1 día después de ti

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Veía todo al revés. Mi gata me miraba con la cabeza ladeada, como si se preguntara que hacía con la cabeza boca abajo, colgando de la cama. También como si intentara ponerse en mi posición para ver lo mismo que yo. Yo en realidad no estaba viendo nada sólo pensaba. Pensaba en lo estúpido que fuiste. Pensaba en porque mierdas me dejaste. Y entonces una gota cayó de mi ojo derecho. Y mi gata seguía ahí mirándome como si fuera lo más normal del mundo. Porque lo era, por tu culpa lo era. Por tu culpa pasaban demasiadas cosas. Te marchaste sin previo aviso, sin tan siquiera un adiós, tuve que aguantar esa despedida silenciosa en la cuál tan siquiera me mirabas, parecías como vacío distante. Todo el mundo lloraba, menos yo, yo no lloraba. Porque agonizaba por dentro y ni siquiera podía moverme y tú conociéndome tan bien como decías, no me intentaste hacer ver que todo iría bien, como acostumbrabas. Por eso tu tenías toda la culpa. Por eso y por millones de cosas más. Pero bueno ahora ya no podía echarte nada en cara porque tan siquiera cogías mis llamadas.
Hola, en estos momentos no puedo contestarte. Ya sabes lo que quieras después de la señal. ****
Tampoco contestabas los WhatsApps. Era como si realmente quisieras olvidarme. En cambio Katherine si que me escribía, constantemente. También me llamaba en un intervalo como de media hora, desde las siete de la mañana hasta las tres de la noche más o menos. A veces sólo hasta la una o a partir de las diez. Yo nunca se lo cogía, porque no quería hablar con nadie que no fueras tu, pero siempre miraba a ver si con suerte veía tu nombre en la pantalla. Pero eso nunca pasaba... Me incorporé y dejé que las piernas me colgarán de la cama. Saqué de debajo de la almohada mi libro favorito. Recuerdo que tu me lo regalaste y que habías subrayado todas las frases que te recordaban a mi, aunque odiabas leer. Por mi habías hecho mucho y te quedaste en tan poco. Abrí por la página cuarenta y cinco. Leí la frase subrayada.
"Tenía unas ojeras enormes, el pelo alborotado y las mejillas sonrosadas y aún así era perfecta. Incluso me atrevería a decir que vulnerable se veía más linda."
Saqué el trozo de metal encajado entre las dos páginas. Lo palpé, como si fuera la primera vez que lo tocaba. Sentí su tacto frío sobre mi piel. Pasé suavemente la llema de mi índice por una esquina de el rectángulo metálico. La cogí con la mano tembrolorsa y poniéndolo horizontalmente sobre la piel de mi muñeca lo deslicé. Al principio no ocurrió nada, pero tras unos segundos un líquido rojecino comenzó a salir de la separación de mi dermis. Bajé un poco y apliqué más presión esta vez, haciendo un corte seguro y firme. Y así uno tras otro. Cada vez más seguidos y profundos. Cada vez más dolor, pero dolía poco, poco comparado a lo que tu me dolías. Quería gritar porque aún no podía olvidar cuanto me hacías sufrir. Salí con el brazo teñido de tu color favorito, intentando no dejar rastro de mi agonía por el suelo. Agucé el oído en busca de una señal humana, pero mi madre seguía en el trabajo. Bajé la escaleras, esta vez sin el más mínimo ápice de importancia acerca de que el piso provara de mi amargura. Dejando pequeñas gotas de lo que me quedaba de ti. Pasé por la cocina, luego el comedor. Seguí avanzando lentamente hasta el cuarto de baño. Abrí el grifo de la pila y me senté en el retrete. Jugueteé con mi único verdadero amigo, esta cuchilla. Ella también tenía un color similar al de mi muñeca. Miré mis dedos, también eran rojos. Todo me recordaba a ti. Pasé un dedo por el chorro de agua pero aún la noté fría. Giré la manivela hasta el tope de la parte caliente. Esperé unos segundos más y sumergí mi brazo. Inmediatamente un fuerte escozor recorrió mi cuerpo. Era fuerte, pero no era suficiente. Continué mi cometido de llenar todo mi brazo de rastros de ese color que amabas ver puesto en mi. Así tal vez te gustaría más y volverías. Rasgué más téjido epidérmico. Aunque el dolor era horrible y en otras condiciones no lo hubiera aguantado, aún no se acercaba si quiera ligeramente al día en que quedé completamente sola. Me cansé de intentar alcanzar un dolor físico similar a ti. Salí del baño y seguí la ruta de mi sangre, como si de migas de pan se trataran. Encendí la tele y marqué el número siete. El día que nos conocimos, seguro que aún lo recuerdas. Me senté sobre la cama con las piernas cruzadas y me recogí el pelo en una trenza.
Estás más guapa con el pelo suelto.
Solías decirme. Así que me lo volví a soltar. Fijé mi mirada en la tele. Pronto puse la cara de pérdida que decías que me hacía ver tan niña y dulce. Yo siempre me enfadaba de mentira. Porque no podía enfadarme contigo. Luego tu me hacías cosquillas, hasta que a veces me faltaba el aire. Apoyabas tu cabeza en mi pecho y oías los latidos de mi corazón. Me decías cuanto amabas escuchar mi risa y mi latido agitado. Cuanto amabas verme siempre sonrojada. ¿Recuerdas?

Matándome SolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora