mientras recuerdo las tantas chicas que vimos en el estacionamiento —. De verdad, no.

—Fue algo muy loco —agrega Phil.

—Demasiado loco.

En poco tiempo llegamos a la habitación y pido primero la ducha. Alex está recordando en voz alta las canciones que teníamos programadas para esta noche. Phil hace algunas tonadas en el teclado compacto que traía en su mochila y yo abro la llave de la regadera para que el agua relaje la tensión que llevo en mis músculos.

Sin un motivo alguno, sonrío de la nada. Nunca me esperé la escena de hoy, y no me arrepiento de haber salido al estacionamiento a tomarnos fotos con nuestras fanáticas, aunque no haya sido la mejor idea. Hemos causado un alboroto, las patrullas estaban rondando el hotel, hemos perdido a Liam y vamos ya tarde al evento.

Cuando salgo me visto rápidamente con unos jeans negros ajustados, converse —que siempre me acompañan —y una playera con una leyenda que dice «Kyle».

—Kyle —dice Alex y me muestra su celular: es el señor Jameson.

Tomo el celular. No sé si responder o no.

—Hazlo —dice Phil, desde la puerta —. Iré a buscar a Liam. Váyanse al auto, ya.

Miro al celular y pienso en lo que podría suceder: ¿se enfadaría con nosotros por haber perdido a Liam?

Contesto y escucho su colérica voz.

— ¿Alex? ¿Sabes por qué Liam no contesta su teléfono?

—Señor Jameson —digo —. Soy yo, Kyle.

—Oh —dice un poco relajado —. ¿Dónde están?

Miro a Alex y a la puerta, por la cual acaba de salir Phil. Somos un desastre.

Pero no pienso decirle la verdad, aunque posiblemente el problema se agrave más si no encontramos a Liam.

—Aún estamos en el hotel —cierro los dientes —. Estamos ya por salir. Sólo arreglábamos algunas cosas.

—Ya van tarde —avisa con voz firme —. Los estaré esperando.

—Lo siento, señor Jameson —trato de no transmitir nerviosismo, porque lo estoy —. ¿Lo veremos en la puerta trasera?

—No. Los grandes artistas entran por la puerta principal.

Al escuchar eso, una sonrisa se esboza en mi rostro. Me gusta.

—Descuide —digo —. Ya vamos para allá.

Termina él la llamada y le doy el celular a Alex.

— ¿Y bien?

—Alista tus cosas. Nos vamos.

Entro al baño y arreglo mi cabello con un despeinado casual.

Guardo mi celular y saco de mi mochila un estuche donde guardo las plumillas —acostumbro a tocar el bajo con ellas —. Se supone que no debería, pero llega un punto en el cual mis dedos ya no dan para más.

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